•.·|VIII. Entrenamiento |·.•2

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Había llegado el turno de el príncipe Woojin. En cuanto el  cronómetro empezó a correr él también lo hizo. Ingresó al bosque, su vista iba de un lado para otro, recorriendo entre los árboles por si veía a alguien. Y como si lo hubiera estado buscando, encontró al chico rubio, el cual jugaba con el agua de un pequeño riachuelo. Lo miró por un momento, y al percatarse que el contrario aún no se daba cuenta de su presencia, carraspeo para llamar su atención y éste se levantó inmediatamente como un resorte.

— Ho-

No pudo terminar de hablar ya que unas diez flechas de hielo que se encontraban en forma de media luna sobre el menor lo apuntaban de una forma peligrosa.

— Espera. — advirtió apresurado al notar al más bajo dar un paso hacia él.

— Estoy sorprendido, nunca había hecho tantas flechas en poco tiempo. — comentó el rubio. El mayor lo observó un momento, de alguna forma le recordaba a un niño, ni siquiera tenía la intención de atacarlo en ese momento.

— Felix. — lo llamó.

— Dime. — le contestó por fin mirándolo.

— ¿No me atacaras? — le preguntó de forma obvia, el menor pareció salir de su trance.

— Supongo que sí. — respondió algo distraído — Prepárate.

— De acuerdo. — de repente, alrededor de Woojin, unos tallos enormes nacieron del subsuelo, creando así una barrera que lo protegía.

— Está bien, tú ganas. — manifestó el rubio, deshaciendo sus flechas y volviendo a agacharse para jugar con el riachuelo como en un principio.

A pesar de sentirse desconcertado, el mayor no pudo evitar querer sonreír mientras hacía desaparecer los tallos.

—  Tierno. — susurró con una sonrisa mientras empezaba a correr.

Y en esos momentos no pudo evitar encontrarse con el chico electricidad, Hyunjin, quien lo miraba fijamente como si lo hubiera estado esperando un buen rato.

— Pensé que nadie vendría. — admitió y su rostro cambió radicalmente a uno más brillante y sonriente, comenzando a emanar un rastro de luz.

— Hola. — anunció con un tono de voz bastante amigable — Adiós. — añadió con una sonrisa ladina.

El suelo empezó a temblar y de éste una roca enorme salió. Woojin la lanzó con dirección al menor, sin la intención de hacerle daño, pero no había calculado bien y lo único que hizo Hyunjin, fue agacharse y tirarle un rayo causando la explosión de la roca, la cual cayó en miles de trocitos por todo el lugar y originó demasiado polvo para sus vistas, por lo que se tuvieron que proteger colocando sus brazos como una barrera.

— ¡Wow! — gritó emocionado el menor mientras se levantaba del suelo y se limpiaba la ropa del polvo.

— Es increíble. — manifestó  admirado el mayor, haciendo lo mismo.

— ¿Qué esperas? Escapa, con esa piedra ya me habrías matado. — confesó Hyunjin con una sonrisa brillante. Y el mayor pensó que ese chico realmente parecía un ángel sacado de un cuento.

Woojin asintió para así irse corriendo del lugar, llegando sin más dificultades al viejo árbol.

— Pasó algo increíble. — contó emocionado a los instructores, lo cuales lo miraron interesados.

— ¿Fusión de poderes? — interrogó Namjoon.

— Como es que . . .

El menor lo miró desconcertado, como si aquel hombre hubiese leído su mente sólo como Chan podía hacer. Pero borró todo tipo de pensamiento erróneo de su cabeza. Él y los príncipes eran los únicos con poderes en ese lugar, no podía ser otra cosa.

S T R A Y : 𝒑𝒓𝒊𝒏𝒄𝒆𝒔 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora