Svellia, día 13 de la Sexta Era, año 1078.

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Amanece un nuevo día junto a Lorenzo de Silva.

Tras un par de días de camino, me embarqué en una nave que partía hacia las tierras del duque. En un pequeño pueblo de pescadores hay un puerto donde pagué a un capitán de navío mercante para que me llevara a la ciudad. Aunque al principio mostró reticencias por la limitada cantidad de dinero que podía darle, sobre todo por el reciente ataque del Kraken que ha provocado que los precios para ir allá se disparen por el temor a perder toda la mercancía, ha aceptado llevarme hacia allá.

Hace dos días, visualicé por primera vez la capital. Está situada en un gran islote unido por un pequeño istmo a la tierra que está fuertemente guarnecido y protegido por dos grandes portones vigilados por torreones. Una enorme muralla de piedra rodea la ciudad, incluyendo los cinco puertos repletos de naves mercantes, de pesca y de guerra, que están recelosamente vigilados por enormes faros armados con petrolobos y soldados que no permiten el paso de enemigos en los puertos. Una nueva muralla guarda varias fanegas de campos de cultivo para evitar el hambre en caso de asedio. La imponente fortaleza de Lorenzo de Silva corona el centro de la ciudad.

Cuando llegué a la ciudad, solicité una audiencia con el señor. Al cabo de un día me vino a ver un marinero de las Tierras del Norte llamado Kläûs, que al parecer era uno de los hombres de confianza del duque. Curiosamente era un antiguo amigo de Arlok Skizo, mi antiguo capitán y rey pirata, y tras una pequeña entrevista me dijo que Laurentius Sorian me estaba esperando. Me llevó a la fortaleza y tuve tan ansiada audiencia. Al parecer, ya había anticipado mi llegada, pues él mismo había mandado un barco para recogerme poco después de que partiera en otro para allá, al enterarse de la desaparición de los Esmirna. Curiosamente, podría no haberme costado la horrible suma que he tenido que pagar para embarcarme.

Probablemente más de uno se cuestione como es posible que el Señor de la ciudad pueda anticiparse la llegada de un foráneo. Lo cierto es que, para ser sincero, le envío algunas copias de estos manuscritos con la esperanza de que algún día se puedan publicar, y muy probablemente uno de ellos tratara sobre la desaparición de los Esmirna. No busco fama, pues dudo mucho que alguien esté interesado en saber algo sobre la vida de un insignificante judío que escribe sobre su vida... lo que realmente deseo es que mis descendientes sepan quién fui, qué signifiqué para ellos en esta época tan turbulenta.

Soy Aaron Ben Haarke de Mestaria, llamado Aryon por los míos, hijo de Haarke Ben Shmuel. Y no pienso ser asesinado por el paso del tiempo. 

Memorias y otras batallasWhere stories live. Discover now