ᴅɪᴇᴄɪséɪs

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Camila:

Hoy era el primer día libre, desde que comenzó la competencia. Nos dejaron hacer lo que quisiéramos en la mansión después del desayuno. Pero el problema era que no sabía lo que quería hacer exactamente.

Kiara me había invitado a unirme a ella, Kennedy, Yasmine, Kathy y Mary para nadar en la piscina, pero me excusé, porque no estaba de humor para hacerlo. Mientras que Cecilia, Bianca, Hanna, Sierra, Felicity y Josephine decidieron ver una película en la sala de cine de la mansión.

Así que ahora estaba en mi gran habitación, sola y acostada en la cama solo repasando algunos pensamientos. Pensé en mis difuntos padres, pensé en Zoey y me pregunté qué estaría haciendo en este momento, y recordé mi vida antes de terminar en las calles. También pensé cuán drásticamente había cambiado mi estilo de vida desde que llegué a la Mansión Jauregui.

Mi tren de pensamiento fue interrumpido, cuando escuché un suave golpeteo en la puerta de mi habitación. Me senté lentamente y miré hacia la puerta, mientras esperaba a que la persona que estaba parada detrás de ella se revelara al hablar. Pero para mi consternación, siguieron golpeando, y un poco más duro esta vez.

Me arrastré fuera de mi cama y fui hacia la puerta para contestar. Abrí la puerta para encontrar a Lauren de pie detrás de ella, vistiendo una blusa azul claro con unos vaqueros ajustados color azul oscuro, sonriéndome cálidamente.

—Hola, espero no haberte molestado.

—Oh no. —Negué con la cabeza, mostrándole una pequeña sonrisa—. Adelante. —Abrí más la puerta para que Lauren pudiera entrar. Me aparté de su camino y me volví hacia ella, expectante, y la vi mirando a la habitación y asintiendo para sí misma como si estuviera satisfecha con ello.

—¿Estás bien quedándote aquí? ¿Te gusta tu habitación?

—Lo estoy —asentí—. Y sí, es más de lo que podría haber pedido.

—Me alegra que estés disfrutando tu estadía aquí, —me mostró una sonrisa genuina.

—Realmente es un lugar magnífico, Lauren. Quiero decir, ¿cómo no podría? —Sonreí tímidamente—. De todos modos, ¿qué te trae por aquí?

—Esto, —dicho eso, Lauren sacó un ramo de rosas amarillas detrás de ella, haciéndome abrir los ojos. Llevó el ramo de flores hacia mí para que lo aceptara y lo hice dudosa.

—Um, ¿a qué se debe esto?

—Una disculpa, —respondió, metiendo las manos en los bolsillos. La miré con curiosidad, lo que hizo que se explicara más a fondo—. Por ser tan imbécil contigo. Sí, estaba cuidando de ti, pero creo que podría haber sido más agradable al hacerlo. Y como dijiste, puedes cuidarte a ti misma en lugar de que alguien más lo haga por ti.

—Lauren, no tienes que disculparte. —Negué con la cabeza, devolviéndole las flores—. Está bien. Además, no has sido una imbécil conmigo por un buen rato así que está bien. —Me reí suavemente.

—¿Realmente quieres que devolvérmelas? —preguntó Lauren con una ceja arqueada, mientras miraba hacia abajo a las rosas que le ofrecí para que se las llevara.

Recordé que mi madre me había enseñado que nunca deberías devolver un regalo que se te ha dado, ya que se considera de mala educación—. ¡Oh, lo siento! —avergonzada por mis acciones, acerqué el ramo hacia mi pecho. Mi mirada cayó al suelo y comencé a morder mi labio inferior.

Lauren soltó una risa leve, lo que me hizo mirarlo y prácticamente pude sentir que me volvía roja por la mortificación. Pero tenía que admitir, que tenía una risa adorable.

The Jauregui's Dolls. Where stories live. Discover now