Ángel guardián.

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Finalmente estaba allí solo. Con el cuerpo de Castiel a sus pies. Sus manos temblaban y por mucho que apretara los puños no se detendrían. Intento recordar como respirar cuando cayó en cuenta de lo que sucedía. Cas estaba muerto.

Su corazón dolía demasiado, como si realmente alguien lo hubiese apuñalado también. Mientras un nudo en su garganta se formaba, anunciando las lágrimas próximas. Intento retenerlas, y cayó de rodillas a un lado del ángel.

Esperaba. Esperaba que abriera los ojos de repente y diera un respiro profundo de vuelta a la vida. Esperaba una luz del cielo. Esperaba... que esto fuese una pesadilla y despertará asustado por la presencia del ángel observándole inocentemente.

Nada paso.

Nunca estuvo en esta posición, no realmente. Pero rogó. Rogó, suplicó, juró entregar su vida... Dios tampoco hizo nada. Pero el siempre traía a Cas de vuelta, ¿No? ¿Por qué no lo hacía ahora? ¿Por qué no le devolvía el aliento al indefenso ángel a sus pies? ¿Por qué no tenía piedad de este hombre de rodillas que suplicaba por una vida?

Logró estirar su mano y atreverse a tocar la del ángel. Fuego contra hielo. Esto solo eran los restos de Jimmy, no había nada de Castiel allí.

- ¿Cas? – Llamó.

Se sentía como el niño de cuatro años que una vez fue. Levantándose en la madrugada, reviviendo todo su dolor en pesadillas y creyendo que jamás ocurrió más que en lo onírico. Despertaba en una gran cama de motel. Papá abrazaba a Sammy en medio de la cama y colocaba su brazo sobre la cintura del pequeño Dean, solo para asegurarse de que aun siguieran allí. Papá callaba sus pesadillas abrazándolos. Entonces, poco a poco, los verdes ojos del pequeño de cuatro años se adaptaban a la oscuridad. Aún tenía lagrimitas acumuladas. Dean miraba a ambos lados. En su inocencia y confusión esperaba que su madre estuviera en una cama aparte, o detrás de la puerta del baño. Pero la luz del baño no se colaba bajo la puerta, no había nadie allí. Y no existía otra cama al lado de la que papá, Sammy y él compartían. "¿Mamá?" Llamaba en medio de la oscuridad. Nadie contestaba. Pero entonces sentía la mano de su padre arroparle y limpiar sus mejillas húmedas. "Duerme, pequeño".

Castiel tampoco respondía a su llamado. No había papá que le arropara, ni quien apartara sus lágrimas. Esas mismas lágrimas que llenaron de puntitos oscuros la gabardina del ángel. Porque ya no era un niño, pero sentía el mismo dolor que hace tanto tiempo derrumbarle el alma.

Pero, ¿Realmente merecía que Cas le contestara? Le había tratado mal. Pensaba que estaba loco por aventurarse con una mujer también loca, todo por un niño que ni siquiera era suyo y representaba todo el mal que existía. Ese niño era el fin, y Dean creía que Castiel era un loco por creer en él. Vio el dolor en sus ojos por la desconfianza y sin embargo, no le importó. ¿Realmente merecía al ángel?

Incluso puede que Castiel no quisiese regresar. ¿Qué tal si simplemente se había cansado?

Miles de preguntas, pensamientos sin rumbo, momentos vividos se arremolinaban en su cabeza, estallando en lágrimas y suplicas a un Dios que no parecía estar disponible. Se aferró a esa mano fría, deseando haberla sostenido así antes. Deseando que su presión fuese devuelta. Deseando que su nombre fuese pronunciado en ese tono profundo y le dijese que no comprendía su mundo.

¿Cómo iba a vivir ahora?

¿Quién puede vivir sin su ángel guardián? 

Want you back.Where stories live. Discover now