Cassette.

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Tenían al chico. Una bomba de tiempo para Dean, un inocente aliado para Sam. Jack parecía desubicado, perdido y un poco roto al saber que se encontraba solo sin sus padres. Era de esperarse que intentara imitarles y adaptarse a los Winchester. Lo que resultaba tremendamente incómodo para Dean.

Sam le dijo que el chico había dicho que su padre era Cas, que él lo había elegido. El ángel no era su padre biológico, pero Jack era tan similar que asustaba. Y por mucho que intentara olvidar porque la vida le sabia a tan poco, Dean tenía este constante recordatorio. Esto lo estaba desgarrando lentamente, desde lo profundo.

El muchacho era el fiel reflejo de Castiel. Preguntas por todo, conclusiones demasiado literales, asombrado de cada pequeña cosa nueva en su mundo. Cada vez que el cazador lo veía, no podía dejar de pensar en el ángel.

Su llegada al bunker, no mejoró las cosas. Aunque Dean no lo veía todo el tiempo, ya que tenía su habitación, Jack vestía la ropa de Castiel, lo que convertía cada encuentro en una lucha contra el dolor. La camiseta de Led Zeppelin que perteneció una vez a Dean, y luego paso a manos del ángel, ahora la llevaba el nephilim. El cazador sabía que pronto se llenaría de su aroma y perdería el del ángel, que esa camiseta jamás volvería a ser del ángel.

Dean había tratado de ser más civilizado. Cuando en realidad, deseaba cerrar el cuarto de Castiel bajo llave, alejar al chico de todas las pertenencias que no era merecedor de tocar.

Puede que Dean solo lo evitara, pero Jack sabía que no le gustaba nada su presencia allí, y aunque Sam era amable, era difícil de sobrellevar. Estaba solo, con dos hermanos que no conocía y en los que su madre no confiaba.

Puede que la confirmación de ese rechazó para con el nephilim se dejara ver por un simple cassette. No era un simple cassette para Dean ni para Cas. El joven lo había visto mientras tomaba otra de las remeras del ángel, dentro de una caja que reposaba sobre el escritorio abierta. El nombre de Dean estaba en él, a pesar de que esas eran cosas de Castiel. Jack revisó el cassette sin saber que era, nunca había visto uno. Fue entonces cuando el dueño original lo vio, llenando instantemente de furia.

- ¡Deja eso! –

- Solo estaba mirando las cosas de mi padre... – Se defendió.

- ¡Castiel no es tu padre, Lucifer lo es! Tú no tiene ningún derecho de meterte con las cosas de Cas. – intento arrebatarle el regalo de las manos.

Pero fue entonces cuando el cassette se cayó, rompiéndose. Era un regalo, un regalo especial para Cas, y ahora no servía más que para ser tirado a la basura.

Dean levantó su mano, a punto de golpear al chico. Pero Sam intervino.

- ¡Dean! Fue un accidente.

- ¡Sácalo de esta maldita habitación! – Demandó.

Sam sacó a Jack, prometiéndole que solucionaría esto, que Dean se tranquilizaría y todo estaría bien. Pero al nephilim le había quedado claro que no era deseado aquí y esto solo lo había empeorado.

El chico se hundió en su cama, fantaseando con tener otro lugar al que escapar. Un lugar en donde alguien le quisiera. Para cuando abrió los ojos, estaba en casa. Su casa. El lugar que Cas y Kelly eligieron para que viviera. El mural con su nombre estaba frente a él, y en la parte inferior, descubrió las huellas de las manos de sus padres. Azul y rojo. Derecha e izquierda. Como un niño, amoldó sus manos a las de sus padres. ¿Por qué le habían dejado solo en un mundo tan confuso? 

Want you back.Where stories live. Discover now