Peleas.

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- ¡Él lo manipulo prometiéndole un paraíso en la tierra! ¡Cas le creyó! ¿Y cómo terminó? ¡TERMINÓ MUERTO!

Jack podía escuchar cada palabra. Cada puñalada que dolía más que una real. Lo peor de todo es que tenía razón. Tal vez no era el buen niño que su madre creyó y no era capaz de cumplir los sueños de su padre. Quizá solo era un fenómeno como Dean decía.

Se sentía culpable por las muertes de sus padres, intentando reprimir el dolor; pero ahora también era culpable de las peleas entre los hermanos. Sentia que cada cosa que hacia lo arruinaba, y no existía realmente alguien que lo guiara. Se supone que Castiel estaría para ello.

Deseo que estuviera allí. Que Dios se lo devolviera como Sam le había comentado que lo hacía. Si su padre estaría allí no se sentiría tan solo, ni desamparado, mucho menos perdido. Él sería su pilar, quien acomodara sus ideas y le arropara antes de dormir.

Ojala estuviera allí para secar las lágrimas que caían mojando sus mejillas.



Dean se encerró un día más en su habitación. Ya no soportaba a Sam tampoco. La música a todo volumen acallaba el mundo que le rodeaba y odiaba. "Somewhere Only We Know" sonaba en sus auriculares.

La vida era dura y ya había pasado por lutos demasiadas veces. Desde su madre hasta su mejor amiga habían caído. Pero nunca se sintió de esta manera. Siempre había algo por lo que seguir, Sam, papá, el mundo... algo. No sentía que tenia nada de eso. No existían reales motivos por los que seguir respirando, como si Castiel le hubiese arrancado el alma en el preciso momento en que cerró sus ojos.

Masajeó sus cienes, intentando sacar ese nombre de su mente y su corazón. Él estaba en su corazón. Lo había sentido romperse en el momento en que el ángel cayó a sus pies, podía apreciar cómo se desangraba ahora mismo.

En los años que paso con Castiel y con las veces que se distanciaron o murieron, ninguna fue como esta. Cada día que pasaba sin que él volviera era un clavo más a su cruz de sufrimiento. Dios no iba a devolvérselo por mucho que le suplicara. No esta vez.

Miró la foto apoyada en el velador de su escritorio. Jo, Ellen, Sam, Bobby, Cas y él. El ángel tenía esa mirada seria pero curiosa en el fondo, con sus brazos a los lados como en una formación militar.

Desearía tomar una foto así de nuevo, pero la mayoría de los que se plasmaban allí ya no estaban. Pero Cas era un dolor especial y le estaba carcomiendo como un parasito. Muchas veces había dudado de sus sentimientos por el ángel. La negación era más fácil que el rechazo. Pero todo quedó claro en su mente en este último tiempo, cuando el fuego consumió el recipiente de quien llamó su mejor amigo.

Le amaba y esa bomba explotó en su interior con toda la intensidad. Pero él jamás lo sabría. Había perdido la esperanza de finalmente ser un poco feliz. Descubrió que lloraba cuando un sollozo complico su respiración.

Sam abrió la puerta de repente, a punto de continuar con su discusión. Pero se paralizó al ver a su hermano aferrado a sus piernas como un niño, llorando como jamás lo había visto llorar. Abrazó al rubio, dejando que se aferrara a él.

Dean estaba tan roto que ni siquiera sabía hacia donde escapar. 

Want you back.Where stories live. Discover now