16. En un lugar público

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Joel 23
Erick 21

(Me la pela lo de lugar público, ya escribí xd)

En medio de la paranoia más grande del mundo, todos los medios de comunicación cayeron, cada servidor, cada persona se encuentra incomunicada. Catástrofe total, desencadenando una serie de delitos a sangre fría, bandos que se cuidan entre ellos buscando la supervivencia del más apto, o el más desalmado, quien mate primero.

- ¡Corran mierdas, no pienso usar otro cuchillo hoy!

Erick Colón, soldado, la catástrofe lo tomo a él y a miles de muchachos en medio de sus entrenamientos para servir a su Nación.

- ¡Al sótano, al sótano!

Todos se refugian evadiendo las miradas del bando que los venia siguiendo ya hace tres cuadras. No lograron robar mucho pero esas doces latas de atún servirían.

Respiraciones agitadas, sollozos, miles de ruidos mezclados en esas cuatro paredes.

- Joel casi se desmaya al verte -le dice bromeando su mano derecha, Zabdiel de Jesús, ambos admitidos en la escuela militar por recomendación.

Su amigo le palmea el hombro mientras se sienta al frente suyo.

- ¿Cuánto hace?

- Dos meses y algo más.

Zabdiel ríe mirándolo ingenuo.

- Se le va a caer el pene.

- Me extraña que no haya mandado a nadie en estos días.

Ambos dejan de lado su expresión vacilante.

- Está tramando algo -murmura Erick analizando los patrones que su novio a presentado.

- ¿Podrás sacarle algo?

Erick bufa mirando sus botas desgastadas por las miles de corridas que han sufrido en tan corto período.

- Supongo que si.

Erick mira a los muchachos un tanto más relajados y aclara la garganta mientras se pone de pie.

- ¡Hoy tocan pisos superiores!

El cuarto se llenó de sonidos eufóricos. Consideraban los pisos superiores la mejor de las suertes y más en días de búsqueda.

Todos victorearon alto cuando Erick abrió el compartimiento que los transportaba al los afamados pisos superiores.

Zabdiel se acercó a Erick.

- Todo lo que sirva para destruirlo Erick.

- Bien.

- Piensa con la cabeza, no con tu pene.

- Vete ya.

El compartimiento se cerró, el ojiverde dejo caer su cuerpo contra uno de los muebles, tomó una almohada y río a carcajadas contra ella.

- Te odio.

Unos toquidos, los toquidos. Alertaron a su cuerpo de que había alguien en la puerta. Alguien del bando de Joel.

Camino hasta la puerta sin separar de su mano su arma.

- ¡Déjala y vete!

Gritó alto y claro. Más nadie respondió hasta luego de dos minutos, su mente los había contado.

- Amor mío, abre.

Podría reconocer esa estúpida voz en donde fuese.

Soltó el arma lanzandola sobre una mesa, a regañadientes abrió la puerta.

- Joel.

- Doce latas Erick.

Joel paso mirándolo con furia, Erick cerró detrás suyo.

- Ni falta te harán.

- Ambos tenemos bandos que proteger idiota -río irónico.

- El tuyo quiere acabar con todos los que no piensen como ustedes -murmuró siguiendo su tono.

- Hitler es una gran comparación.

Ese idiota lo exasperaba.

- Besame el culo -escupió molesto Erick tomando su arma.

- A eso vine.

Las caderas del ojiverde impactaron con la pared y sus manos fueron con fuerza empotradas contra la pared. La rasposa lengua del rizado le recorrió el cuello mezclando su calida respiración con sus manos entrelazandose.

- Doce latas -dijo entre gruñidos mordiendo su clavícula.

- Superalo idiota -entre gimoteos y búsquedas de aire ahogadas.

Joel siguió deleitándose con su clavícula dejando marcas que lentamente se iban haciéndo violáceas, amaba que la piel de Erick fuera rápida en reaccionar.

Sus manos le bajaron el jean gruñendo por la dificultad que estos le causaban.

- Creí que- tu pene se había caído -sonrió de lado buscando sus labios.

Sus labios se unieron con necesidad, brusquedad, Joel mordisqueaba su labio inferior, Erick enredaba sus lenguas. Sus cuerpos de friccionaban a la par sintiendo sus erecciones doler.

- Aún no -rió mirando las manos pequeñas de Erick rasguñando su pecho.

Ambos se marcaban, lo odiaban pero, sabían el fin.

- Planeas algo... -sus palabras se cortaron por un gemido al sentir sus pantalones totalmente abajo. Su muslo era tanteado por la erección de Joel. Cerró los ojos disfrutando de la felacion por sobre la tela.

- Oh cariño, planeo acabar contigo, y los tuyos. Tal vez no contigo pero si con los tuyos -lamió su mejilla mientras su mano se colaba dentro de la bragueta de Erick buscando con impaciencia su entrada. El ojiverde gimió agudo mientras con un salto aferraba sus piernas a las caderas de Joel.

-No necesitas preparación, me encantas.

Sin más unió sus labios para acallar la voz de Erick mientras entraba en él.
Lo dejo acostumbrarse, Erick apoyo su cabeza contra su hombro hundiendo sus uñas en su espalda.

- Mierda muevete.

Obedeció siguiendo un ritmo lento que lo mataba.

- Parece que lo disfrutas.

Joel no respondió, mordió sus hombros penetrando más fuerte en Erick dejándose cegar por como el ojiverde lo aceptaba y se deleitaba con él.

- Más...

Oh claro que le daría más, sus cuerpos chocaban con más frenesí cada vez.

- Joel.

- Perfecto como fetiche -una estocada más en ese punto dulce- Que te vengas diciendo mi nombre.

- Hijo de...

-¿Puta? -Sonrió viéndolo apretar sus labios.

- Joel... -gimió liberándose- te odio.

- Déjame acabar y hablamos.

Su cuerpo parecía un trapo siendo embestido sin piedad, hasta que Joel también pudo llegar.

Joel lo cargo y se sentó con Erick sobre su regazo, este apoyo su cabeza en su pecho.

- Déjame salvar a Zab.

- ¿El rubio?

- Es bueno en todo.

- Erick.

- Lo que es supervivencia.

- Llamalo.

Zabdiel volvió al sótano muy confundido, algunas explosiones, llantos y fuego.

Definitivamente los más desalmados eran los únicos sobrevivientes.

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