Parte 3

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Cuando despierto y enciendo mi teléfono, hay una cantidad innumerable de mensajes de parte de Simon. Son más de las seis de la mañana y él sigue pensando en el maldito artículo del que no he logrado escribir absolutamente nada y me siento frente a mi escritorio para pensar en algo que entregarle a Margaret.

Después de leer una cantidad insospechable de artículos sobre la importancia de un ligue de una noche, me doy cuenta de que difiero de mucha de esa información supuestamente creada por expertos, definitivamente, esto no es lo mío. Recibo un mensaje de Simon media hora después y aunque pienso seriamente si salir con él o no, me termina convenciendo cuando se aparece frente a mi puerta con una bolsa de doritos y dice:

—Vamos a correr. Necesitas tonificar ese trasero de abuelita.

Prefiero guardarme mi comentario.

Tengo demasiado tiempo de no salir a correr con Simon y estoy comenzando a recordar el por qué preferí alejarme de él a la hora de ejercitarme. Es un tanto vergonzoso como muchas miradas femeninas se postran en nosotros, gracias a él, que está sin camisa, bajándose la goma del pantalón deportivo para mostrar su perfecta V bien tonificada junto a su tatuaje de serpiente, uno de los tantos que tiene, es algo así como un periódico andante.

Simon se agita el cabello castaño cubierto de sudor y se tira agua sobre la cara obteniendo risitas y coqueteos de las féminas presentes, algo que no puedo evitar me resulte gracioso todo el tiempo. A él le gusta mostrar su cuerpo y ser el objeto sexual de las mujeres, es algo así como su pasatiempo. Yo soy todo lo contrario a Simon, a mí no me gusta llamar la atención, todavía no comprendo cómo fue que llegamos a ser amigos. El primer día que lo conocí chocamos en la cafetería, derramé mi café sobre sus pantalones y él su dónut azucarado sobre mi camiseta, me llamó mojigato y yo le dije que él parecía actor de una mala película porno. Al cabo de una semana compartiendo cubículo nos dimos cuenta de que teníamos bastante en común y en un mes estábamos viendo partidos de fútbol en la sala de mi casa o jugando mini golf en el patio de la suya.

—Escucha —mi amigo habla a mi lado distrayéndome de mis pensamientos unos instantes, llevábamos algunos treinta minutos en este lugar y al ver en su dirección señala con su barbilla un sitio a lo lejos— Mira esas chicas. —No dudo en hacerlo, ellas nos están viendo, pero eso era normal, es a él a quién miran—. No, no mires ahora.

—Maldita sea Simon —espeto, viendo en otra dirección cuando ellas curvan sus labios en algo cercano a una sonrisa y agitan sus dedos en el aire formando un saludo— eso me hubieses dicho antes.

—Roger, cuando te señale a alguien, nunca —hace énfasis en esa última palabra— escúchame bien, nunca, mires en esa dirección... mucho peor si son chicas. ¿No lo entiendes? No te debes mostrar interesado explícitamente.

—¿Entonces... para qué...? —ruedo los ojos, respiro hondo y me limito a seguir mi camino— ¡ah! Olvídalo.

—Te decía que las chicas de allá te están viendo. —Una risa irónica se me escapa, no fue intencional, pero es inevitable cuando escucho algo de este tipo y mucho más proveniente de Simon.

—No me están viendo a mí, te están viendo a ti, Simon. —Parece que él no supiera que sus tatuajes en la espalda, el brazo y la pelvis llaman suficiente la atención cuando se tiene ese cuerpo tan tonificado y estás casi desnudo. Bueno, no es que yo tenga mal cuerpo, de hecho, estoy bastante conforme, aunque ahora no me ejercite a menudo, hace un par de años sí lo hacía como una terapia antiestrés, pero nunca fui del tipo que muestra su cuerpo en público, a mí me gusta cubrirme de pies a cabeza, llevo un jersey algunas dos tallas más grandes, un pantalón deportivo lo suficientemente ancho y un gorro en la cabeza porque no quise peinarme el cabello.

¿Cómo (no) conseguir un ligue de una noche?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora