Parte 11

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Como si no fuese suficiente cargar con la humillación de que mi novia de toda la vida me hubiera dejado por alguien más, ahora tenía que escuchar sobre ella y el hijo del millonario holandés en todos los canales, medios de comunicación y sitios de internet. Porque al parecer no es suficiente con hablar del tipo que está llevando a cabo un proyecto de agua potable en África, si no, que todos hablan de la nueva chica que «le había robado el corazón»: Sara.

Y no fue todo, la cereza que colmó el helado de mi vergüenza, fue recibir en mi correo la nueva edición de «Hombres al poder», con la cara del hijo de millonario holandés en la portada, el tal Koen Van Brouwer —o como sea—. Maldita Margaret. Sé que todo esto lo hizo a propósito, cada cosa a la que ella le dedica tiempo con tanto esmero es por un motivo sucio, ya lo tenía planeado, por eso me había invitado a mí y no a Simon, quería que lo viera, para al día siguiente restregarme al tipo ese en la cara.

Aunque Simon se encargara de defender su nombre todo el día y decir que en realidad ella no tenía idea de lo que había pasado, yo la conocía lo suficiente. Así era la jefa dragón, capaz de hundir a cualquiera cuando se le da la gana.

—Todos sabemos que Margaret es el diablo en tacones, pero yo sí le creo. Si Sara salía con un tipo cuando todavía estaba contigo, no me sorprendería que también le haya mentido a Margaret.

Eso fue lo que dijo, pero hasta este momento no me había hecho cambiar de opinión. Mañana me presentaría renovado, iba a dejar que estos dos hicieran lo que quisieran con mi imagen, pero me presentaría especialmente a dejar mi carta de renuncia. Ya estaba decidido, iba a dejar la maldita revista, por mi bien, por el de Margaret, por el de todos.

—No vas a dejar la revista, Roger —escucho a Simon. No le presto atención, no me giro hacia él, no me muevo, no hago nada. Principalmente, porque era su firma que figuraba en la base de la entrevista, algo que me ocultó todo este tiempo—. Margaret dice la verdad, yo ni siquiera sabía que Sara te ponía el cuerno con ese sujeto y si la jefa dragón sabía me lo hubiese dicho.

Una risa irónica se me escapa.

—No te preocupes Rogelio. Así es la vida —interrumpe Estebano, tecleando en su iPhone, había venido con él al lugar que me había recomendado, una estilista amiga suya. Algo caro y costoso que no me importó pagar por el veneno que contenía mi alma gracias a Sara, Margaret y el hijo del millonario holandés— a veces te dejan por algo mejor, pero qué se le va a hacer.

Cierro los ojos un momento para evitar perder el control con este tipo.

—Escúchame Roger —Simon, de nuevo— ahora más que nunca tienes que demostrar que donde Sara deja las bragas a ti no te importa en lo absoluto. Tienes que dejarle en claro que tú puedes conseguir a alguien mejor, que puedes follar con una mujer diferente cada noche y eso no se logra si dejas tu trabajo.

—Voy a conseguir otro.

—¿En un McDonald? ¿Ese es tu nuevo plan de vida?

Hasta un McDonald suena mejor que trabajar para Margaret en estos momentos.

No hablo, no muevo mi vista del punto blanco de la alfombra de felpa, sintiéndome patético y destrozado hasta la mierda. Él saca su teléfono y comienza a preguntarme cosas, datos, correo electrónico y contraseñas.

—¿Qué estás haciendo?

—Te creo un Instagram.

Dejo que lo haga, ni siquiera tengo ganas de contradecirle o de pensar en lo mucho que detesto las redes sociales. Que se divierta conmigo, ahorita no me interesa nada. Ya casi puedo visualizar a Simon charlando con mujeres desde mi cuenta riéndose a mi costa.

¿Cómo (no) conseguir un ligue de una noche?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora