Parte 8

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Leí un artículo donde decía que antes de cada cosa buena que te pase en la vida, vendrán cosas malas, terribles, caóticas. Si eso es verdad, significa que mi gratificación debe ser extremadamente increíble porque mi vida actual es una completa mierda.

No sé en qué momento a mitad de la reflexión que hacía con base en esas palabras me quedé dormido... sobre el teclado de mi computadora... en mi trabajo... frente a la oficina de Margaret, para ser exactos. Escucho su voz a lo lejos, después más cerca, hasta que finalmente doy un respingo en mi lugar cuando recuerdo que sigo aquí, mi cabeza choca contra el monitor y golpeo por accidente mi taza de café que, para suerte mía, ya casi había terminado y solo un poco de líquido es el que se derrama sobre mi escritorio. Por un momento estoy desorientado... no sé quién soy, ni qué hago aquí y ni siquiera sé qué fecha o en qué día estamos. Espabilo cuando escucho mi nombre en boca de la jefa dragón y después de aclararme la garganta me concentro en ella cuando me llama otra vez:

—Roger —Ella se detiene con su teléfono contra la oreja, me mira a mí y después al artículo— de una revista competencia cabe agregar —que está en la pantalla: «¿Por qué tengo una vida tan mierda?» así tal cual se lee en el monitor. En ese momento parece no prestarle atención aunque sé que lo ha notado, es la página del principal contrincante de «Hombres al poder»—. Es del hospital, algo le pasó a Simon y quieren hablar contigo —agrega.

Quiero cerrar la página web que se está mostrando, pero de inmediato pone su celular en mi oído y es entonces cuando sus palabras se reproducen de nuevo dentro de mi cráneo, dijo hospital y mencionó a Simon.

—¿Señor Santana? —Escucho una voz masculina del otro lado. Miro a la jefa dragón concentrada en mi monitor y no sé si alarmarme porque me pilló leyendo la revista competencia o porque algo le pasó a Simon, casi siento mi corazón golpearme en la garganta y el pulso detrás de mis orejas se vuelve más insistente— ¿Es usted amigo del joven Simon Montenegro?

—Yo... amm sí, ¿Qué pasa? ¿Murió? —Margaret me mira. Ahora se ha puesto atenta a lo que estoy hablando y aunque ya el artículo pasó a segundo plano, agradezco que ya no continúe leyendo. Aunque sé la reprimenda que me espera después.

—No —dice voz del hombre del otro lado de la línea—. Nada más fue arrollado por un vehículo, pero ya fue dado de alta. Necesita que venga a recogerlo.

«¿Nada más?» ironizo en mi mente.

—¿Qué pu...? —Creo que mejor me callo. Margaret se lleva la mano al pecho y me mira con el entrecejo arrugado. Aprovecho este momento de confusión de su parte, para ponerme de pie, cerrar el sitio web que estaba en mi pantalla y tomar las cosas que están sobre mi escritorio, sin ningún orden, solo las tiro dentro de mi mochila y continúo—: Disculpe, ¿p... puedo hablar con él?

—Me temo que no por ahora, señor Santana. Todavía se le están haciendo unos exámenes, pero en unos minutos estará libre para que hable con él todo lo que quiera. —Supongo que eso es algo bueno, al menos no se quebró algo o murió, porque de haber muerto no me estuviera diciendo que vaya por él, al menos que se refiera a ir por su cuerpo, pero esto sería a la morgue y no me han llamado de la morgue, que yo sepa.

Vaya, estoy pensando demasiado.

Me obligo a tranquilizarme porque ni siquiera sé qué es lo que ha pasado tampoco. Me acomodo la mochila en la espalda y balanceo el celular de Margaret entre mi mejilla y el hombro.

—Claro, yo... voy en camino. —Estoy dando unos pasos, pero recuerdo que es el teléfono de Margaret así que me regreso y se lo entrego cuando la llamada se ha cortado. Me está viendo con ese gesto que no logro descifrar, está confusa o molesta, no lo sé. Escucho que se aclara la garganta y antes de darle la espalda me vuelvo a ella:

¿Cómo (no) conseguir un ligue de una noche?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora