XI. Un día diferente

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*Aviso: el capítulo empieza siendo muy normalito, en la segunda parte empieza lo bueno.

Dicen que el amor te vuelve débil, te atonta, y te hace dar cuenta que existe hacia la otra persona un sentimiento fuerte e invencible.
Eso mismo le estaba pasando a Bia, desde que conoció a Manuel, ese sentimiento no dejaba de crecer, y cada día que pasaba, se enamoraba más del joven español. 
¿El problema? Su familia, que por desgracia, no tenían buena relación con los Urquiza desde hacía diez años.
Tras el día del accidente, todo acabó volviéndose oscuro.
Antes de aquel acontecimiento dramático, ambas familias compartían un vínculo muy especial, todo parecía de color rosa hasta que aquella noche rumbo a aquel concierto, los jóvenes sufrieron las consecuencias al desobedecer al patriarca de los Gutiérrez.
Por ese motivo entre Manuel y Bia no podría pasar nada, si eso ocurría, estaría traicionando los principios de su familia y no quería dar más disgustos ni Alice ni a Mariano.

- Buen día hija - dijo Alice, quién se encontraba en la cocina preparando el desayuno.

- Buen día mamá ¿Cómo estás?

Bia sabía perfectamente que ese día era distinto, especial y triste al mismo tiempo. Era el día en que Helena, su gran apoyo en la vida, cumpliría años.

- Bien cielo, estoy bien

Bia sabía que no era el mejor día para hablar con su madre sobre sus sentimientos hacia Manuel. Así que se sentó en la mesa y se dispuso a tomarse su café con leche, y un par de tostadas.

•••

Helena miraba detenidamente aquella foto que tanto recuerdos le generaban. Esa imagen mostraba a tres jóvenes con grandes ilusiones pero con sus miedos e inseguridades, miedo al no saber si el éxito les abriría la puerta, pero con esperanza al pensar que si luchaban por sus sueños conseguirían todo lo que se propusieran.

- ¿Estás bien? - preguntó un joven nada más entrar a la habitación de la brasileña.

- Si Thiago, ¿Los chicos ya se marcharon?

- Pietro tenía clase en la universidad, y Daisy fue al Fundom a preparar un vídeo para su canal. ¿Seguro que estás bien?

- Si obvio, bajemos a desayunar

Thiago conocía a la joven Helena, sabía todo acerca de ella, por ese motivo no se creía las palabras de su amiga, por más que ella le dijera que todo estaba bien, sabía que no era cierto, algo le preocupaba a la mayor de las Urquiza.

- Hoy es tu cumpleaños, ¿No quieres que hagamos nada especial? - preguntó Thiago mientras entraban al comedor.

- No Thiago, prefiero que nadie se entere que hoy es mi cumpleaños. Hagamos como que nunca existió Helena

- No me parece buena idea, deberías celebrar este día

La joven miró fijamente al brasileño, y segundos después apartó la mirada con mucha frialdad. Se preparó un café y se dirigió al piano, por la tarde tendría clase con Manuel y quería que todo saliese perfecto.

- Perdona si fui insistente, aún así creo que deberías plantearte lo que te dije

- Déjalo Thiago, hoy no es un día para hablar sobre festejos o celebraciones. Sí me disculpas debo ensayar para la clase

Thiago se despidió de Helena y se marchó al mercado, la joven mientras tanto, siguió ensayando su canción.
No se percató ni lo más mínimo de que a menos de dos metros, alguien acababa de entrar a la residencia en silla de ruedas.
Helena siguió tocando "Si vuelvo a nacer" una canción muy especial para las hermanas Urquiza, sus dedos tocaban con mucha suavidad las teclas del piano.  Cada vez que la pelirroja tocaba una nota diferente, sentía que se encontraba en otro lugar, la música la hacía desaparecer del mundo real y conectarse con sus emociones y sentimientos.
El joven se quedó perplejo al ver a aquella joven tocar y cantar esa melodía, al principio le costó distinguir quien era, ya no tenía melena, ni brackets, ni mucho menos esas ropas tan extravagantes que usaba. Ahora se había convertido en toda una mujer, y Víctor no podía creer que aquella persona que estaba viendo con sus propios ojos, fuera su gran amor de la adolescencia.

- ¿Helena? - preguntó Víctor tartamudeando.

Helena alzó su mirada extrañada, la habían llamado por su verdadero nombre y no Ana, que es como la gente la conocía ahora. Al verle, se asombró, se quedó paralizada al encontrarse cara a cara con él, con su gran amor y su aliado incondicional.

- ¿Eres Helena? - preguntó nuevamente el argentino, esta vez manteniendo un poco la calma.

Helena no sabía que responderle, ¿Que pasaría si le decía que sí? Tendría que darle muchas explicaciones y no era precisamente el día para hacerlo.

- Creo que estás equivocado ¿Quién es Helena? - preguntó la brasileña fingiendo que no conocía a Víctor.

- ¿Si no eres Helena, porque estás cantando esa canción? Es más ¿Como conoces esa canción?

Las preguntas de Víctor a Helena eran muy acertadas, no tenía escapatoria.
Helena se acercó al joven y le miró detenidamente. Verle en silla de ruedas, le causaba un dolor tremendo, la culpa la carcomía por dentro, y no podía hacer nada para remediar aquel error que cometió años atrás.

- Lo siento - fue lo único que la brasileña pudo soltar por su boca. Acto seguido se agachó para estar a la altura del joven y le abrazó con fuerza.
Víctor le correspondió el abrazo, se sentía muy desorientado, estaba abrazando a su gran amor, a quien pensó que había perdido años atrás.

- ¿Cómo es posible que...?

- Es largo de explicar Víctor, prométeme que no saldrás huyendo de aquí sin haberte contado todo. - dijo la joven pelirroja interrumpiendo la pregunta del mayor de los Gutiérrez.

- Durante años pensé que no estabas más en mi vida, y ahora que te encuentro... No me voy a separar de ti jamás, cuéntame todo, necesito que me expliques qué ocurrió aquella noche, quiero saber porque no has vuelto a tu casa, voy a entenderte y no te voy a juzgar. - dijo Víctor agarrando con fuerza la mano de Helena.

Un té de por medio, fue suficiente para que los dos jóvenes tuvieran una conversación larga sobre lo ocurrido aquella noche rumbo al concierto. Una conversación que despertó dudas en Víctor pero también las aclaró, una conversación donde ambos se dieron cuenta que su amor era mas fuerte que nada en este mundo.

•••

He vuelto chiquitines. Madre mía, la universidad te quita un tiempo increíble para dedicarte a lo que de verdad te apasiona, como lo es escribir.
He escrito este capítulo y lo he borrado unas cuantas veces, hasta que por fin he dado con algo que me convence. Espero que os guste tanto como a mí escribirlo.
Me encantaría que su reencuentro fuera así de espontáneo y casual.
Me despido y hasta la próxima. Dejarme en los comentarios que os gustaría que sucediera en los nuevos capítulos, así voy tomando vuestras ideas y hacemos que está historia sea de todos.

SilviaClandestina











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