ocho; taehyung

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La fibrosa carne de unos labios forasteros comenzaron a ascender desde su hombro hasta el expuesto y húmedo cuello desvaído que transpiraba desmedradas gotas garbas.

El clima había aumentado por encima de los 35 grados centígrados y su ropa inferior comenzó a encogerse.

Era el baile de primavera y por primera vez había conseguido una cita, o más bien, su molestosa vecina lo arrastró a ese evento ñoño por primera vez. No es que fuese asocial y mucho menos odiara al mundo, pero estaba tan seguro que aborrecía las fiestas estudiantiles.

Las manos de su vecina apretaron los bíceps por encima del traje y se movió en su regazo.

—Joder, estás tan bueno —gimió en su oído.

Taehyung no era ostentoso y fuerte como el resto de sus compañeros. Apenas media 1.78 de estatura y era señalado por ello. Su madre solía decirle que la nobleza no se medía por metros sino por la grandeza del corazón.

Tonterías.

Después de hacer ejercicio por más de tres meses, tenía a la porrista más sexy del instituto suplicando ser follada por él.

Joder, pero qué suerte.

Estaba ansioso. Quería tocar por todas partes, saborear su diminuta cintura y destrozarla hasta al amanecer.

Y lo hubiera hecho si no fuese porque su teléfono comenzó a vibrar en el bolsillo derecho de su pantalón.

—No contestes —Dijo Jihyo cuando Taehyung se reacomodó para atender la llamada. El pelinegro ignoró la petición de la porrista.

—¿Hola?

—Taehyung —La voz de Jungkook apareció en la otra línea.

—Jungkook —sonrió en breve—¿qué sucede?

—Necesito un favor.

Taehyung chasqueó. Estaba por iniciar la follada más épica de su adolescencia y el hombre al que embarazó le estaba interrumpiendo.

—Uhm. —Lo pensó diez segundos. —Por supuesto.

Jungkook pareció suspirar en la línea contraria.

—Gracias. En serio que necesito este favor. Comúnmente Jimin los hacía pero él tuvo que viajar de imprevisto a Japón y no ha vuelto él muy... en fin, quería saber si podrías conseguir kiwi en el supermercado.

—¿Kiwi?

—Eh si. Con queso, mucho queso y —se detuvo un poco y continuó—helado. También quisiera una pizza familiar y jugo de rambutan.

¿Eso acaso existía? El embarazo del hombre mayor le trajo problemas desde el sexto mes de gestación. Jungkook solía tener cambios de humor tan repentinos. Hace dos semana, Taehyung decidió hacer sus tareas en casa de Jungkook (mala idea). El castaño tropezó con la pequeña mesita de la sala de estar, derramando el líquido naranja del vaso en sus trabajos. Taehyung se levantó molesto y comenzó a gritarle al chico en cinta.

Taehyung no contó con el estrepitoso llanto de Jungkook. Se sintió mal al instante e intentó disculparse, pero él castaño dejó de llorar, tomó el vaso de vidrio y lo aventó al cuerpo de Taehyung. Si sus reflejos no hubiesen sido tan bueno, posiblemente aquel golpe lo hubiera marcado de por vida.

Bendito sea Jungkook y su mala puntería.

O también recuerda aquella vez donde Jungkook contrató a un chico prostituto para que lo follara. Pero esa es otra historia que Taehyung no quisiera recordar.

Jungkook continuó pidiendo una larga lista de alimentos. Taehyung descifró que eran los antojos nocturnos. Su madre, de igual manera los tuvo en algún momento de su embarazo.

—Oh si, también quiero nachos, chocolate, naranjas, carne de cerdo cruda y leche de fresa. Lo quiero ya, en este instante. Apresúrate, niño.

Taehyung carcajeó.

—De acuerdo. ¿Algo más, princesa del drama?

—Que me dejes de llamar princesa del drama.

—No creo que eso sea posible, princesa del drama.

Jihyo lo miró con sus cejas perfectamente delineadas alzadas. Escuchó toda la conversación y una punzada de celos le atravesó el pecho.

¿A quién llamaba Princesa su cita?

Taehyung le gustaba. Era un chico extrovertido y muy guapo, tenía esos ojos azules que brillaban con las luces fluorescentes de la pista de baile y una sonrisa encantadora y sincera.

—¿Quién te llamó, Tae? —preguntó con falso desinterés.

Taehyung la miró con sorpresa. Si se le ocurriera confesarle a Jihyo que había embarazado a un hombre nueve años mayor que él probablemente le contaría a todos los del instituto.

—Es mi tío Jungkook, el hermano menor de papá. Está embarazado y tiene algunos —muchos—antojos y quiere que le compre comida en el supermercado.

Jihyo no quedó convencida.

—No había escuchado hablar de él.

—Nadie lo conoce, uhm, —era el momento perfecto para vengarse—salió de prisión hace poco.

Jihyo se sorprendió.

—¿Qué hizo? —cuestionó nerviosa.

—Él... mató a su esposo. Mi tío Jimin falleció hace tres años.

—Lo lamento tanto, Taehyung, yo...

Taehyung le interrumpió. —Ahora iré a su departamento —suspiró— espero que no me asesine.

Jihyo agarró sus manos y lo miró directamente a los ojos.

—No te preocupes, yo te acompañaré. Si a ese loco se le ocurre hacernos daño, le echaré gas pimiento en los ojos.

Taehyung sonrió malvado y asintió.

Ambos dejaron la aburrida fiesta y fueron al supermercado. Taehyung consiguió todos los alimentos de la lista, excepto el rambutan, esa mierda solo la vendían en México y Ecuador.

Una hora más tarde, llegaron al hogar del hombre embarazado, Jihyo se sujetaba del brazo de Taehyung, temblando.

Y quizás, la chica salió corriendo del lugar cuando Jungkook abrió la puerta con unas mascarillas en su rostro, dándole un aspecto monstruoso.

Esa noche fue épica para Taehyung.




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