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Siempre fue consciente de que bebía diariamente vida y muerte mezcladas, pero nunca había sentido que el porcentaje de muerte aplicada a la interminable copa de su vida superaba a gran escala el de la vivacidad. Se sentía morir poco a poco. Le había tomado dos años descubrirla y cinco más para encontrarla nuevamente, y en ese minuto en que estuvo inmóvil viéndola partir solo pensó, resignado y triste, en cuánto tiempo más tendría que pasar para su próximo encuentro si de nuevo decidía dejárselo al destino. Pero ahora que un rayo de luna le iluminaba el camino y tenía la valentía para seguirla, caminaba tras ella aunque ya fuese cinco años tarde. Se sentía culpable y estúpido pero ese era el mismo aliento que le daba aire a sus pulmones y fuerza a sus piernas.

La endeble chica caminaba por las oscuras calles con la amenaza de desvanecerse en cualquier instante pero con la rectitud suficiente que aparenta no temerle a nada. Su cuerpo tal cual como lucía yacía por dentro, débil, hambriento y algo descuidado. Se reducía a un cuerpo, ahora más huesudo que cualquier otra cosa, vestido con unos desgastados converse negros que adornaban sus pies, un negro y viejo pantalón y una sudadera, del mismo color, cuya capucha era lo único que protegía su rostro del frío. Un cuerpecillo delgado y algo desnutrido que avanzaba por las oscuras calles, solitario y desolado, eso era lo que el veía desde los largos metros de distancia que lo separaban de ella. La veía caminar con la cabeza gacha y las manos entre los bolsillos. En ocasiones levantaba la cabeza para fijarse que nada la siguiera ni se interpusiera en su camino y era cuando este debía esforzarse más para no ser visto.

No supo cuanto tiempo exactamente estuvo caminando a sus espaldas pero sabía con certeza que más de una hora había pasado. Continuaba viéndola caminar a lo lejos, mientras las calles conocidas para él quedaban atrás y los barrios se hacían mucho más decadentes, oscuros, mugrientos y peligrosos.

—¿Hasta dónde piensas llegar? —Se preguntaba por lo bajo, viendo cómo mientras avanzaban el destino de la chica no sólo se hacía más cercano sino también más recóndito.

No tardaron mucho en encontrarse en un barrio pesado que, sin importar que tan desolado se veía, Trina parecía conocer muy bien. Incluso cuando su paso se hacía más inestable y parecía perder el ritmo, tanto que en ocasiones Aitor estuvo a punto de correr hacía ella y tomarla en sus brazos, ella permanecía caminando con seguridad. De un momento a otro la chica se giró hacia atrás comprobando que ningún auto estuviera cerca para cruzar la calle y por instinto Aitor se ocultó en la esquina más cercana tras un poste de alumbrado público. Desde allí el chico examinó aquella penumbrosa calle, descubriendo así unos pequeños apartamentos apretujados entre ellos y de semblante inestable, una pequeña tienda de herramientas bastante particular y en la esquina un establecimiento, igual de decadente que los demás, pero con mucha más iluminación. A su parecer era algún tipo de servicio público, pues una serie de medicamentos, implementos de primeros auxilios y vendajes yacían acomodados tras la única vitrina que tenía visibilidad. Aitor de nuevo se centró en Trina para verla avanzar por la calle. Sabía que estaba cansada, pues avanzaba lentamente y con mucha menos vivacidad de la que él ya había visto que le faltaba. La chica caminó hasta una pequeña puerta metálica y después de sacar unas llaves del bolsillo de su pantalón la abrió débilmente para después subir por las estrechas y poco iluminadas escaleras que se encontraban tras estas. Finalmente desapareció dentro de aquella edificación.

Lentamente Aitor salió de su escondite y observó a lo lejos la puerta por la que ella se había escabullido. No sabía que estaba haciendo realmente allí, pero tampoco sabía que estaba haciendo ella y aquello le causaba muchísima más intriga. No sabía ni siquiera quién era esta chica, no sabía porqué lucía tan mal, no sabía si era la misma que había conocido en el pasado y si sentía de la misma manera. Se podía decir que lo que le preocupaba más era no saber si ella aún lo amaba y esa duda lo mataría lentamente por dentro si no lograba saberlo.

Desencuentros; imgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora