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La existencia selectiva depende estrictamente de un foco de visualización que casi nunca existe y que casi nunca llega. Cuando un ser humano ya bastante afectado y entregado emocionalmente empieza a vivir para esos latidos acelerados de un corazón que siempre es traicionero y a tratar de existir para quién los produce, terminan existiendo para unos ojos que no ven, para unos cuerpos que no escuchan y también para unos corazones que no les pertenecen. Esto reduce su vivacidad a diez segundos semanales cuando una mirada incómoda se encuentra por accidente y se pierde, luego, por nervio o por desinterés.

Así vivió ella sus años de universidad, tratando de existir para él. Tan acostumbrada había quedado a aquello que imposible le era imaginar un mundo en el que existiera sola y que de su existencia rutinaria y rendida, pero independiente, naciera el encanto que en él produjera amor. Nunca lo creyó en sus idealizaciones nocturnas y nunca lo creyó mucho después, cuando aquello fue real y ella sola existió. Había despertado en la cama con él, inundada por su presencia y calidez, pero le seguía pareciendo profundamente improbable. Así que cuando despertara todo aquello solo habría pasado en la calidez de su sueño.

Para él, en cambio, lo extraño fue la tardanza de su regreso. Había pasado más de una hora y la adorable chica, ahora dueña legitima de su corazón, no había regresado. Se asomó a la ventana que daba a la calle y esperó impaciente por el retorno de la chica pero esta nunca recorrió la calle frente a él. Ya había pasado hora y media y seguía sin saber de ella. Revolvió entre el montón de ropa sobre su alfombra donde yacía la mochila de Trina y sus calcetines y tomó el primer saco que encontró. Cubrió su desnudo pecho y abrió la puerta de su casa. Esperó frente a la puerta con los brazos cruzados y titilando de frío, mirando de un lado a otro la calle para verla llegar pero tampoco apareció.

Por su mente pasó lo peor. Que ella de nuevo se había ido y que lo había dejado arrepentida de lo que había pasado la noche anterior o asustada de lo que podría pasar en las siguientes. Sabía que Trina era una persona profundamente impredecible, enigmática, aveces impulsiva pero sobretodo, emocional, y sabía que aún arrepintiéndose de lo ocurrido ella no se habría ido de ese modo, dejando sus pertenencias, sin decirle nada, engañándolo con un regreso solo para dejarlo esperando en una cama vacía. Sabía que algo le había pasado. No aguantó más y se vistió para salir. Se puso sus zapatos y se vistió con una chaqueta para protegerse del frío, tomó sus llaves y salió del apartamento.

Caminó hasta una de las tiendas más cercanas y ya conociendo al dueño del lugar le preguntó cómodamente si había visto a una hermosa chica, de negros cabellos y mirada perdida. Pero este no le dio la respuesta que esperaba. Caminó hasta la otra esquina en dónde dos tiendas aledañas yacían una junto a otra compitiendo por la atención de los transeúntes. Entró a la más cercana y preguntó lo mismo. Tampoco la habían visto. Al final entró a la tercera tienda y se acercó directamente a la caja en donde un joven mucho menor que él se encontraba sentado, o más bien resignado, en el asiento frente al mostrador.
—Disculpa, ¿de casualidad has visto por aquí a una chica como de veinticuatro, de cabello negro y largo, un poco alta, de ojos oscuros y...
—Sí, vi a una chica así.  —Los ojos de Aitor de inmediato se iluminaron.
—¿Y?
—No lo sé, no se veía muy bien, estaba pálida...
—Creo que ella es pálida natural —interrumpió él. El chico solo hizo una mueca y continuó.
—Okai... Tomó algunas cosas del refrigerador pero de verdad no estaba bien, se desmayó de la nada. Nunca la había visto en este vecindario por eso no supe a quién avisar y simplemente llamé a una ambulancia cuando vi que no reaccionaba. —El muchacho se alarmó empezando a temblar de inmediato.
—¿Qué? —Aitor elevó los brazos hasta su cuello mirando con desespero de un lado a otro—. ¿Sabes a qué hospital la llevaron?
—No pregunté.
—¿Y la ambulancia, viste de que hospital venía?
—Creo que del estatal.

Desencuentros; imgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora