IX. ☆ El secreto de la felicidad ☆

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Para el viernes de esa segunda semana en Midwest me sentía completamente cómoda en las clases

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Para el viernes de esa segunda semana en Midwest me sentía completamente cómoda en las clases. Los sonidos ya no me fastidiaban y ya lograba ignorar los suficientes para poder pasar el día sin odiar al mundo.

Antes de que el receso del almuerzo terminara, iba caminando por un pasillo hacia mi casillero y al pasar junto al baño de mujeres, escuché el latido de Grishaild desde adentro. Los palpitares para mí eran como voces individuales, diferentes todos unos de otros y el suyo ya me lo sabía de memoria por estar pendiente de ella en clases.

Si bien mis asuntos con Diego eran tensos, no quería que Grishaild me odiara, no necesitaba además de todo tener que preocuparme por que ella estuviera siempre a la defensiva conmigo. No la quería de amiga pero tampoco de enemiga.

Entré al baño y la vi frente al espejo intentando removerse el labial rojo con un pañito húmedo. Como siempre hacía, se enderezó en su lugar al sentir mi presencia, pero no giró la cara para mirarme, al contrario me ignoró, quizás esperando que no quisiera hablar con ella.

Me ubiqué en el espejo a su lado justo cuando las otras dos chicas que ocupaban el lugar salieron juntas, dejándonos solas.

—Hola, Grishaild —dije con un tono dulce, tratando de sonar amable.

Por su postura corporal era evidente que no se sentía precisamente feliz de charlar conmigo, sin embargo inclinó un poco la cabeza en mi dirección para responder.

—Hola.

—Qué raro verte sola sin tu novio.

—Es el baño de mujeres —obvió; solté una risa.

Grishaild no me miraba ni de reojo y se me pasó el pensamiento de que ella había sido consciente de que yo la había manipulado la semana pasada en la cafetería y que se prevenía al no mostrarme sus ojos. Eso solo incrementó mis dudas sobre ella y Diego, no era normal que los humanos supieran o sospecharan algo extraño de mí.

Como el tiempo hasta que sonara el timbre era poco, me ahorré el intentar una charla amena que no tenía sentido porque ambas sabíamos que no nos agradábamos, así que fui directa al tema:

—No sé qué ideas se han metido ustedes dos en la cabeza, pero te juro que no pretendo hacer nada malo contra nadie, yo solo vine a estudiar.

Tardó varios segundos en responder, pero lo hizo con firmeza:

—Hay algo raro en ti.

—Es cierto que luego de cierto tiempo de relación ambos empiezan a pensar igual —repliqué medio en broma— Diego me dijo exactamente lo mismo. ¿Por qué no me miras?

Gris negó con la cabeza, su corazón latía al son del miedo, pero igual que su novio, decidió no quedarse callada o mentir.

—No me gusta tu mirada.

—Qué grosero es decir eso.

—No me gusta lo que haces con tu mirada —corrigió.

Me confirmé que ella sabía lo de mi hipnosis. Con Diego no podía y con ella sí, pero no lo olvidaba como todos. Estuve a punto de irme del baño dejando que nuestro recelo siguiera sin intentar mejorar nada, pero no quería lucir culpable o sorprendida, así que respondí con naturalidad:

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Where stories live. Discover now