XXXIII. ☆ Karma y sus estrellas ☆

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Cuando me empecé a plantear tener algo con Marco un par de meses atrás siempre supuse que debía ser muy cuidadosa porque él podría dañar todo haciendo que de algún modo la gente se enterase de lo nuestro, sin embargo, ahora, y con un golpe en mi o...

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Cuando me empecé a plantear tener algo con Marco un par de meses atrás siempre supuse que debía ser muy cuidadosa porque él podría dañar todo haciendo que de algún modo la gente se enterase de lo nuestro, sin embargo, ahora, y con un golpe en mi orgullo, era yo la que atentaba contra el secretismo. Marco lo manejaba muy bien —aunque eso se debía también un poco a que no me había "perdonado" del todo por mi intromisión a su mente—, en cambio yo no era capaz de ser lo suficientemente sutil y pese a que lo sabía, no podía hacer gran cosa para cambiarlo.

Si estaba cerca me quedaba mirándolo de forma casi invasiva, si me hablaba por mucho rato seguido no escuchaba su voz por estar perdida en otras áreas de él, en artes e inglés, las clases que compartíamos, dejé de anotar cualquier cosa en los cuadernos por andar toda la hora pendiente de él.

Marco se había preocupado por obsesionarse conmigo, pero creo que en algún punto fui yo la que me obsesioné —en el sentido no psicópata— con él.

El jueves de la siguiente semana estaba sacando de mi pequeño casillero un cuaderno que había dejado abandonado desde la anterior clase de matemáticas, era hora de receso, pero no tardaría mucho en acabar. Sentí a Marco acercarse antes de que él llegara por el lado derecho del casillero, donde la puertilla abierta lo ocultaba. 

—Hola, Marco —dije sin verlo aún, ni cerrar mi casillero.

Él mismo lo cerró, empujando la puerta con algo de fuerza y quedando descubierto. Su gesto era fastidiado pero igual sonriente.

—¿Sabes lo frustrante que es pensar en que nunca podré sorprenderte?

—Lo siento, yo no le veo lo negativo.

—¿Más o menos desde qué distancia me sientes llegar?

—Si estoy acá en mi casillero... más o menos desde el estacionamiento.

Estábamos en el extremo opuesto del estacionamiento además de en el segundo piso así que eso le dio una idea de qué tan pendiente podía llegar a estar de su latido. Admito que exageré pero solo un poco. Arrugó un momento el entrecejo, quizás intentando poner número a la cantidad de metros entre nosotros y el lugar indicado. Finalmente pareció dejarlo ir, apoyando la espalda en mi casillero para quedar frente a mí y darme su bella sonrisa.

—En fin. Vengo a dos cosas —anunció—. La primera, quiero que me prestes tu brazo.

—Los fines de semana me lo quito para lavarlo, ¿para cuándo lo necesitas?

Marco soltó una risa melodiosa y me observó ladeando su cara, entrecerrando sus ojos, casi en un gesto de reproche y suficiencia.

—Más o menos dentro de unas tres semanas. Gris encontró en Instagram un concurso de una escuela de arte y me etiquetó. Consiste básicamente en hacer una pintura o dibujo de cualquier modalidad y subirlo, al mejor le darán una mini beca para un curso en vacaciones. No es que tenga las expectativas por los aires, pero siempre me ha gustado participar. He pensado en pintura corporal y tu brazo me ayudaría un montón.

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora