XXIII.☆ Dados conversacionales ☆

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El viernes en clase todo pareció volver a la normalidad

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El viernes en clase todo pareció volver a la normalidad. Marco, tal cual prometió, no sacó el tema de mi visita a su casa el día anterior, no se lo dijo a nadie. Me dio mi malvavisco de estrella y le entregué dos chocolates de alien. Durante nuestros encuentros en el pasillo me sonreía y descubrí una nueva sensación dentro de mi pecho: el alivio.

Algo había cambiado en nuestra charla de la tarde y ahora realmente estaba tranquila de tenerlo cerca. Pensaba en maneras de empezar a contarle verdades, hacía gráficos mentales de cuáles serían las mejores formas de abordar alguno de los varios temas a tratar sin que sonaran a "oye, Marco, tengo magia" o "oye, me casaré en dos años y no contigo", o algo así de directo. Él también lucía más calmado, menos desconfiado de mis atenciones y mucho más relajado en los momentos en que charlábamos, era como si ya no tuviera que matarse la cabeza pensando si mis chocolates eran un gesto amable o un gesto coqueto.

A la hora de la salida reflexioné en que desde hacía mucho no me sentía tan bien y cuando vi afuera a Marco, cerca de mi bici, me di cuenta de repente del porqué ambos estábamos mejor y sin tanta tensión en medio: durante la charla—discusión ambos confesamos el gusto mutuo que sentíamos y eso solo de por sí quitó varias piedras de dudas del camino. Ya él no cuestionaba si yo solo era amable, ni yo me preguntaba si él pensaba ir en serio con Helena. Era un acuerdo silencioso de "nos gustamos, pero vamos con calma".

Llegué a Marco y le sonreí con sincera emoción por verlo de cerca.

—Salgamos hoy —soltó. Enarqué una ceja, recordando que ese día tenía su segunda cita con Helena; me pregunté si la había cancelado o si Beth se había equivocado de día al contarme—. Como amigos, no te preocupes.

Su forma de guiñarme un ojo como si todo fuera un acuerdo secreto entre ambos, me enterneció. Se tomaba muy en serio lo de no presionarme, pero era evidente que el que le dijera que me traía medio enamorada, lo envalentonaba al momento de tratarme ahora.

—¿A dónde quieres ir?

—Pues pensaba que podía llevarte a la heladería de Mister Kahoole. Te llevo muchísima ventaja, pero podrías probar el sabor 1 y comenzar a hacerme competencia.

Su entusiasmo parecía combinar con el día claro que hacía, sus ojos marrones brillaban y su corazón latía acorde a esa emoción; me alegraba, escuchar su latido en ese estado me contagiaba el buen humor.

—Claro, ¿por qué no?

Pensé con algo de lógica que estar con él en un sitio abierto no sería tortuoso como tenerlo al lado en la soledad de su casa. Era momento de tomar el paso de "salgamos como dos personas normales" y disfrutarlo. Hablar parecía un buen plan y yo estaba segura de que Marco no atravesaría su línea de "darme mi espacio", podía confiar plenamente en que se ceñiría a su palabra.

—Vamos ahora —matizó—. Deja la bici acá, si quieres. O podemos ir hasta mi casa y la guardas allá.

—¿No hay problema si la dejo acá?

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Where stories live. Discover now