VI

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Azu.

Escuchaba la fuerte voz de mi portador gritar dentro exigiéndome devolverle el control, pero no se lo permitiré, ya no más.

La he esperado por tanto tiempo en la soledad de este castillo, muriendo día tras día... No la perderé, me importa una mierda lo demás... No la perderé.

Me abro paso por entre las personas, ahora que yo tengo el control soy un poco más alto y los ojos azules de Yureck fueron remplazados por mis ojos ámbar.

Todos bajaban la cabeza y me dejaban el paso, Amy, la humana, mi humana se encontraba en la habitación del Rey, Yureck no había querido ocuparla, pero ahora es inevitable.

Empujo con fuerza, ese olor... El olor del paraíso... Olor a rosas en plena primavera.

-Mi señor, lo lamentamos tanto... La humana no sobrevivirá la noche-

-Espere mi señor- Alejandra fulminaba con la mirada a aquella enferma que se había atrevido a hablar -Nuestra Luna está respondiendo, es lento, pero lo está haciendo-

Respiré aliviado.

-Bien Alejandra, retírense todos-

Haciendo una reverencia, cuántos se encontraban en la alcoba salieron cuidadosamente de ahí.

Me acerqué a ella, olor a rosas... Pero estaba pálida, sudorosa, intravenosas, respirador artificial, máquinas extrañas, goteros, venda en su cabeza.

Tan débil.... Débil humana.

Bloqueé a Yureck, no la aceptaría jamás, pero no puede dejarla, él la ama tanto como yo lo hago.

-Scíth, mo beag*-

Besé su frente, debía dejarla descansar y debía devolverle el control a Yureck antes de que ocurriera una desgracia.

Amy.

-...Parece de porcelana-

-No hagas eso, no es una muñeca-

-¡Pero mírala! ¿Puedo ayudarte?-

Esas voces se oían cerca, demasiado cerca, me sentía cansada, pero quería abrir los ojos.

¿Había muerto?

-Con mucho cuidado limpia esa herida- la voz femenina habló.

El dolor se hizo presente, sentía el ardor y la presión ejercida en mi frente.

-¡Basta!- grité desesperada para no sentirlo más.

Abrí mis ojos lentamente, la imagen borrosa se volvió nítida, un hombre joven y atractivo de cabellos dorados me miraba asustado.

-¡Alejandra!- gritó aquel hombre. Una mujer de largo vestido verde apareció con toallas mientras me miraba con una sonrisa, el joven me señaló -¡Está viva!-

La mujer río mientras le revolvía el cabello, parecía un cachorro.

-Buenos días mi Luna- la mujer hizo una larga reverencia -Mi nombre es Alejandra y estoy a sus órdenes-

No me moví, todo era confuso ¿Luna? ¿Órdenes?

-Él es el príncipe Simón- la mujer señaló al hombre de cabellos dorados.

Estaba sonrojado y sostenía un algodón ensangrentado, hasta ese momento reparé en el fuerte dolor que sentía en mi cabeza, llevé mi mano.

-¡Con una mierda!-

Dolía horriblemente.

-Mi Luna... No haga eso, sus heridas aún no sanan-

Me miré, tenía intravenosas y un camisón blanco. Además, sentía como posiblemente la sangre escurría por mi rostro.

Me quité en seguida esas agujas, el dolor era palpable.

-Mi Luna, no lo haga, aún está débil-

Puse ambos pies en el suelo, estaba alfombrado, me levanté demasiado rápido, el mareo y después la perdida de equilibrio hubieran terminado conmigo en el suelo de no ser por el joven Simón quien me tomó en brazos.

-Debes tener más cuidado- susurró.

Era mi momento.

Con una mano tire de su brazo a mi pecho y lo coloque a su espalda, no intento defenderse y eso me ayudó para quedar detrás de él tomando su cabeza, el más ligero movimiento y lo desnucaría.

Miré a la mujer quién había perdido su sonrisa.

-Ahora, o me dices en dónde demonios estoy, o tu "príncipe" se muere-

Dejó las toallas en la cama que pude notar era enorme.

-Está en Irlanda, en el reino de los lobos, en el castillo del Rey Yureck-

¿En el reino de los lobos? El joven al que sostenía debía ser el hermano del rey, podía matarlo en este momento y después ir por el otro, pero ¿Por qué me trataban bien?

-¿Por qué me trajeron aquí?- solté brusca.

-Porque usted es la mate de nuestro rey, nuestra Luna-

Solté al muchacho quien calló de bruces al suelo, ¿Pareja de vida?

Solo había una oportunidad de escapar, y esa era muriendo.

Corrí en dirección a ese enorme ventanal, era todo para mí, Esael no tendría venganza y yo no compartiría mi vida con alguien más.

Mi brazo se estrelló primero rompiendo el cristal, me impulsé, pero antes de saltar unos fuertes brazos me atraparon el aire.

Caí de espaldas en la cama, arriba mío un hombre al que recordaba, el hombre del bosque antes de perder la conciencia.

-No lo hagas Amy- ojos azules como el mar mediterráneo -Te necesito a mi lado-

Su boca en mis labios, labios sabor avellana.

E.

*Descansa mi pequeña.

Secretos de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora