Capítulo 38-1: Silencio

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—Los gatos son lo mejor del mundo

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—Los gatos son lo mejor del mundo.

—¿En serio? —preguntó Alba, sin interés, más concentrada en la pista que en la conversación.

Yo los veía atentos solo para divertirme esperando a Miriam que había desaparecido. No estaba seguro de que esa plática tuviera futuro.

—Sí, un poco huraños, pero no dejan de ser grandes compañeros —aseguró Álvaro.

—Yo creo que a usted le vendrían mejor los perros, señor —opinó ella, sin importarle si su comentario era del agrado del todo. Álvaro le preguntó la razón, Alba se limitó a encogerse de hombros—. No sé, son más dependientes del cariño de otros.

—Yo nada de animales, por su propio bien —intervine para disipar los malentendidos. Álvaro siguió pensativo—. ¿Y a tu hijo no le gustan las mascotas?

—Claro que sí, tiene todos los peluches que necesite para satisfacer esa necesidad —respondió Alba—. Pero un perro o gato nunca. Son una gran responsabilidad. Apenas puedo mantenernos a nosotros dos y no pienso obligarlo a soportar una vida del asco para que esté feliz un rato. De igual manera le importó un bledo porque terminó acogiendo a un gato que no sé de dónde demonios salió —contó. Álvaro sonrió disimuladamente—. Lo llama Señor Casquito—escupió fastidiada.

Yo solté una carcajada y Álvaro también pese a sus fallidos intentos de mantenerse serio. Habiendo un millón de nombres en el mundo escoger ese. Alba frunció el ceño ofendida, pero terminó dejando escapar una pequeña risa.

«Vaya, llegué a pensar jamás la escucharía».

—¿Y eso? Oh, ya. Déjame adivinar. Se lo puso porque es su ayudante de construcción, ¿no? —Alba levantó una ceja, borrando su alegría—. Decías que quería hacer carreteras y edificios. En eso tú puedes ayudarlo le comenté a Álvaro que sonrió incómodo.

Alba no me quitó la mirada de encima, con más severidad de la que acostumbraba. Tal vez no le gustaban las bromas en referencia a su hijo, lo cual era entendible, pero no recordaba haber dicho algo que pudiera ofenderlo. Por si las dudas quise disculparme con ella, pero lo olvidé cuando visualicé a Miriam acercarse.

El club de los cobardesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora