Capítulo 48: Quédate

8.1K 1.4K 336
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Buscaría un nuevo trabajo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Buscaría un nuevo trabajo.

Había tomado la firme determinación de abrirme un camino por lo que había enviado mi currículum a una empresa que quedaba cerca de mi departamento. Después de tantos años sin una entrevista los nervios me consumían, pero por suerte me había sentido cómoda durante el proceso por lo que intuía tenía algunas posibilidades para ser seleccionada.

De todas maneras seguiría en mi búsqueda hasta dar con un empleo que me ofreciera lo que esperaba.

Lo único malo fue que me citaron en sábado, nada destacable sino fuera porque la temperatura había descendido y hacía un frío que te congelaba los pies. Peor aun cuando tuve la brillante idea de ir caminando hasta el edificio por la proximidad, y ahora pagaba el precio de mi imprudencia.

Me froté las manos pese a que estaban protegidas por los guantes. La gente caminaba despacio por las acera al costado de los locales. Divisé que en la plaza de enfrente había un pequeño puesto de bebidas calientes que estaba abarrotado.

Decidí esperar un minuto a que disminuyera la enorme fila porque el aroma me había hecho caer en la tentación. «Sería una buena compra, y aunque no lo fuera no me quedaría con el antojo», dicté echando un vistazo al escaparte de una tienda donde se exponía un bonito vestido para las fiestas. «Muy lindo si no fuera una época de tantos cambios de temperatura», me dije. Los escaparates eran lindos, repletos de luces y telas brillantes.

—¿Miriam?

Reconocí esa voz al momento de escucharla y también identifiqué de dónde provenía. Me giré a mi derecha para ver cómo Sebastián descendía el par de escalones de la tienda vecina para aproximarse a mi lado. Traía las manos dentro en los bolsillos de su grueso abrigo negro.

—¿No te parece un poco arriesgado salir a pasear con este clima? —me saludó con una sonrisa.

—Eso podría respondérmelo usted.

—Tuve que venir a comprar unas cosas para la oficina —me platicó.

Eso imaginé al verlo portar corbata debajo.

El club de los cobardesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora