Capítulo 5.

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     La flecha sale disparada a toda velocidad hacia Rumshum

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     La flecha sale disparada a toda velocidad hacia Rumshum. El mismo se hace a un lado justo antes de que le diera en la frente, golpeando de lo contrario la pierna del enano, el cual seguía atado e inconsciente sobre el suelo. Eleonora nota su fallo y rápidamente se echa a correr, escapando.

Rumshum: ¡VUELVE AQUÍ! —grita sacando su ballesta. Comienza a perseguirla.

Cian: ¡Rumshum! —lo sigue a toda prisa.

     El humano, pese a tener piernas más alargadas que la elfa, no llegaba a superar su agilidad frente a los bosques. La misma se escabulle entre plantas y salta algunas piedras que se interponen en su camino sin dificultad alguna. No obstante, unos pensamientos comienzan a atravesar su mente: Viendo a su padre, enseñándole a jugar a las escondidas en su hogar. Cuando él terminase de contar hasta 10, ella no debería ser atrapada. Muy pocas veces había perdido ese juego, se impresionaba a sí misma de la creatividad para no dejarse descubrir en los rincones mas recónditos de las salas. Pero en éste momento, no habían alfombras, muebles ni estantes. Solo plantas, troncos y... ¡Piedras!

     Eleonora se distrae y tropieza con una roca, cayendo por unos segundos al suelo. Tiempo suficiente como para que Rumshum se acercase un poco más y apunte con su ballesta hacia la ella. Al momento del disparo, Cian se abalanza sobre él e intenta quitarle el arma, fallando el tiro y alertando a la elfa, quien logra ponerse nuevamente de pie para seguir corriendo. 

Rumshum: ¡FALLÉ! —maldice en voz alta. Ve a Cian— ¡Suéltame Cian!

Cian: —alejándose apenas unos pasos mientras frunce el ceño— ¡Tienen que dejar de pelear de ésta forma!

Rumshum: ...

     El humano le entrega a Cian su ballesta. Es entonces que asiente, y sigue persiguiendo a la elfa. La diferencia es que ahora, saca de su saco un par de estacas. La ángel inconscientemente le dispara un virote al pie de Rumshum, dejándolo postrado en el césped. 

Rumshum: ¡MIERDA! —con algunos quejidos de dolor, se sienta y se quita el virote de un jalón— No creí que ibas a hacerlo...

Cian: —acercándose, le devuelve su ballesta. Se agacha frente a él y cura su herida posando sus manos, desprendiendo nuevamente el aura de luz blanca— Eso fue porque eres terco.

Rumshum: —ve a su alrededor— ¿Y ahora? —viendo como su herida termina de cerrar— Esa elfa nos traicionó.

Cian: Debemos ir a buscarla... —lo ve enojada, alejando sus manos— pero sin persecuciones ni virotes. 

Rumshum: Si la veo la mataré con mi ballesta.

Cian: Pero es nuestra amiga... —se queda en silencio unos segundos. Poniéndose de pie— ¿Lo ves?, ¡Eres terco! No, no y no. —desplegando sus alas, toma a Rumshum de un brazo— Los tres decidimos ser un equipo, y seguiremos así. Como un equipo.

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