XXVII

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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 XXVII

~☤~

No tenía palabras para describir cómo me había sentido con Dylan

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No tenía palabras para describir cómo me había sentido con Dylan. Lo único que podía decir era que había sido perfecto. Había sido demasiado cuidadoso y delicado conmigo. Fue totalmente tierno, sus movimientos eran lentos, tratando de no lastimarme. Me preguntó algunas veces si quería que se detuviera, si estaba pasándola mal, si quería que lo intentáramos en otro momento. A todo respondí que no.
Las cortinas de la habitación estaban abiertas, y el sol de la mañana entraba por la ventana logrando que me despertara y me encontrara con Dylan, que parecía despabilado. Estaba segura de que se había despertado unos cuantos minutos antes. Al verme, sonrió y aprovechó para rodearme con su brazo, colocándome en su pecho desnudo y acariciando mi mejilla con sus dedos.
—Buen día —dijo, y me dio un beso en la frente.
Aún no creía que había dormido con Dylan McCuller, es decir, después de todos sus intentos de seducción. Hacía unos cuantos meses ni siquiera se me habría cruzado por la cabeza despertarme a su lado. Hacerlo con Dylan jamás estuvo en mis planes, es más, era algo que nunca me hubiera permitido.
—Buen día —respondí, sonriendo.
Durante la noche, los fuertes brazos de Dylan habían estado sosteniendo mi cintura para que la posición fuera más cómoda, y así él podía darme besos en el cuello mientras lo hacíamos. Sentía su robusto abdomen rozando contra el mío, y sus piernas chocando contra las mías. Debajo de su clavícula se encontraba un tatuaje, una palabra en árabe, que no había visto cuando lo tuve sin remera enfrente mío en otras ocasiones. En la noche le pregunté qué significaba, a lo que él respondió: "Aurore".
Me dijo que era el nombre de su madre, que posterior a su muerte, se lo había tatuado cerca del corazón, para saber que siempre estaría allí, acompañándolo. Eso lo había destrozado, y quería recordar que Aurore nunca lo dejaría, que por más lejos que estuviera, vivía en él, en su corazón.
"Tú me recuerdas a ella", dijo él anoche, antes de dormirnos, "Es por eso que estoy tan enamorado de ti, y eres tan importante para mí". Me había dejado sin palabras.
—¿Descansaste bien? —susurró, mientras nuestros labios se rozaban.
—Sí —respondí, esbozando una sonrisa con los labios juntos.
Él tomó mi mano con la suya, y mirándolas, entrelazó sus dedos con los míos, para después sonreír tiernamente.
—Eres la primera con la que he sentido las cosas que sentí anoche —dijo, después de quedarse unos segundos callado admirando nuestras manos juntas—, en serio hiciste que me volviera loco.
Entrecerré los ojos por causa de una sonrisa interrogativa, y dije:
—Pero no hice nada para que te sintieras de esa forma. No tenía idea de qué hacer.
Él lanzó una sonrisa con los labios juntos, y respondió:
—Tienes razón —asintió varias veces con la cabeza—, no tenías idea de qué hacer.
Alcé las cejas, un poco sorprendida por la respuesta de Dylan. ¿Esa era su idea para hacerme sentir bien? Antes de poder contestarle, siguió:
—Y eso es lo que más me gustó —recorrió mis ojos con los suyos, con una mirada cariñosa—, creo que el hecho de hacerte sentir cómoda y ser cuidadoso contigo, fue lo que más me enloqueció. Las mujeres con las que dormí tenían muy claro lo que debían hacer, y cómo lo debían hacer, pero contigo, todo fue diferente, porque al ser tu primera vez, dejaste que yo fuera quién hiciera lo imposible por lograr que anoche fuera inolvidable para ti. Y aunque no lo hubiera aparentado, tú me controlaste. Sinceramente, estaba totalmente hipnotizado por ti y por tu cuerpo.
En mi rostro ya se había formado una sonrisa, y mis dientes ya habían presionado mi labio inferior. No sabía cómo explicar cómo me había sentido al escucharlo, simplemente podía decir que mi corazón se había acelerado, y mis ojos no podían dejar de mirar los suyos con unos sentimientos indescriptibles. Me quedé callada, sin idea de qué decir, apretando los labios y negando incrédula con la cabeza. Quise hablar, pero cuando abría la boca, volvía a cerrarla porque me daba cuenta de que no sabía qué responderle.
Entonces, él acarició mi mejilla con la yema de sus dedos, y con una voz y una sonrisa seductoras, dijo:
—Me encanta dejarte sin palabras —y me besó.

Estúpidamente Perfecto © [TERMINADA]Where stories live. Discover now