XXIX

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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 XXIX

~☤~

Después de hablar con Dylan el día en que descubrí lo que estaba pasando, él me dejó ir

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Después de hablar con Dylan el día en que descubrí lo que estaba pasando, él me dejó ir. No hizo objeciones, no intentó hacer que me quedara, ni siquiera trató de convencerme de que me quería. Sólo se quedó inmóvil, viendo cómo me alejaba con las lágrimas cayendo fuertemente sobre mis mejillas, aunque intentando aparentar que era fuerte, y fría. Lo hice fatal.
Han pasado nueve días desde lo ocurrido. Nueve días en que la escuela fue un infierno, porque Dylan seguía allí. Lo peor de todo, es que no hacía nada para compensar ni enmendar lo que hizo. Parecía como si yo no existiera para él, como si no hubiera estado conmigo nunca, como si jamás me hubiera visto. Era una más para él, y eso era lo que más me dolía. No había hablado conmigo, no había ido a mi casa para reparar su error, no me había mandado mensajes, no había llamado. No había intentado llegar a mí de ninguna forma. Me costaba mucho admitir que lo nuestro en serio había sido mentira, que no signifiqué nada para él, y que tal vez el hecho de que ya no esté en su vida, le hacía bien. Estaba rota, y él lo sabía, y aún así, ni siquiera se había disculpado por haberme hecho pasar por todo aquello que rompió mi corazón. Me engañó acerca de todo, y logró que durmiera con él como siempre ha querido, como ha intentado desde un principio. ¿Por qué llegué a creer que era algo más que eso? Era Dylan, el mismo Dylan que utilizaba a las chicas como objetos sexuales y al día siguiente ni siquiera hablaba con ellas, ¿en serio creí que sería diferente conmigo? Era una más del montón con las que Dylan McCuller se había acostado, pero lo que difería entre ellas y yo, era que yo estaba enamorada, él había hecho lo imposible por lograrlo. Y ahora que sabía la verdad, sinceramente no podía creerlo. No quería creerlo. No podía creer que ese idiota me hubiera roto en miles de pedazos, y que no le importara, que esté tranquilo como si nada hubiera pasado, sabiendo que estaba totalmente destrozada.
Era una de las últimas semanas de clases, e ir a la escuela era opcional para mí. Mis materias estaban aprobadas, y podía faltar a las horas escolares porque mi asistencia era casi perfecta. Así que me quedé en casa cinco de los nueve días que habían pasado, y tenía pensado faltar estas últimas dos semanas. Sheila había venido a visitarme cada tarde, en las que lloraba junto a ella y ella intentaba tranquilizarme y convencerme de que estaría bien, que obviamente dolía, pero que Dylan era un idiota que no me merecía. Sus palabras ayudaban, creo, pero seguía igual de triste que antes.
En cuanto a Mike, apenas se enteró de lo sucedido, quiso literalmente asesinar a Dylan y a James por haber apostado a su hermana. Le rogué que no lo hiciera, que no se involucrara esta vez, que no valía la pena. No le gustó la idea, tuve muchas objeciones de su parte, pero le dije que si le importaba lo que le ocurría, que por favor no los golpeara, que simplemente los ignorara. Después de todo, no los vería más en unas semanas, y tampoco yo. El año escolar casi terminaba, y Mike iría a Brown, Dylan iría a Yale, y James supongo que asistiría a otra. Estarían lejos uno del otro, y el tiempo curaría todo, o al menos de eso quería convencerme. Mientras tanto, mi hermano debía contenerse cuando los veía en sus clases para no molerlos a golpes a ambos.
Mike tocó la puerta de mi cuarto. Venía algunas veces a hablar conmigo y a ver cómo estaba, y la verdad era que hablar con él mejoraba mi humor, porque hacía que me olvidara de Dylan y pensara en cualquier otra cosa.
—Pasa —respondí, y él abrió la puerta.
Él esbozó una sonrisa penosa al verme sentada en la cama con la espalda apoyada al respaldo. Quise disimular los ojos hinchados por el llanto, pero fue difícil.
—Hola hermanita —dijo Mike, mientras entraba a mi habitación—, ¿puedo hablar contigo?
Asentí y le hice señas para que se sentara en el borde de la cama. Él tomó aire, y dijo:
—Papá volverá a casa mañana. Ha terminado el trabajo en el lugar en donde estaba, y vendrá de regreso para quedarse durante todas las vacaciones de verano.
No pude evitar sonreír con completo contento, ni lanzar lágrimas de alegría. Me tapé la boca con la mano, sorprendida y totalmente feliz. Por un momento, me olvidé de lo que había ocurrido con Dylan. Y ahora lo único que me importaba era ver a papá.
—¡Por Dios, Mike! —dije con una voz aguda, emocionada, y lo abracé.
—Quiero que estés bien, y lo sabes —dijo, y me abrazó con más fuerzas.
—Lo estaré, te lo prometo —respondí, sin poder quitar esa sonrisa de mi rostro.
Luego de unos segundos dejó de abrazarme, y siguió:
—Claire, el viernes será mi fiesta de graduación —respiró hondo—, claro que también estarán los imbéciles de mis amigos, pero si quieres puedes acompañarme —apretó sus labios—. Papá asistirá también, esa fue unas de las razones que lo motivaron a terminar su trabajo lo antes posible —tartamudeó, e intentando que no me sintiera obligada, continuó—: Es tu decisión, si crees que no podrás con eso yo...
Reflexioné un instante, y me dije que no podía perderme la graduación de mi hermano sólo por no querer ver a Dylan y no querer enfrentarlo. Era el momento de demostrarle que estaba bien, que nada de lo que había pasado me había hecho mal. Estaría aparentando todo lo contrario a cómo me he sentido, pero era la única manera de poder superarlo. Sería el último día que lo viera, y quería que pensara que estaba igual de bien que él o incluso mejor.
—Iré —le dije a Mike, interrumpiéndolo—. Estaré bien.
Él sonrió y sacudió mi cabello mientras decía "Gracias, hermanita", yo le quité la mano pero aún así lancé una risa.
—Vamos, levántate —dijo, alzando su mano, animándome—, puedes decirle a Sheila que te acompañe a comprar un vestido. Yo iría, pero sabes que soy muy malo en eso.
—Descuida, lo sé perfectamente —dije, molestándolo.
Él rió, y luego salió de mi cuarto después de decir "Te veo abajo". No tenía muchas ganas de ir al centro comercial, ni siquiera de levantarme de la cama, pero lo hacía por Mike, él siempre había estado ahí para mí, y aunque nos peleáramos a veces, me había hecho sonreír en más de una ocasión. No podía perderme su fiesta de graduación, a pesar de que prefiriera quedarme toda esa noche acostada sin hacer absolutamente nada. Además, mi papá vendría después de muchos meses, y quería que me viera bien, es decir, a ningún padre le gustaría llegar a su casa luego de mucho tiempo y ver que su hija ha estado sufriendo por amor. 
Llamé a Sheila para avisarle la buena noticia, y contarle acerca de la fiesta de graduación de mi hermano. Sin dudarlo, dijo que me acompañaría a buscar "el vestido perfecto" para asistir, y que Dylan se "muriera al ver la chica que se perdió", o algo así. Así que me di una rápida ducha, sequé y planché mi cabello, me maquillé un poco, aunque no fuera muy buena en ello, y me vestí con lo primero que encontré en mi armario. Luego, bajé a la sala porque Sheila vendría en algunos minutos, en donde Mike estaba viendo televisión.
—Sheila está viniendo —le dije, mientras bajaba las escaleras y me dirigía al cajón donde se encontraba el dinero—, la esperaré afuera.
—De acuerdo —dijo, levantando un pulgar sin quitar la vista de la película que estaba mirando—, te veo luego, hermanita.
Mi amiga llegó cinco minutos después. Estacionó su auto enfrente de mi casa, y me subí al asiento del acompañante.
—¡Amiga! —dijo ella, y se lanzó sobre mí para abrazarme—. ¡Extrañaba salir contigo!
Me reí, y luego me alejé de ella para que se apresurara y arrancara el vehículo. Ella entendió mi referencia.
En el camino fuimos escuchando una de nuestras canciones favoritas, Bad Liar, de Imagine Dragons. Al mirar por la ventana en lo único que podía pensar era en Dylan, y creo que Sheila se había dado cuenta, así que comenzó a hablarme y hacerme reír para distraerme. Lo logró.
Al llegar al centro comercial, ella conocía cuál de las tiendas era la mejor opción para conseguir vestidos que fueran de mi gusto. Me guió hasta una llamada "B&B Couture", en la que cada atuendo llamaba mi atención. Eran preciosos. Algunos tenían encaje, otros brillos plateados y dorados, otros eran lisos. Había de cualquier corte y color que quisiera. Sabía que sería muy difícil elegir uno, porque de verdad todos me fascinaban.
Una mujer nos preguntó cuál queríamos probarnos. Le dije que era para mí, y que estaba muy indecisa. Teníamos tiempo, pero no me gustaba perderlo en elegir ropa. Aún así, sabía que era algo que iba a hacer. Ella dijo que le avisáramos cuando viéramos alguno que nos gustara.
—¿Qué opinas de este? —preguntó mi amiga, recorriendo con sus manos los vestidos de encaje, mientras que yo miraba los lisos—, ¡Te verías bellísima!
El vestido me quedaría bien... Si tuviera treinta años. Le hice una mueca, ella hizo puchero y lo dejó colgado en donde estaba. Continué mirando los lisos, y vi cómo Sheila se dirigía a donde estaban los que tenían brillos. No, no me pondría uno de esos. La idea con esos vestidos era llamar la atención de toda la gente, y yo no quería eso. Bueno, sólo la de Dylan, pero no por llamar su atención me vestiría con algo en lo que no me sentía cómoda.
—¡Claire! —gritó Sheila, del otro lado de la tienda, y luego puso la mano en su boca como callándose, porque una de las mujeres la miró con mala cara.
Me hizo señas para que fuera con ella, emocionada.
—Ni pienses que vestiré uno de esos —dije, sin dejarla hablar.
—¡Pero, por Dios, mira este! —dijo, con una voz aguda de entusiasmo—, ¡Es hermoso, y se verá mucho mejor en ti! —siguió, tomándolo y colocándolo frente a mí para ver cómo me quedaría. Volvió a taparse la boca para no gritar—. Por favor, hazlo por mí, pruébatelo.
Negué con la cabeza rotundamente, y volví a colocarlo en el lugar en donde se encontraba. Antes de poder dirigirme hacia otro de ellos, Sheila llamó a la mujer que nos había atendido cuando llegamos.
—¡Tenemos uno que queremos probarnos! —dijo, con tono alto para que escuchara.
Le enseñó el vestido, y me señaló para que me guiara hacia un probador. Miré a Sheila con mi mejor cara de pocos amigos, y ella alzó ambos pulgares con una sonrisa en su rostro.
—Gracias —le dije a la mujer, cuando colgó el vestido en un ganchito que había en la pared.
Pensé que quizás ni siquiera debía probármelo, simplemente decirle a mi amiga que no me había gustado. Pero conociéndola, estaría frente al probador, ansiosa por verme en él.
Así que comencé a desvestirme para poder ponérmelo. Ahora que lo veía bien, tenía una abertura en la pierna derecha, y la espalda tenía dos especies de tiras que la rodeaban y hacían que el vestido no se cayera, ya que era strapless. Al vestirlo, me miré al espejo y lo acomodé acorde a mi cuerpo.
Odiaba decir esto, pero era increíblemente hermoso. No, no era para nada mi estilo, pero quizás era porque jamás me había puesto algo como eso. Lo usaría un rato, y luego volvería con la ropa que siempre visto. Podría arriesgarme.
—¿Te falta mucho? —preguntó Shei, tocando la puerta del probador.
Al abrirla, ella separó sus labios en forma de sorpresa, y comenzó a lanzar gritos agudos y pequeños saltos. "Cálmate", le dije, y la tomé de los hombros para que se tranquilizara.
—¡Te queda hermoso! ¡Claire, my God! —respiró hondo varías veces, intentando hacerme caso, cosa que no resultó—. ¡Te dije que te quedaría precioso! Por favor, no puedes decirme que no te gusta. ¡Luces bellísima, tienes que llevarlo!
—Mmm... —murmuré, y me di la vuelta para mirarme al espejo de nuevo.
Sí, quería llevarlo, pero odiaba que alguien tuviera la razón y yo no. Así que quería aparentar que no me convencía tanto, pero que lo compraría sólo por Sheila.
—Sabes que te conozco como nadie, y que sé cuando mientes, ¿no? —dijo ella, cruzada de brazos y con los ojos entrecerrados por una sonrisa pícara.
La miré sin poder disimular el hecho de que el vestido me había gustado mucho, y terminé diciendo "sí" con la cabeza.
—Tienes razón —dije, mirándome en el espejo—, me encanta.

•••

Sheila y yo nos despedimos en la puerta de mi casa. Después de salir de la tienda de vestidos, nos habíamos dirigido a una de maquillaje, a una de zapatos y una que vendía accesorios de todo tipo. Compré unos zapatos de brillo negro, una pulsera y una cadena para el cabello del mismo color.
—Te veo luego, amiga —dijo Shei, mientras me daba un beso en la mejilla de despedida, y luego bajé del vehículo.
Alcé la mano en forma de saludo, ella hizo lo mismo con una gran sonrisa en su rostro, y después arrancó el auto y se puso en marcha hacia su casa. Abrí la puerta con las llaves que llevaba en mi bolso, y al introducirme en la sala, me encontré con un Mike estresado e histérico, sentado en una silla y con los codos apoyados, con una lapicera en su mano y una hoja de papel sobre la mesa. Al verme, dijo:
—¡Por fin llegas! —y abrió los brazos como si quisiera darme un abrazo—. Necesito urgentemente tu ayuda.
Me hizo señas para que fuera hasta donde él estaba, y señaló la hoja, que estaba escrita y tachada en muchas partes.
—¿Qué es eso? —pregunté.
—Es mi discurso para la graduación —dijo él, y después siguió—: Bueno, intento que lo sea.
Tomé la hoja, y traté de leer lo que decía. Se me hizo imposible.
—No sabía que tenías que hacer un discurso... —respondí, agudizando la vista para entender su letra.
—No es del todo un discurso —dijo él, encogiéndose de hombros—, son unas palabras para agradecer a las personas que tuviste a tu lado durante los años escolares, tus amigos, padres y eso. No tiene mucho sentido, en realidad.
—¿Es obligatorio que lo hagas? —pregunté, sentándome en la silla que se encontraba a su lado.
—Eso creo —respondió, y me extendió la hoja—. Y supongo que tú puedes ayudarme.
—¿Yo por qué? —cuestioné—, no sé cómo fueron tus años escolares, a menos que quieras que escriba acerca de todas las chicas con las que has dormido, todo el alcohol que has bebido...
—No, ya —dijo, interrumpiéndome y alzando su mano en forma de "stop"—, escribe sobre lo mucho que quiero a mis falsos amigos y agradece a los malditos profesores que he tenido. No lo sé, escribe algo cursi. Eres buena en eso.
Hice una mueca de reproche en mi rostro, alzando mis cejas.
—¿En serio quieres que escriba sobre los amigos que apostaron a tu hermana? —pregunté.
Él se quedó pensativo un momento, y posterior a eso, dijo:
—No, por supuesto que no —respondió serio, y me di cuenta de que se estaba conteniendo para no insultarlos—, escribe sobre otra cosa, o por lo menos dame algunas ideas.
Lancé un largo suspiro, y me froté los ojos. Tomé la hoja de papel y dije:
—Me debes una.

•••

Era la tercera botella de cerveza que tomaba en el día

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Era la tercera botella de cerveza que tomaba en el día. Mi vida era un completo infierno, y yo era un maldito demonio. Ya no sabía qué más hacer para dejar de pensar en Claire y en el daño que le hice. No sabía cómo repararlo, ni siquiera si podría hacerlo. Todo por esa estúpida apuesta que yo mismo propuse. ¿Qué se me pasaba por la cabeza en ese momento? ¿Qué tan idiota pude ser? ¿Qué pensé en el instante en que se me ocurrió apostar a la hermana de mi mejor amigo, con otro de ellos? Todo hubiera salido como lo planeaba si mis sentimientos no se hubieran puesto en el medio. Yo conquistaba a Claire, hacía que se enamorara de mí, James admitía que había perdido, y hacía el ridículo frente a todo Dalton. ¿Pero qué sucedió en realidad? Claire me conquistó a mí, yo me enamoré de ella, James la obtuvo primero, y yo no hice nada. Absolutamente nada. Al darme cuenta de que quería a Claire, y que mi amigo también lo hacía, no había pensado en la apuesta. Pensé que eso había quedado en el olvido, que ahora que él estaba con ella, era porque estaba enamorado. Y así era, pero cuando lo suyo no funcionó, y Claire se enamoró de mí... Entonces James aprovechó la maldita oportunidad para recordar el trato que yo comencé. Por favor, ¿qué necesidad tenía de hacerlo? Él sabía que lo que sentía hacia Claire era real, ¿por qué demonios no aceptó que ella me quería a mí?
O quizás el alcohol en mi sistema estaba obstruyendo lo que realmente estaba pasando. Que la culpa simplemente era mía, que merecía que esto me ocurriera por haber sido un idiota durante todo el año, y al final, quedándome sin nada de lo que alguna vez quise.
Gané la apuesta, pero perdí lo único que me importaba, lo único que amé de verdad: Claire.

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Holaa lectoresss! Subiré este capítulo hoy, y mañana el otro! Sólo dos capítulos más, y llegamos al final de esta historia! Les agradezco en serio por leerla y votarla siempre, son los mejores de verdad!❤️❤️

Estúpidamente Perfecto © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora