Capítulo Once

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Capítulo Once

(Actualmente)

La espera resultaba mucho más eterna cuando no había nada a lo que aferrarse. Si le daban un tiempo límite sabría llevarlo mejor, pero llevaba dos horas fuera de la sala sin noticia alguna del estado de Draco y no sabía cuándo las recibiría.

—Harry, te traeré un té ¿si? –la voz de Ron lo sobresalta. Se detiene abruptamente para girarse hacia él. Había caminado por cada centímetro de la sala de espera, porque de no ser así, de haber estar sentado, en ese minuto hubiese sucumbido a la desesperación.

—No, Ron, gracias.

—Te hará bien, Harry, calmará tus nervios –opina Hermione desde su silla. Harry se limita a negar con la cabeza. No quería un té. No quería nada que no fuese saber cómo estaba Draco.

Ron titubea, queriendo insistir probablemente, pero abandona su idea con un suspiro y voltea hacia la puerta de salida.

Harry vuelve a su paseo interminable para dirigirse a la ventana y ver por milésima vez el mismo paisaje insípido que tenía enfrente. La solitaria entrada de San Mungo. Casi nadie transitaba fuera porque la mayoría utilizaba la aparición o la red flu en recepción.

El sonido del abrir de una puerta lo hace volverse, suplicando para que se tratara de Nott. Pero quien ingresaba a la sala era una mujer alta de cabello largo y rubio, con caminar elegante y semblante usualmente serio pero que en ese instante evidenciaba preocupación.

La mujer se detiene en el umbral y recorre el perímetro con la vista hasta posar sus ojos sobre él. Harry camina hacia Narcissa Malfoy para recibirla.

—Primero Lucius y ahora Draco –solloza en cuanto está frente a él, en voz baja para que sólo él la oyese. Harry acaricia su brazo con ánimos de tranquilizarla y deposita un beso en su mejilla. Saludo que se forjó durante un par de años para que resultase así de natural. —¿Han dicho algo sobre Draco, Harry?

—Nada aún, lleva horas ahí dentro.

Narcissa suspira derrotada y camina hacia un asiento cercano para unirse a la tormentosa espera. Harry le sigue y la mujer no tarde en pedirle los detalles de lo que le ha ocurrido exactamente a su hijo, porque la carta con apenas cinco palabras escuetas que le había enviado, no habían servido para nada más que para llevarla hasta allí con el corazón pendiendo de un hilo que amenazaba con cortarse en cualquier minuto.

Cuando Harry acaba con su versión de lo ocurrido, Narcissa seca unas lágrimas con un pañuelo de seda antes de que éstas pudiesen derramarse por sus mejillas.

Harry llevaba demasiado tiempo en esa familia como para saber que Narcissa en lugar de querer un abrazo a modo de consuelo, prefería que fingiera que no la estaba viendo llorar.

Se quedan en silencio y cuando la mujer se asegura de que su voz no flaqueará, le dedica una mirada a Harry furiosa. Su ceño se frunce y los enormes ojos azules de su suegra se inyectan de un odio que lo incomoda y lo confunde.

—Los primeros años después de la guerra nuestra familia recibió toda clase de ataques, pero esto... esto ha ido demasiado lejos –exclama. Harry parpadea con confusión, incapaz de deducir sus palabras. Narcissa lo nota y alza las cejas, insistente —Está clarísimo, Harry. Alguien ha lanzado una maldición a Lucius y a Draco.

Harry se toma un segundo antes de responder, meditando su respuesta.

—Narcissa, me temo que... -pero ella lo interrumpe.

—Ambos estaban completamente sanos hasta hace unos cuantos meses, y luego de la noche a la mañana han enfermado. No hay otra explicación para mí. –le recalca con una certeza que le resulta apabullante.

Sempiterno | Drarry.HarcoWhere stories live. Discover now