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Tao salió de la casa por la cochera y se acercó al auto donde Mei estaba limpiando un retrovisor, de puros nervios la chica se encontraba limpiando un auto que no tenía suciedad alguna.

—Mei...— la llamó y aunque su voz salió como un susurro ella la escuchó y se acercó a Tao, Huang separó de sus manos las llaves del auto y ambas casas, separó de las llaves de la casa en donde se encontraban y las dejó caer al suelo, mientras a Mei le extendía las del auto y la otra casa.—Conduce a la otra casa por favor— la boca de Mei se abrió levemente por la sorpresa a la petición.

—Señor Huang...— Tao le interrumpió.

—Solo conduce por favor, iré detrás tuyo— Mei miró detrás de Tao viendo la moto en la cuál se había caído el día anterior. La chica asintió insegura, no había que ser muy inteligente para llegar a la conclusión de que Tao no estaba en las condiciones para manejar un auto o una moto, o alguna  clase de vehículo, pero Mei confiaba en el, confiaba en que iría atrás suyo como decía.

— Tenga cuidado señor Huang— Mei tomó las llaves y se encaminó al auto para posteriormente subir. Tao la vio encender el auto y retroceder mientras miraba por los retrovisores.

Cuando llegó Mei a la casa a Tao le había parecido una buena idea enseñarle a conducir y para su suerte, Mei aprendió rápido, Huang había querido que aprendiera para alguna emergencia, pero luego de que Mei dio el examen, se dio cuenta que eso la ayudo más a ella que a él, Mei se volvió más autónoma con el hecho de haber dado el examen y aprobado, Tao le había ayudado en un crecimiento como persona, algo que ni siquiera tuvo en mente. Mei estaba en deuda con los dos hombres que le acogieron, pero más con Tao, su lealtad estaba con el.

El auto se fue y Tao volteó hacia la casa, esa gran casa que fue una de las primeras adquisiciones que hicieron justos y que tenía mucho valor sentimental para el, pero con lo último sucedido, los buenos recuerdos y vivencias en esa casa se vieron cubiertos por la bruma de enfado y tristeza, sin importar cuantos recuerdos tuviera esa casa, Tao no quería volver a entrar en ella y ojalá no ver a quien quedó adentro.

Tomó el casco, lo puso en su cabeza, y se montó en la moto, incrustó las llaves y sin más salió del garage, ya no tenía nada más que hacer ahí, ni los más buenos recuerdos lograban amarrarlo.

El recorrido le fue tormentoso, su corazón estaba luchando con su mente, cuestionaba el desenlace de la situación, decía, que debió darle una oportunidad a Kris, que no debió ser tan duro, que debió haber hecho las cosas de otra manera, que debió debió debió, su corazón estaba poniendo en tela de juicio todas las decisiones que su mente había tomado de la mejor manera y por su bien, no debía hacerle caso a su corazón.

Al llegar a la casa, Mei estaba en la puerta, mirando ansiosa hacia afuera, hasta que sus ojos fueron a dar con la silueta de Tao, entonces  un poco de esa ansiedad se fue, al verlo sano, y en una pieza.

Tao estacionó la moto al lado del vehículo en el que había llegado Mei y caminó por el pequeño camino hasta la puerta; la casa era más pequeña, pero no tanto como para que tres personas no pudieran vivir cómodamente en ella. Mei se hizo a un lado para dejar pasar a Tao y lo vio subir al segundo piso, y posteriormente cerrar una puerta.

El silencio no duró mucho, Mei estaba sacudiendo la casa, ordenando cualquier cosa para distraerse, el sonido del golpe que el señor Wu le dio a Tao aun resonaba en su mente y las imágenes se repetían, como dignamente Tao no devolvía el golpe y optaba por no perdonarlo he irse; ya había sacudido el único sillón de la casa, luego de haber barrido y ordenado, pero aún se sentía inquieta y más aún cuando escuchó los sollozos desde el cuarto del señor Huang; suspiró pesado y salió al patio trasero, era mejor darle su espacio.

Se había dicho a si mismo que sería fuerte, que no derramaria muchas lágrimas, pero al comenzar a soltar ese dolor y tristeza por sus ojos, luego, no pudo parar... estaba herido, en su centro de una manera dolorosa, le parecía una muerte lenta y tortuosa, su pecho estaba apretado y su garganta tenía un nudo, estaba hecho un desastre. El respirar le dolía y no solo físicamente por las magulladuras causadas por su caída en moto, sino también por la situación... por si mismo y por MinKi, era conciente de que ya no era un bebé, pero aún asi no creía adecuado que el niño a su aún corta edad tuviera que vivir el divorcio de sus padres, para ningún niño era justo o lo correcto.

Estuvo largo rato tirado en aquella cama  diciéndose a si mismo que debía dejar de llorar, que realmente no valía la pena, pero aún tenía mucho que soltar y estaba seguro de si realmente pararía.

--¿Señor Huang?-- desde el otro lado de la puerta Mei le llamaba, Tao se metió entre los tapes de la cama, escondiéndose. --¿Usted quiere que vaya a buscar a Minki?-- la mención de su hijo le hizo reaccionar y se levantó de la cama yendo a abrir la puerta topandose con Mei.

--Si no es mucho pedirte...¿podrías ir por el?-- pidió mientras se pasaba los dedos por el tabique de la nariz.

--No se preocupe, iré por el-- Mei le regaló una sonrisa a Tao, esperando que esta calmara un poco de su tormento interno.

Se retiró y poco después Tao escuchó el motor del auto desvanecerse a la distancia; suspiró cansado y se levantó de la cama deshecha, sentándose en el borde y mirando el cuarto, habían algunos bolsos, Mei seguramente los había ido a dejar, ¿en que momento? no lo recuerda, pero se lo agradeció mentalmente. Se levantó de la acolchada superficie y caminó hasta los bolsos, buscando en su interior uno más pequeño, uno que le ayudaría a ocultar la marca que ardía en su ojo.

En el baño, se tomó su tiempo, la situación aún le mantenía perplejo, le costaba entender que la misma persona que le juró amor eterno, había acabado con todo, siempre le fomentó al mayor ser sincero con el, abierto con respecto a lo que sentía, pero habían cosas que no cambiaban ni con todas las ganas del mundo. Suspiró y abrió el pequeño bolso, sacando algunos cosméticos con la intención de borrar aquella marca en su piel; la pequeña esponja dolía al tacto con su piel, sin importar cuanta delicadeza pusiera en ello, pero debía taparlo, por el y por su hijo.

Escuchó el motor del auto fuera de la casa y se miró una última vez en el espejo del baño antes de salir al encuentro. Bajó las escaleras con una mano en el pasamanos  se sentía cansado toda la situación le había agotado las energías.

--¿Por qué estamos en esta casa Meimei?-- escuchó a su hijo preguntarle a Mei. El silencio que siguió después le hizo recordar que no le había dicho a Mei que decirle a Minki en caso de que preguntara.

--Bueno...-- Tao abrió la puerta, los ojos de ambas personas recién llegadas centrándose en el.

--Papá!-- Minki se soltó de la mano de Mei y de acercó a Tao para abrazarle las piernas, Tao le miró y acarició la cabeza, sintiendo sus cabellos suaves entre sus dedos. Tao miró a Mei, quien le sonrió pequeño.

--Cariño, necesito hablar contigo sobre algo importante-- le dijo Tao a Minki, quien le miraba hacia arriba.

--¿Papá... dónde está papá Kris?-- Tao suspiró, doliendole el pecho.

--De eso tenemos que hablar cariño-- Tao trató de sonreírle, pero lo único que logró hacer fue una mueca extraña que ni rosaba lo que era una sonrisa.

Pudimos Ser Felices.Where stories live. Discover now