Si quieres amor, tienes que pasar por el dolor.

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Amatista entra al apartamento, cansada de otro día de mierda en el diner y otro día siendo parte de la población que depende de un salario mínimo.

Desde que perdió su trabajo en la agencia, las cosas se han estado complicando cada vez más. Últimamente Perla pasa más el tiempo en el trabajo para tratar de sacar el dinero suficiente y así al menos pagar la renta.

Lo cual eso causa que ella constantemente esté en un humor del asco, constantemente haciendo cuentas hasta quien sabe que horas de la noche, formando problemas por cosas pequeñas y discutiendo a tal punto que Amatista prefiere salir del apartamento antes que estar discutiendo con Perla.

Cuanto le gustaría volver a esos días. Esos días cuando se daban el lujo de salir a citas, cuando Perla tenía suficiente tiempo para leer un libro y preguntarle a Amatista acerca de su día, cuando Amatista podía bromear con Perla sin miedo a que se ofenda, cuando salían de las tocadas de banda para hacer un plan improvisado y llegar hasta horas de la noche.

Pero ahora...las cosas están tan tensas, la relación está tan descuidada...Hace dos meses que no hacen el amor por culpa de este estrés.

Carajo, se siente tan inútil al dejar que ella cargue este estrés financiero. De verdad quiere aportar algo, quiere al menos ayudar a Perla con su insignificante paga de camarera.

Pero eso significaría dejar de mandar el dinero mensual a su abuela. Y sabiendo cómo está su salud
cada día, cortar el aporte está fuera de la mesa.

Por dios, ¿y si por culpa de esto...llegan al final?

¿Qué si de esta no salen intactas?

Amatista le aterra la idea de que esta relación se acabe por su culpa. Ama a Perla demasiado para tener que cortarlo todo porque fue una inútil que no pudo hacer lo que tenía que hacer. Por no ser suficiente para ella.

Los pensamientos de Amatista son interrumpidos cuando de pronto percibe un fuerte olor a tabaco recorrer el pasillo; olor el cual va acompañado con una inusual ráfaga de viento que recorre el pasillo de la casa.

Alguien salió a fumar al balcón.

Ella camina por el pasillo guiándose del olor hasta parar en a la sala; el olor del tabaco cada vez más fuerte pero esta vez va acompañado de la tenue brisa de verano entrar desde el balcón. Ese olor salado recompensándole las caricias que no ha tenido en meses, ese cariño que no ha tenido el tiempo de saborear.

Y justo ahí, de espaldas y recargada en el barandal de hierro, se encuentra la frágil figura de una francesa que salió de su guarida para exhalar sus penas.

Amatista toca la puerta corrediza, llamando la atención de la francesa desganada.

Peridot la observa de pies a cabeza, frunciendo el labio con la expresión.—Estas temprano.

—Y tú estás fuera del cuarto,—Amatista se recarga en la puerta.—eso explica el olor a sobaco.—

Peridot rueda los ojos y le hace una mueca para devolverle la ofensa.

Amatista tan solo carcajea.—Solo bromeaba, vaya, te tomes nada enserio...¿tendrás uno extra para mi?

—No comparto.

Ella encoge los hombros—Bien, no hay que ponerse agresivos,—tras ese argumento, Amatista sale de la sala para sacar del refrigerador unas cuantas cervezas.—Al fin y al cabo, yo tengo mi propio vicio.—

Peridot observa como la morena vuelve hacia ella y en un movimiento despreocupado y flojo, se sienta en el piso para estar junto a ella.

—¿Me das?

El dilema Lazuli.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora