Remedios

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Sin importar que tan humildes seamos, todo humano tiene una clase de orgullo que usualmente, suele estar ligado con varios de nuestros defectos más problemáticos.

Obviamente, estos varían dependiendo de la persona; pero eso no quita que sean un problema.

Para Amatista, este orgullo humano está ligado con la incapacidad de ser totalmente honesta.

—Tenemos que hablar.

Perla tensa la quijada con esa oración. Era hora de que este momento llegara, lo había esperado por lo que parece haber sido una década, se había preparado para este momento, pero nunca espero que realmente llegaría.

—¿Al fin vas a dignarte a decirme?—su voz era filosa, retadora podría ser la mejor descripción.

Amatista respira hondo. Es extraño. Toda esta situación es tan extraña. El silencio espectral del apartamento, la puerta del balcón que se mueve conforme el viento lo hace, la sala que poco a poco se vuelve mucho más tensa, causando que cada memoria vivida ahí se distorsione hasta volverse tétrico.

Todo esto ocurriendo conforme Amatista busca las palabras para decirlo. O mejor dicho, conforme Amatista lucha para otras palabras que no sean muletillas y un susurrado "Perla yo..."

El nudo en su garganta la esta quemando tal cual como el licor lo hace al momento de pasar. Las palabras se aferran a su boca haciendo el esfuerzo para no salir, incluso si eso involucra teñirle la lengua con ese horrible sabor a culpa y desprecio.

Por dios, nunca creyó tener que empezar esta conversación, nunca creyó que tendría que llegar a este punto en el que tienen que sentarse a hablar de las cosas...Carajo, ¿porque tenía que ser tan difícil?

¿Porqué ella lo hace tan difícil?

Perla suspira con derrota. ¿Entonces así van a ser las cosas?.—¿Porqué siempre te vas?...No hemos vuelto a hacer nada juntas desde que te empezaste a ir de la casa.

Amatista siente algo abollarse por dentro. ¿En serio le va echar la culpa?, no iba a quedarse callada.

—No es como que fuera así cuando yo estaba en la casa,—murmura mientras se hunde en el sofá.

Perla le rueda los ojos.—No me vengas con eso cuando yo trabajo todo el día para que siempre tengamos algo que comer, no es como que tú banda pague la renta..

—Ni se te ocurra pintarme a mi como la inútil que solo le importa su banda,—Amatista adopta un tono más dominante, apuntándola con el dedo.—Tú sabes muy bien que el dinerito ese que me saco de las tocadas va para México. ¿O acaso tienes un problema con que ese precioso dinerito que bien podría beneficiarnos sea desperdiciado?

—Yo no te estoy reclamando por ayudar a tu mamá,—Perla le toma la muñeca para empujar la mano fuera del panorama. Alzando su voz para evitar más acusaciones tiradas hacia ella.—De lo único que si te reclamo es de que yo soy el pilar principal de esta casa, Amatista. Desde que tu agencia quebró, yo pago la luz, el gas, el agua, este apartamento, la despensa, vivimos a base de esas horas extras que trabajo en el negocio, hasta estoy haciendo parte del trabajo de mi socia para rascar un poco más de dinero.

Amatista se queda callada, la ira hiriéndole la sangre tal cual como agua para café de olla. Con cualquier persona ya hubiera explotado y se hubiera dejado llevar con todas las cosas que podría decirle, pero al tratarse de Perla, Amatista se muerde la lengua para evitar decir algo de lo que se vaya a arrepentir.

—Y ya se vuelve mucho trabajo para mi, constantemente estoy estresada por pagar todo a tiempo, recaudar para las deudas, hacer presupuestos, contar las ganancias del mes, ¡he tenido más jaquecas durante estos tres meses que todas la que tuve durante la preparatoria y la universidad juntas, carajo!—Perla se vuelve a sentar, recopilando su compostura a base de respirar y masajearse el puente de la nariz.

El dilema Lazuli.Where stories live. Discover now