Capítulo 76

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Narra Bruno

Aquel fin de semana fue movidito. Primero lo de revivir cuatro años después, el momento con Pol. Y al día siguiente la reunión en casa de Lluc y Martina que no pudimos terminar dado que Mina se puso enferma.

Las dos semanas siguientes parecía un zombi yendo de un lado a otro, como pollo sin cabeza. Universidad, después recitales. No podía ni conmigo. Empecé a plantearme si dejar la danza. Me sentía desbordado y, si quería ser técnico de sonido, no sabía si iba a ser capaz de llevarlo todo conmigo y tampoco si me iba a exigir mucho tiempo.

Estaba completamente perdido en aquellos momentos, pero sabía que de momento no podía hacer nada. Así que me centré en lo importante.

Pol y yo nos examinábamos el mismo día. Algo que por una parte era una ventaja puesto que nos podríamos ver más, en cambio por otra parte era una desventaja. Él tenía a Mateo y yo tenía los recitales. Durante aquel tiempo, lo peor que llevaba era no poder ver a Mina, habíamos creado un vínculo tan fuerte que separarme de ella, hacía que me sintiera un poco desvalido. ¡Las cosas que tienen los niños!

Hice el último examen con Sara y Ángel. Cada uno tenía ya los planes que iba a hacer después de terminar la carrera, pero era algo que preferíamos obviar, por si en algún momento no nos podíamos ver. Ángel en esos cuatro años se convirtió en una especie de ángel de la guarda. Siempre estaba cuando no sabía ni que lo necesitaba. Me recordaba a Lluc, de ahí que se llevasen a las mil maravillas.

De Sara aprendí a tomarme las cosas con filosofía. ¡Qué paradoja! Pero es cierto, ella es la calma en persona, todo lo ve desde el lado positivo y es una amiga de los pies a la cabeza, aunque he de reconocer que con Pol era una relación de amor – odio. Ahora parece que hay más amor que odio entre ellos dos, aunque cada vez que pueden se siguen lanzando dardos.

Terminamos los exámenes y nos encontramos en la cafetería del campus. Pol estaba extraño, como ido. Pregunté qué le ocurría y ¿cómo no iba a ser ella?, María Bolaño. Me estuvo explicando que no lo había llamado después del examen a su despacho y eso lo traía de cabeza. Le dije que se olvidase y disfrutase de su último examen y el comienzo de unas vacaciones merecidas. Aunque me dijo que sí, en el fondo su cabeza pensaba en una mujer, María Bolaño.

Al día siguiente era el cumpleaños de Pol. Cuando me desperté, vi que la Yaya estaba en la cocina así que desayuné con ella. Lo primero que hizo en cuanto me vio fue decirme: "Bruno, hoy es el cumpleaños de Pol. ¿Te parece que le hagamos algo sorpresa? Me encantaba cuando mi abuela se ponía, bueno se sigue poniendo en plan misterioso. Decidimos que no lo íbamos a felicitar hasta que no pasaran unas cuantas horas, así sufría un poco.

La Yaya dijo: "Bruno, ya tengo encargada la tarta. Si quieres haz algo con Pol esta tarde y luego venís de sorpresa". Miré a la Yaya y dije: "Nunca cambiarás". Ella dijo: "A mis años, ¿para qué cambiar? Soy feliz como soy y si cambiase ya no sería yo, se perdería mi esencia". Aquellas palabras en tono cómico la hacían irresistible.

Recogí a Pol en su casa y lo llevé a nuestra playa. Justo dos años atrás se había declarado en aquel lugar y la ocasión merecía la pena. El sol estaba empezando a caer, así que la luz que había en la playa era muy bonita. Pol ni se inmutó de que no le hubiese dicho nada, pero en el fondo sé que lo estaba esperando.

Dimos un pequeño paseo por la playa. Cuando creí que era el momento oportuno saqué de la mochila que llevaba una toalla, la puse en la arena y le dije a Pol que se sentara a mi lado. Nos pusimos de cara al mar, me acerqué sigilosamente a Pol, lo besé y con una bolsita de cerezas dije: "¡Feliz cumpleaños! Hoy es tu veinticuatro cumpleaños. Obviamente, no me había olvidado, es más desde hace dos años este día es más importante en nuestras vidas".

Continuación personal de "Merlí: Sapere Aude"Where stories live. Discover now