Continuación personal de "Merlí: Sapere Aude"

Capítulo 102

Narra Pol

Cuando llegamos al restaurante del cuñado de Efra en el Mirablau y vi a cada una de las personas que me habían acompañado a lo largo de esta aventura, llamada Filosofía, no pude contener la caída de alguna lágrima.

Miré a Bruno, le di un beso y dije: "Gracias por hacer esto posible". Él me miró y dijo: "Disfruta. Es tu noche y hoy más que nunca necesitas esta dosis de adrenalina". Nos dirigimos hacia la terraza y Barcelona de nuevo se encontraba a nuestros pies.

Se acercaron mi padre y mi hermano y nos abrazamos entre los tres. Mi hermano al oído me dijo: "Enhorabuena por conseguir tu sueño". Me dio un beso en la mejilla y dándome una palmada en la barriga dijo: "Disfruta porque esta es tu noche".

Mi padre me dio uno de esos abrazos que hacía años que no me daba, me miró secándome alguna que otra lágrima y dijo: "Hoy has demostrado que con respeto, valía y amor a tu profesión se puede conseguir lo que uno se proponga en la vida. Hace unos años me equivoqué y te he ido pidiendo perdón a lo largo de estos años, pero gracias a quién ya sabemos, hoy estás aquí celebrando que en tres meses cumplirás tu segundo sueño".

Miré a mi padre con la mirada nublada por las lágrimas y dijo: "Pol, que nunca nadie te corte las alas que te hacen soñar y volar más alto". Lo miré y sonriendo y dije: "Demasiado poético para ser tú". Él sonrió y dijo: "Aquellas dos mujeres increíbles tienen la culpa".

Le di de nuevo un abrazo y me dirigí hacia Glòria y Carmina. En cuanto me vieron Carmina dijo: "Niño, deja de llorar. Que no estamos en un funeral". Sonreí y dije: "Carmina nunca cambiarás". Glòria se acercó, me dio un abrazo, un beso en la mejilla y dijo: "Conocerte de verdad, saber quién eras a lo largo de estos años, es lo mejor que me ha pasado en la vida.

No soy tu madre, pero a veces siento que tanto Óscar como tú, sois los hijos que nunca he tenido. He aprendido una nueva parte de la vida con vosotros. Gracias a tu constancia, a tu manera de ver las cosas he aprendido más de lo que tú te puedes creer. Porque, aunque no lo creas los padres aprendemos cada día de los hijos. Gracias por dejarme ser parte de tu vida".

Aquellas palabras de Glòria hicieron que se me cayeran más lágrimas de las que ya se me habían caído. Unas lágrimas que no eran de tristeza, sino de alegría, de esperanza y a la vez de añoranza. Lo que Glòria me había dicho, lo sentí de la misma manera que si mi madre me lo hubiese dicho.

He de confesar una cosa, ella se convirtió en esa figura de madre. Siempre me dejó mi espacio, pero si en algún momento tenía algún problema ella era la primera que estaba a mi lado. Me abrió los ojos en muchos momentos de mi vida en los que me sentía perdido y me ayudó a descubrir otras cosas que ni siquiera sabía yo que existían.

Todavía recuerdo el momento en que vi a mi padre hablando con Glòria en aquella cafetería y él le enseñó aquella frase del fin de semana. Sin duda el habernos mudado con ella fue lo mejor que nos pudo pasar en aquellos momentos. E incluso recuerdo aquel miedo o incertidumbre que le dije a Bruno camino de la playa cuando nos mudamos, si aquello era lo correcto.

Cada vez que recuerdo aquella tarde evoco una sonrisa, cuánto significado cobraría cada una de las palabras que dijimos ambos. ¿Qué hubiese pasado si nos hubiésemos tomado en serio cada palabra que dijimos en aquel momento?

Es curioso cómo, aunque pase el tiempo, hay preguntas que nunca obtendrán respuesta y cada día uno se las sigue haciendo. ¿Por qué siempre volvemos al pasado? Parece como si la vida no quisiera que nos olvidásemos de ese pasado.

Glòria dejó paso a Carmina. Puso los brazos como si me fuese a dar un abrazo, me miró, se me cayó una lágrima y a ella también y dijo: "Nunca dudé de ti. Sabía que no se equivocaba ninguno de los dos. Por algo siempre has sido el preferido de los Bergeron Calduch". Sonreí y ella continuó diciendo: "Así es cómo me gusta verte. Con esa sonrisa que enamora a cualquiera que pasa a tu lado". Sonreí y dije: "No seas exagerada".