Capítulo 1

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Había perdido la cuenta de cuántas veces que recorría los pasillos de paredes metálicas y losetas de mármol. En ellos, se sofocaba al aspirar el aire seco y falto en oxígeno, mientras que el olor a medicina desgarraba sus pulmones. Sus débiles piernas tambaleaban al caminar con ayuda de su soporte de metal del cual colgaba una botella de suero casi por acabarse. Llevaba tres rótulas: Una en la muñeca, una en el dedo gordo del pie derecho y la última en el suero antes mencionado, en todas se leía "P0603".

Una puerta se abre a unos metros de donde estaba, de la cual sale delgado enfermero con expresión de difunto

– 0603, acabó tu caminata.

Con movimientos torpes, regresó a la sala de rehabilitación, una suerte de asilo donde 30 o más personas vivían apiladas, la mayoría en colchones tendidos en el frío mármol por la falta de espacio. Gritos y lamentos de dolor retumbaban entre los límites del cuarto sin siquiera rozar el oído de las enfermeras, que parecían vivir en un plano existencial diferente a costa de la agonía de los pacientes moribundos.

– Natalia, mira al 0428

– Ya apesta ¿Cuántos días lleva muerto?

– Eso no importa, llama a Rolando para que lo lleve a quemar

Eran personas que habían perdido su razón de ser y trabajar, cuya alma apestaba tanto como el cadáver del que alguna vez fue 0428. El pobre 0428, sin nombre, sin familia, sin amigos. Sólo conocido por su número de admisión, una fría marca de 4 a 6 cifras que se volvía la única identidad de un paciente como si se tratara de ganado.

0603 era una de las pocas suertudas que contaba con una cama, sobre la cual se echó e intentó cerrar sus amoratados ojos que ardían de cansancio. Prosiguió con su rutina interminable de dormir falsamente, lo único que podía hacer en el mundo reducido que conocía desde que nació. Y como de costumbre, tras unas horas de escuchar gritos comenzar y desvanecerse, cayó presa del sueño.


Un día diferente camina de nuevo por los pasillos. 0748, una paciente muy amable que recuerda en sus primeras memorias, le enseñó que el techo es enorme fuera del hospital. Se le llama cielo y en él hay dos círculos que cambian de lugar cada cierto tiempo: Sol y Luna. Cuando lo hacen dos veces, se dice que pasó un día. Como no se pueden ver desde su encierro, ella le contó que se duerme por la noche y que cuando despiertas es un día nuevo. Desde que 0748 desapareció de su cama, intentó contar cada vez que despertaba para saber cuánto tiempo llevaba en el hospital. Se rindió cuando llegó al número diez porque no sabía que seguía, hasta que descubrió que podía contar cuantas veces llegaba al diez. No pudo continuar de las diez repeticiones de diez días.

Ese día, el ambiente se sentía diferente. Mientras avanzaba el aire a su alrededor se vuelve más denso hasta que se negó a entrar por su nariz. Las luces de neón que iluminaban tenuemente los pasillos se perdieron entre una neblina sospechosa y los ruidos de agonía de las habitaciones contiguas se transformaron en un eco aturdidor. 0603 luchaba por llegar en trompicones hasta la sala de rehabilitación; sin embargo, se derrumbó justo al lado del umbral. Sus ojos se enmarcaron en un borde oscuro que avanza lentamente hasta opacar por completo su visión. Decidió creer que la noche comenzaría antes y se dejó llevar hasta dormirse.

Escuchó el arrullo de un silencio poco familiar hasta quedarse dormida.

Pasillos vacíosWhere stories live. Discover now