Capítulo 2

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Los destellos de las luces se escabullían entre las pocas salidas que la neblina le dejaba. Eran pocos pero suficientes para causarle dolor a sus retinas en cuanto recuperó la conciencia. Un peso muerto la mantenía aferrada al suelo aunque sus pocos desarrollados músculos sufrieran por levantarse. En uno de esos esfuerzos, sintió una gota de un tibio líquido cruzar su mejilla hasta manchar de rojo el suelo bajo su rostro. Un vacío se formó en su estómago y sus manotadas por levantarse se aceleraron hasta que se deslizó usando de soporte el umbral de la puerta.

Aterrada volteó para encontrarse con un torso cercenado que reconoció por su contextura como el enfermero joven que le solía llamar al final de su caminata. Se encontraba en un estado decente descontando la falta de la mitad inferior y la ausencia de sus ojos. Las cuencas estaban limpias a excepción del hilo de sangre que caía de la derecha, una operación digna de un cirujano maestro. Alejarse a rastras del cadáver fue un movimiento del cual se arrepentiría, ya que le dio butaca frontal a una escena incluso más grotesca.

La sangre cubría las antes blancas paredes. Los enfermos se encontraban tirados entre camillas volteadas y el piso era una mezcla repugnante de todo tipo de fluidos corporales y vísceras desparramadas. Sobre su camilla, una de las pocas que se mantenían en pie, se encontraba la mitad inferior del cuerpo de 0856, una señora muy amable que tomó el sitio de 0748 cuando se fue. La cabeza de 0709, un niño un poco mayor que ella, estaba clavada en un poste de suero que perteneció a 0589, un anciano que hablaba un idioma raro. De este último solo quedaba su mano, con la etiqueta de identificación aún puesta, sosteniendo una sábana rasgada. El uniforme de una de las enfermeras se encontraba flotando en el charco de sangre al lado de sus brazos cercenados. Como si fuera una retorcida broma, una de sus manos agarraba el pelo de la cabeza de su compañera. Entonces, pudo notar un rasgo tan perturbador como intrigante: Ninguna de las cabezas tenía sus ojos en su lugar.

Sin ser capaz de analizar más la escena, 0603 vomitó fuertemente en donde estaba y sólo atinó en gatear torpemente lejos de la sala. Infelizmente, al seguir hacia la sala del costado, se dio cuenta que la masacre se repetía con los mismos patrones sangrientos. Hizo lo posible por aguantarse las ganas de vomitar de nuevo y avanzó hasta las escaleras viendo de reojo cada una de las habitaciones restantes. Ninguna era la excepción a la marea de muerte. Para cuando se detuvo a respirar entendió la cruel realidad. No había una sola alma en el piso entero, además de ella.

Logró encontrar una esquina a donde los charcos de sangre no llegaron para acurrucarse. Ella luchaba por aguantar su llanto porque sabía que si perdía la calma, respirar sería aún más difícil y moriría también. Poco a poco se fue calmando y decidió buscar sueño mirando hacia el lado contrario de las escaleras para así ignorar todo lo que presenció en su trayecto. Le costó trabajo pero se enfocó en soñar con el mundo exterior que 0748 le contaba, con el cielo interminable y los discos que lo alumbran. Entonces, a pesar del infierno en el que se encontraba, quedó profundamente dormida tras cerrar sus ojos por casi una hora.

Pasillos vacíosWhere stories live. Discover now