➤ 𝟎𝟏

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Nueva York, 1950.

El calor en las calles de Estados Unidos, se hacía cada vez más notorios. En pleno Agosto, los niños aún salían a las calles y trataban de divertirse lo más que podían. Ellos también eran conscientes que la guerra había terminado y que la paz ya estaba ahí una vez más.

Mía estuvo en su habitación durante toda la mañana del 16 de agosto, para armar su baúl y buscar lo necesario para viajar. No era la primera vez que se iba en un barco hacia la otra punta del mundo, pero si era la primera vez que no iba a viajar con su padre, Howard Stark, y aún dudaba mucho si ir o no. Hace un par de meses, se había enterado que era una bruja y que poseía poderes que cualquier muggle hubiera deseado tener. No obstante, al principio pensó que era una broma de su padre, luego de que ella le había escondido una crema de afeitar.

La escuela se llamaba Hogwarts, y según los libros, era una de las escuelas de magia más importantes de Europa. Tenían cuatro casas y eran de acuerdo a los apellidos de sus fundadores, Slytherin, Gryffindor, Hufflepuff y Ravenclaw. Al principio, cuando Mía escuchó esos apellidos, sintió una corriente de electricidad pasar por todo su cuerpo, como si ella sintiera que algo pasaba ahí.

El primero que había venido a decirle que era una bruja, era el profesor de Transfiguración, Albus Dumbledore. Que por lo visto, era un hombre sumamente respetado en la comunidad mágica, por todo lo ocurrido con Grindelwald.

-¿Señorita Stark?- Pregunto Jarvis, el mayordomo de la casa.- Es hora de irnos, la acompañaré- Habló él, abriendo la puerta con sumo cuidado para no interrumpir a la niña.

-Entendido Jarvis- Hablo ella, sonriendo al hombre- ¿Papá no vendrá no?- Preguntó ella, sabiendo la respuesta.

-Lastimosamente no- Contesto el con un poco de pena- Le deja una carta y lamenta no poder acompañarla hoy- Aclaró él, entregando el sobre.

-Gracias Jarvis- Murmuró la chica, guardando la carta en su mochila- Vamos, no quiero llegar tarde- Habló ella.

Jarvis, su mayordomo, guardó los baúles en la parte trasera del auto y ambos partieron rumbo al barco que iba a llevar a la niña a Londres. El viaje fue corto, al llegar a la aduana, varios periodistas cubrieron el auto para tomar algunas fotos de ella y tratar de que esté en la primera portada del diario.

Era algo exhausto para ella, ser hija de uno de los científicos y hombre de negocios más importante de la década. Amaba a su padre, era una de las personas más queridas en el mundo, pero cuando de negocios se trataba, era el primero que iba adelante, dejando a su hija para lo último. Salvó a su madre, María Stark. Ella era otra cosa.

Su madre por más que también esté en la otra parte del mundo, a veces trataba de comunicarse con su hija mediante cartas. Pero hoy, iba a ser algo complicado.

Destino |Tom Riddle| (Editando)Where stories live. Discover now