1. La víctima

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Capítulo Uno

La víctima

Me encontraba de rodillas sobre el frío azulejo del baño de mi habitación. Con mi cuerpo ligeramente inclinado hacia la bañera para que el agua de la regadera siguiese cayendo en mi cabeza. En la parte de mis hombros tenía una toalla cubriéndome para no empaparme.

Mis manos hacían una especie de masaje contra mi cuero cabelludo para que el tinte se terminase de caer. Podía divisar a través de los mechones húmedos cómo el color rosa pastel se escabullía por el desagüe.

Sabía que muchos se preguntarían cuál era la razón que me orillaba a pintarlo, y con seguridad podía responderles que no estaba cerrando ningún ciclo. No había un corazón roto detrás de mis actos y me sentía tranquila por ello.

Solo quería probar algo diferente.

Todos hemos llegado a ese punto en el que queremos cambiar algo de nosotros.

Cerré la llave y me levanté.

Una vez que terminé de secarme el cabello y peinármelo. Salí de la habitación con la intención de buscar a mi hermano menor. Necesitaba otra opinión además de la mía para saber si el resultado había sido bueno. Abrí la puerta sin haber tocado, no era por mala educación, se los prometo. Es que la desesperación y la duda me estaban controlando en esos momentos.

—¡Hey, Connor! —grité al entrar.

Él estaba sentado en su silla reclinable de piel color rojo. Su cabello castaño ligeramente despeinado y con unos audífonos gamer. En sus manos se encontraba un control y sus dedos se movían con mucha destreza. No hacía falta decir que tenía su vista fija en la pantalla.

—¿Qué quieres? —preguntó con irritación.

Me observó un momento por el rabillo de sus ojos antes volver su atención al juego.

—Pues... —Me acomodé mi cabello para que él pudiese notar a lo que venía—. Solo quería saber qué opinabas sobre mi nuevo look.

—No sé qué esperas que diga —enarcó una de sus cejas pobladas.

—Tienes que estar bromeando —le recriminé con los ojos y puse mis brazos en jarras—. Me tienes que decir si me veo bonita.

Soltó un suspiro y luego pausó su juego.

—¡Ay, no! —Se llevó ambas manos a su rostro y exclamó con horror—. ¡Mis ojos!

Me acerqué con rapidez a él.

—¡¿Qué tienen?! —pregunté, alarmada—. ¡¿Te sucede algo?!

—Suficiente para dejarme ciego.

—Eres un gusano, me espantaste. —Me llevé una mano al pecho y solté un suspiro—. Pensé que esos juegos al final habían logrado dejarte ciego.

Me dio un encogimiento de hombros.

—Es la verdad, no eres tan bonita, hermana.

—Agh, eres un mocoso detestable. —Le saqué la lengua y después volqué los ojos.

Salí de su habitación hecha una furia y con mis manos cerradas en puños. No sabía en qué estaba pensando al querer venir a preguntarle a ese gusano sin neuronas.

Esto no es un cliché, ¿o sí? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora