20. La reconciliación

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Capítulo Veinte

La reconciliación

Era domingo por la mañana, yo no me levanto temprano los fines de semana. Pero lo estaba haciendo por alguien que valía la pena. Mi mejor amigo era el motor perfecto.

Si es que aún quería seguir siéndolo.

Mientras caminaba por la calle, con mis auriculares puestos y practicando todo lo que iba decirle. Mis nervios lograron disiparse un poco. No entendía por qué, se supone que iba a hablar con la persona con la que nada solía avergonzarme. Me aterraba la idea de que todo lo que había pasado afectara eso también. Intenté no traer pensamientos negativos y dejé que la música me relajara como siempre solía hacerlo.

Doblé en la siguiente esquina a la derecha.

Tal vez ir caminando a su casa no era un viaje de los más cortos. Pero era temprano y a esta hora hay mucha gente haciendo ejercicio en los parques, o corriendo por las calles, como en la que yo me encontraba. La persona que me viera pensaría que soy una de ellas, aunque seamos sinceros, el ejercicio y yo no tenemos la mejor relación del mundo. Creo que soy más de esas que prefieren quejarse todo su vida por no tener el cuerpo que siempre han soñado pero no hacen nada al respecto.

Sí, esa soy yo.

Mis pasos se fueron alentando conforme iba llegando y, cuando estaba por tocar a su puerta, el corazón me latía a gran velocidad. Vaya, tan solo pensar en el ejercicio hizo que mi cuerpo sintiera que lo había hecho. Me pasé la mano por mi frente para quitar el rastro de sudor que se comenzaba a formar. Toque a la puerta tres veces.

Pause la música de mi celular.

—¿Quién es? —hablo la hermana de Leo.

—Ma-Mackenzie.

Relájate, no tienes que estar nerviosa.

Ella abrió la puerta.

—Hola, linda —me recibió con una cálida sonrisa, y se quedó parada en el marco de la puerta—. Dime, ¿qué te trae por aquí?

—Vine a ver a Leo —avisé, nerviosa.

—Él no se encuentra, ¿quieres pasar y esperarlo?

—Ah, ¿no sabes cuánto se tardará?

—No sabría decirte, salió al parque a hacer ejercicio.

¿Cómo no se me ocurrió?

—¿Crees que siga allí?

—Es lo más seguro, ¿por qué no le mandas un mensaje?

—Es que... —me rasqué una de mis cejas en un acto nervioso, el cuál comenzaba a hacérseme costumbre por culpa de Alex—. Él y yo no estamos en buenos términos.

—¿Se pelearon? —torció sus labios.

—Sí.

Me dio una mirada triste.

—Ay, linda.

—Yo, creo que iré a buscarlo, ¿si?

Esto no es un cliché, ¿o sí? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora