7. El deseo

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Capítulo Siete

El deseo

Su aliento mentolado acarició mis labios.

Mis manos sudadas se aferraban a la tela de mis jeans buscando seguridad. El palpitar de mi corazón lo podía sentir en cada fibra de mi ser. Temía que llegase a sufrir de un ataque debido a su cercanía. Su mirada no se despegaba de la mía y me preguntaba qué pasaba por su cabeza en esos momentos.

—¿Qué sucede? —Sus ojos recorrieron cada centímetro de mi rostro, y nunca antes me había importado cómo un chico me viese—. ¿Te ha comido la lengua un ratón?

No caigas en sus encantos.

¿Qué estaba diciendo? Desde hacía mucho tiempo había caído en ellos. Era la razón por la que no podía lograr gesticular palabra alguna.

—¿Por qué tendría que sucederme algo?

Él se irguió sobre su asiento con su brazo derecho aún alrededor de mis pequeños hombros. Sentía una extraña sensación al tener una parte de su cuerpo así de cerca.

Mi corazón traqueteaba contra mi pecho.

—Eres muy escurridiza, ¿lo sabías?

Junté mi entrecejo.

—¿Por qué?

—Porque no pensé que fueses de esas personas que no cumplen con su palabra.

Me hice hacia atrás y lo miré mal.

—Tú no me conoces —espeté.

—Tienes razón, no te conozco. Pero ¿cómo esperas que lo haga? Siempre que intento acercarme a ti estás a la defensiva conmigo.

—¿Tú por qué crees?

Alex se inclinó y estrechó sus ojos.

—Eres alguien rencorosa, te esfuerzas por intentar odiarme y te frustra estar fallando en tu débil intento. ¿Y sabes por qué? Porque en el fondo sabes que no soy una mala persona.

—Tus actitudes dicen lo contrario —espeté.

Regrese mi vista al frente cuando indicaron que los carritos iban a empezar a moverse.

¿Estaba siendo inmadura? Tal vez mi mejor amigo tenía razón, y no tenía por qué estarle dando lecciones a la gente. Sí, había estado esperando más que una simple bolsa de hielo y que sus actitudes no fuesen tan bordes. Pero, ¿no era exigir demasiado? Algo me decía que en el fondo solo buscaba tener su atención por el chico que me gustaba.

—¿Ya me dirás por qué escapaste?

—No me escapé.

Sonrió con malicia.

—Saliste disparada hacia aquí, disculpa si tus actitudes dicen lo contrario. —Mis ojos se abrieron desmesuradamente al escuchar cómo utilizaba mis propias palabras en mi contra—. Entonces, ¿qué procede, Mack?

Me volví hacia él.

Estaba comenzado a irritarme.

Esto no es un cliché, ¿o sí? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora