Capítulo Uno

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Una ruptura acaramelada

Sus dedos se movían, resbalando por la humedad, entrando, saliendo, acariciando, alejándose cuando sentía que explotaría, volviendo a acercarse cuando se calmaba. 

Una de sus manos subió a su pecho desnudo y lo acarició y apretó. En su mente, que en estos momentos siempre estaba llena de imágenes desordenadas, inventadas, reales o una combinación de ambas, solo había una cosa: Blake Dennis andando por el pasillo; Blake Dennis sonriéndole; Blake Dennis arrodillado ante ella, ocupando con su boca el lugar en el que ella metía ahora sus dedos; Blake Dennis, tocándose desnudo frente a ella. 

Uf, le ponía de mal humor que sólo se le viniera a la mente ese hombre, cuyo nombre no tenía sentido y, aunque no lo conocía, intuía que era un cretino creído, altanero y machista, sin ningún sentido de la humanidad. O eso se decía para bajar la ratio de pulsaciones que tenía al pensarlo. 

Al ver que le estaba costando más de lo normal terminar y que no tenía demasiado tiempo antes de tener que llegar a la oficina, abrió los ojos con un ligero revoloteo, cogió el grifo de la ducha, cambió la presión del cabezal y lo guio entre sus piernas. Acompañó el gesto con la continua atención de su otra mano. Se le contrajeron el estómago y los muslos, la garganta se le cerró del placer, y entonces casi suelta un grito al sentir la presión y la liberación que sintió segundos después. 

No gritó porque era temprano y no quería despertar a nadie del edificio. Mucho menos a David, que dormía en el cuarto, ajeno a todo su espectáculo.

Mientras salía de la ducha y se secaba el cuerpo con la toalla, dejó su mirada vacía en el espejo, sin ver nada en específico. Estaba distraída. No pensaba más que en lo mal que se sentía tras haber hecho lo que acababa de hacer. ¿Era normal que el cabezal de una ducha le diera más placer que su novio? Se supone que él debe ser el que conozca sus preferencias sexuales y sepa hacerla gritar de puro éxtasis, no la persona que aún no ha entendido que su pareja no quiere que el sexo se reduzca al mete-saca tradicional y prefiere un sexo oral bien hecho. 

Pero, ¿a quién quería engañar? Carolina sabía que a David le daba vergüenza hacerle sexo oral porque no sabía, pero aunque ella le insistiera miles de veces en que se aprendía, él estaba demasiado avergonzado como para siquiera intentarlo.

Se estaba cansando de tener que fingir, en la cama y fuera de ella; dos años y pico de relación y aún recordaba con anhelo los primeros y únicos orgasmos que le había dado. No quería seguir teniendo que gritar como una posesa para que él se diera por satisfecho y luego tener que ir a hurtadillas hasta el baño para terminar ella misma. No todo era sexo, eso ella lo sabía muy bien, pero era una parte bastante importante para ella y, cuando se dio cuenta de que la cosa en la cama ya no funcionaba, se le vino el cuento abajo. Le daba mucha rabia no tener el valor suficiente para cortar con él, porque ella nunca había sido así, a Carolina no se le escapaba ni una: si quería hacer algo, lo hacía. Siempre hacía un balance previo, evaluaba la situación y cómo quedaría esta en ambas opciones: en la que hacía algo y en la que lo dejaba todo tal cual estaba.

Normalmente, el escenario que se quedaba estático era el más recomendable y pacífico, pero a ella le importaba poco. Solo hacía el análisis para saber qué hubiera pasado si, pero nunca se quedaba con esa opción. Casi nunca: con David sí que había preferido callarse la boca y seguir la corriente de la situación. Aunque había intentado terminar con ella varias veces, siempre pasaba algo de una fuerza mayor que le quitaba las palabras de la boca y la dejaba fuera de juego, sin lugar a decir nada.

—David, te tengo que decir...
—Me han echado del trabajo.

—Oye, David, ¿no crees que deberíamos...?
—He perdido mi cartera y están usando mi tarjeta de crédito.
—¿Qué...?
—Si siguen comprando televisores me voy a arruinar.

Souvenir (Amor y tiempo 1) | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora