Capítulo Tres

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Primer encuentro

—Por Dios, Sally, ¿para qué necesitas este armario?—Su hermana la miró con la boca fruncida y el sudor cayéndole por la frente. El pelo rubio recogido en una coleta resplandecía con el sol, y las gafas oscuras que llevaba para resguardar sus ojos de este se le resbalaban por el tabique de la nariz. Sally llevaba en sus brazos una caja de suministros para montar el armario que parecía pesar lo suyo—En serio, ¿para qué? Vives sola, no te visitan muchas personas y solo tienes una habitación, ¿dónde piensas meter este cacharro de dos metros y medio? Tampoco tienes tantas cosas que guardar... Es que incluso podrías meter tu casa entera aquí dentro. En serio. Pero entera de verdad, con las paredes y todo.

Intentó empujar el carro solo unos centímetros más a la derecha para no chocar con el bloque de piedra pintado de amarillo que separaba el aparcamiento de la acera. Suspiró, cogiendo aire de lo agotada que estaba de empujar la mole de metal y madera. 

Esa mañana de sábado, después de toda la semana trabajando y solo haber conseguido risas burlonas desde el otro lado de la mesa cada vez que miraba al ascensor, que se paraba y abría en su planta, quería pasar el día haciendo yoga, conectando con su yo interior y masturbándose hasta olvidarse de su nombre. Para liberar tensiones, claro. Las intenciones que se había propuesto con Blake la tenían en tensión: todo el rato en guardia, esperando a que él apareciera, aun sabiendo que ya había hecho su visita semanal y que no lo volvería a ver hasta la siguiente semana. Y le molestaba que justo cuando sabía lo que quería hacer, no se diera el momento.

"Sabes dónde vive, siempre puedes dejarte caer por ahí", había sugerido Albert. Pero lo había descartado. ¿El plan no era no parecer una loca acosadora y desesperada? Eso era lo que parecería si se escondía en su edificio para fingir que se lo encontraba por casualidad. No tenía ninguna excusa convincente para estar allí: la única justificación que podría usar sería la del exnovio vecino, pero se negaba a usar esa bajeza.

Por eso, cuando su hermana Sally, la mediana, la despertó con infinitos y molestos timbrazos, decidió que ese día se lo dedicaría a no pensar en Blake Dennis, no pensar en lo mal que iba el plan, no pensar en lo mucho que quería dejarlo todo atrás. No quería admitírselo a sí misma y no le había dicho a Albert que quería terminar con ello cuando antes, pero Carolina sentía que, hasta que no terminara eso, no podría respirar tranquila.

Llegando a la camioneta que su hermana había alquilado para transportar el odioso montón de astilla, ambas estaban sin aliento. Sally dejó la caja con un estruendo dentro del amplio maletero, y se giró a mirar el carro con las manos en las caderas y el ceño fruncido.

—¿Cómo lo hacemos?

—Dejándolo aquí y yéndonos.

—¡Caro!—sonrió ante los golpecitos que su hermana daba en el suelo con el pie, irritada—He pagado casi seiscientos euros por esto, lo voy a llevar a mi casa como que me llamo Sally. 

Comenzó a intentar mover la enorme caja pesada sin éxito. 

En realidad no se llamaba Sally, sino que su nombre era Sandra, pero obligó a todo el mundo a llamarla Sally cuando a los once años descubrió la película When Harry met Sally y se obsesionó con ella. Ahora llevaba años siendo Sally, tantos, que se había hasta planteado cambiárselo legalmente. Pero no quería hacerlo, le gustaba que todos pensaran que su nombre era uno, y luego se sorprendieran al saber que era otro.

Souvenir (Amor y tiempo 1) | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora