Capítulo Seis

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La fiesta del llanto

No se acordaba de cuánto había echado de menos el salir de fiesta hasta que apenas escuchaba sus pensamientos y confundía el ritmo de los bajos con los latidos de su corazón. 

Sally y Albert se volvían un poco pesados cuando bebían, y le tocaba a ella aguantarlos, claro. Con Sally al menos se reía. Carolina siempre paraba a la tercera copa porque, si seguía, se volvía igual de pelmazo que ellos dos, una mezcla entre graciosa y filósofa que no tenía desperdicio, pero no le gustaba nada ser a la que tienen que aguantar, en lugar de la que aguanta. 

Albert era otro rollo de borracho...  Había que rezar para que le tocara una buena faceta, y es que había varios Albert con los que te podías encontrar cuando se emborrachaba: estaba el Albert cariñoso, con todo el mundo y sin excepciones, nivel 8 de sumisión, bastante aceptable pero incómodo para los que no lo conocen e insiste en abrazar; el Albert triste y melancólico, nivel 6,5 de sumisión... hay que tener mucho aguante para no lanzarte a llorar con él entre tus brazos, algunas veces prefiere bailar llorando y otras gritar a pleno pulmón la canción mientras se empapa la cara y te agarra fuerte de la mano; Albert cachondo, el más usual y el menos sumiso, nivel 3, indomable, pero más le vale que lo hagan si no quiere arrepentirse a la mañana siguiente... El Albert enfadado era una faceta que ella aún no había conocido, y no tenía especial interés en hacerlo. 

Esa noche, Albert había decidido ser el tío cachondo que, aún en su delirio ebrio, sabía que no debía hacer nada porque le costaría algo muy importante. Sally, sorprendentemente, estaba lo suficiente estable como para mantenerlo ocupado contándole sus dramas. 

Carolina escuchaba, pero estaba en segundo plano; no era parte de la conversación, pero estaba al tanto de lo que ambos decían y hacían. Estaba entre ellos, con la espalda apoyada en la barra y jugando con la pajita de la copa entre sus labios y dientes. Daba vistazos al ambiente: grupos de amigas, parejas acarameladas o bailando pegados al ritmo de la música. Había un grupo celebrando un cumpleaños en un reservado, un grupo no muy grande, de hombres en su mayoría. 

Le pareció ver un perfil conocido, y casi se ahoga al caer con quien lo había relacionado, pero como no volvió a verlo, se dijo que eran imaginaciones suyas, cosas del subconsciente. Estuvo un rato con el ceño fruncido y la mirada bastante atenta a todo rostro masculino de los alrededores. Quería creer que había sido su cabeza y ese hombre no estaba allí en realidad. Sería demasiada casualidad, ¿no?

—Ella me gusta, pero está casada, y yo no quiero meterme ahí, ¿sabes? Ya sabes cómo soy con eso, antes me mato... Además, yo conozco a su mujer, es una persona encantadora y amable, y no se merece eso... 

Carolina los observaba hablar cara a cara mientras tomaba un sorbo de su copa sin alcohol.

Albert fruncía el ceño en una expresión extraña que no se molestó en descifrar.

—¿Pero es mutuo? ¿Ella te lo ha dicho?

—Sí—Ambos arrastraban las palabras, pero se les entendía relativamente bien—, me lo dijo cuando me besó, y luego me lo dijo cuando... 

Carolina frunció el ceño. Albert parecía ya estar familiarizado con la historia, pero para Carolina fue una sorpresa. 

¿Cómo era que se estaba enterando ahora, y solo porque la locutora había emborrachado? La verdad era que desde que había creído ver a Blake, Carolina había perdido el hilo de la conversación, pero, por lo que pudo sacar atando hilos, a Sally le gustaba una mujer que tenía pareja, pero, aun así, había tenido un acercamiento con ella. 

Souvenir (Amor y tiempo 1) | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora