Capítulo Ocho

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Souvenir

—No pensé que te fueras a tomar tan en serio lo de conducir—dijo ella cuando reparó en la postura casi incómoda que tenía y la forma perfecta en la que manejaba el volante.

—Me interesas, más me vale tenerte contenta con todo lo que pueda.

La declaración le sacó una sonrisa que él no se perdió, aunque estuviera atento a la carretera. 

Después de su encuentro no casual en el ascensor el lunes, Blake había vuelto a su oficina y había tenido su cara y su sonrisa en la mente por el resto de la jornada. Volvió a casa con unas ganas tan grandes de ella... Estaba seguro de que en algún momento sufriría algún dolor físico de todo lo que la pensaba y la cantidad de veces que adelantaba acontecimientos antes de dormir. 

La había llamado un par de veces, hablaban un poco por la noche, al despertar, después de comer... Siempre que tenían un ratito, se escribían algún mensaje que hacía sonreír al otro tontamente. O, en el caso de ella, algunos mensajes los mandaba para que él suspirara, se aflojara la corbata y mirara alrededor para asegurarse que nadie nota su sonrojo y su bulto en la entrepierna. Cosa que él hacía, paso por paso. 

Estaban entrando en confianza con esos mensajes, estaban dejando sus intenciones claras, pero esa primera cita como tal, serviría para aclararlas aún más, para poner las cartas sobre la mesa y decidir la jugada. Los dos.

Aparcó con una alineación con la acera que sorprendió a Carolina cuando se bajó. Estaba ansiosa, entusiasmada, cachonda... 

Él no había sido el único que había anticipado acontecimientos, porque ella también se había hecho ideas en la cabeza de lo que pasaría ese día. Las imágenes de ella eran más explícitas que las de él, porque los pensamientos de ambos iban en unos sentidos un tanto dispares. 

Se recordó el llamar a Albert nada más llegar a casa; había estado extremadamente raro, muy callado y apagado, y no quiso decirle nada en la oficina, pero no podría negarse a una reunión de cotilleo con su amiga. Pensaba que le alegraría ayudarla con el drama de Blake, que le haría olvidarse un poco de lo que fuera que le estuviera pasando. Era una buena amiga, por mucho que la actitud de Albert en ese momento le hiciera sentir lo contrario.

Caminaron juntos hacia el bloque de pisos, y fueron directamente hacia el ascensor. No hubo preguntas ni miradas inquisidoras, estaba claro que los ascensores eran su espacio. 

Pulsó el botón de la tercera planta y se apoyó junto a ella contra el espejo. Estaban callados, pero no porque no tuvieran nada que decir, sino porque el ambiente que los rodeaba los dejaba sin aire... Hacía que sus corazones latiesen a una velocidad vertiginosa y los nervios les cerraba las gargantas. Se escuchaban sus respiraciones, muy mal acompasadas. Giraron la cabeza a la misma vez, lo que les hizo reír levemente sin quitar los ojos del par que tenían enfrente. 

—Me pones nervioso.

No iba a mentir: le gustaba afectarlo, le gustaba que su presencia tuviera algún efecto en él. 

Pero le gustaba muchísimo más que él se lo dijera, que lo verbalizara sin tener vergüenza o sentirse tonto. 

—¿Y eso es malo?

—Todavía no lo sé—admitió—, pero de momento creo que no.

El sonido de una especie de campana y las puertas abriéndose lentamente impidieron que Caro dijera algo. Él la cogió de una mano y la sacó del ascensor, dirigiéndose a la puerta de la derecha. 

31, justo encima de David. Cuando Blake soltó su mano para buscar la llave, ella aprovechó para decir lo que había pensado antes.

—¿Y te pongo, a secas?

Souvenir (Amor y tiempo 1) | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora