Epílogo

477 34 16
                                    

Para lo que el tiempo les habrá dado

—Eso ha sido intenso.

—Sí, la verdad.

Entraron al ascensor y Carolina pulsó el número. Blake sonrió al ver la familiaridad con la que lo hacía todo.

—¿Te has dado cuenta de cómo la miraba? —Ella seguía pensando en lo que acababa de ver en la celebración del cumpleaños de Teresa.

—Siempre la ha mirado así.

Frunció el ceño. ¿Siempre? Eso es mucho tiempo para ignorar lo que ella había podido ver en unas pocas horas.

—¿Crees que no deben estar juntos? ¿O que no quieren?

Blake lo pensó. Hizo una mueca con la boca.

—La verdad es que no sé para lo que les habrá dado el tiempo, pero hace años sí que lo estuvieron, estaban hechos para estar juntos.

—Parece que todavía lo están —susurró.

—Eso parece.

Blake vestía un polo gris oscuro y unos vaqueros negros. Y una chaqueta también negra que le había puesto a ella sobre los hombros porque hacía frío, y no se había acordado de coger nada para ponerse encima. Ella llevaba la camiseta que él le había regalado por fin días atrás, la que le compró en Argentina y con la que planeaba declararse. Cuando se la dio se ablandó, le pareció precioso el detalle, y mucho más si le declaraba que, cuando más lejos la tenía, fue cuando se dio cuenta de que la quería.

Caro estaba curiosa. Había visto tanta química y contención en los ojos, palabras y comportamientos de Christian y Teresa, que quería saber la historia para entenderlos. Se acercó a su novio y lo envolvió entre sus brazos a la altura de la cintura. Apoyó su barbilla en su pecho y miró hacia arriba. Él le sonrió y dejó un beso en la punta de su nariz.

—¿Y tú estás bien con ello?

—Siempre que ambos estén felices y no se hagan daño, yo no tengo nada que decir.

—Pero, ¿te gusta la idea de ellos juntos? —insistió.

—No me desagrada.

Caro abrió la boca con un jadeo.

—¡Oh, vamos! ¡Dame una respuesta directa!

Le provocó la risa. Escondió su cabeza en el cuello de ella, que olía a perfume, respiró placenteramente. Ella cogió su cabeza y la sacó del hueco para volver a mirarlo de frente. Carolina le besó la sonrisa y él le impidió separarse al poner las manos en su nuca y acercarla a él, abriendo su boca con la lengua.

—Ay, Carolina —suspiró—. Esa boca tuya...

—Cállate —respondió riendo—. Dime —volvió a decir—, ¿te gustan?

Blake hizo la vista hacia arriba y pensó.

—Es que no lo sé. Hay veces en las que me parecen buena idea, y otras en las que no tanto. Pero sé que se quieren y, al fin y al cabo, si saben hacerlo bien, es lo que importa.

—¿Se quieren como nosotros?

Blake negó con una sonrisa.

—Nadie puede quererse como nosotros.

—¿No? —Él negó, hipnotizado por sus orbes verdes y las pecas esparcidas de su nariz— ¿Sabes qué otra cosa nadie puede hacer como nosotros?

Él ya sabía por donde iba ella, porque era también por donde iba él, por eso bajó sus manos y las metió bajo su falda, acariciando los cachetes de su culo con las manos abiertas.

—¿El qué?

Las manos de ella bajaron también al culo de él, y lo acercó con un apretón que lo hizo reír.

Sintió su aliento en los labios y los juntó de nuevo. Con cada beso había una sensación nueva, y con cada día que pasaba, una cosa nueva del otro que descubrían, y un trocito nuevo de ellos mismos. Se estaban aprendiendo el uno al otro, poco a poco; sus gustos, sus placeres ocultos, sus manías, sus rarezas, su alma entera. Es verdad que el alma no tiene límites, por eso planeaban estudiar la del otro al completo, así les llevara todo el tiempo que tenían.

No sabían si dudarían cinco meses, diez años, o toda la vida, pero tampoco les importaba: Blake había dejado de pensar en el futuro, su atención estaba solo en ella, en el momento en el que la tuviera presente junto a él. Junto a él, frente a él, encima de él, debajo... El caso era tenerla consigo. Se pelearían y discutirían, y pasarían por situaciones que los pondrían en aprietos y que no sabrían si agarrarse al otro con toda la fuerza de su cuerpo, o soltarlo y dejarlo ir. Pero lo hablarían todo, se sentarían, intercambiarían sentimientos y sensaciones, se explicarían, como hacen las personas que se quieren. Tenían una relación sana, fuerte, y bonita; podían vivir el uno sin el otro, pero elegían no hacerlo. Y seguirían juntos hasta que dejaran de quererse tan locamente como lo hacían.

Y no tenía pinta de que pasara.

—Tengo algo para ti —dijo ella a la mañana siguiente, paseándose con una sudadera ancha que le había robado del armario.

Hacía un día nublado, y seguramente por la noche hubieran caído algunas gotas. No lo habían comprobado porque todavía no se habían levantado de la cama. Bendito domingo.

Se levantó de la cama y se acercó a su pequeño bolso, del que sacó una caja del tamaño de un paquete de tabaco. Él la veía, aún tumbado, con los ojos casi pegados y las comisuras de sus labios elevadas en una sonrisa.

—A ver.

La vio volver a la cama, gateando sobre él y terminando sentada en su regazo. Blake se incorporó y apoyó la espalda en el cabecero, cogió la caja que Caro le tendía con una sonrisa que le hizo esbozar otra completa a él.

—Ábrelo —susurró.

La emoción se filtraba por su voz. Era contagiosa, porque la respiración y voz de Blake se quedaron en su garganta incluso antes de abrir la caja.

—¿Qué es esto? —dijo riendo. La miró. Ella comenzó a carcajearse— ¿Es un llavero?

Era un corazón, por los bordes plateados, por dentro un rojo brillante. En el centro había una "C" plateada. No era muy grande.

—Sí. Es mi souvenir —Carolina vio diversión y ternura en los ojos de Blake—. Yo también tengo uno —Y se levantó, cogió sus llaves y volvió a su posición. Le enseñó el discreto corazón del mismo color, con la "B" en el centro—. Ahora me tienes, literalmente, colgando en tus manos, como dijeron Carlos Baute y Marta Sánchez en la canción.

Una risa brotó de él. Le gustaba a rabiar la mujer que tenía encima. En esemomento más que nunca, sí que tenía en físico una parte de su alma, y nohablaba del regalo, sino de la mujer.

—Nos tenemos —corrigió.

—Cierto.

—Te adoro.

Souvenir (Amor y tiempo 1) | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora