Luego de que los hombres lobos recuperaran la piedra lunar, llegaron nuevos peligros a Seabrook. Primero, Zombies; luego, hombres lobos y ahora... ¿Vampiros?
Pero, esta vez, no solo hay un grupo. ¿Dos bandos? Unos a matar, y otros a proteger.
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Estaba por contarles algo muy privado. Solo mi equipo sabía cómo me convirtieron. Ellos y el consejo.
- Si no quieres contarnos... no pasa nada. - Escuché que dijo Addison.
La miré. Ella y Willa se miraban un poco afectadas.
- Está bien. En serio. - No comprendí a que se refería Wyatt, hasta que sentí su mano en mi mejilla, la tocó por unos segundos y luego la retiró.
Ese... era un tema muy sensible para mi. Tan sensible que... una pequeña lágrima había bajado por mi mejilla. Eso era lo que Wyatt había limpiado.
Las chicas no se dieron cuenta. Y estoy segura que si lo hubieran hecho, Willa se hubiera enojado con su hermano. No entendía porque estaba actuando así conmigo, pero no podía negar que me gustaba. Era como... un calor particular.
- No es eso. Es que... necesito que me prometan que, todo lo que les diga, será un secreto.
- No te preocupes por mí. No diré nada. - Miré a Wyatt, con una pequeña sonrisa.
- Tienes mi palabra, Liv.
- Bien, como quieras.
- Yo soy una vampira desde hace siete años. Ya saben que Víctor me convirtió. - Miré a Wyatt. - Cuando te dije que le gustaba hacerse el dramático, lo decía en serio. - Volví a mirar el fuego.
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Cuando era humana, me gustaba mucho la gimnasia. Literalmente vivía en el gimnasio. Escuela, casa, gimnasio, casa; esa era mi vida. Una vida que se arruinó un día que estaba volviendo a casa del gimnasio. Estaba feliz, porque había logrado una nueva acrobacia. Pero todo se fue al caño en unos segundos. Sentía que alguien me seguía, pero decidí no hacerle caso. Ya había oscurecido. Hasta ese momento, mi mayor temor era la reacción de mi mamá en cuanto yo llegara a casa. Pero todo cambio en unos segundos.
- ¿Tienes mucha prisa? - Él apareció en frente mío. No sabía quién era en aquel entonces, pero no lo quería cerca mío. Quise seguir caminando, pero él no me dejaba. - ¿No me vas a responder? Qué pena, porque entonces vas a gritar.
