"Mini skirts & diamonds" •DKi // Yoonmin•

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Supuestamente, iba a subir el capítulo antes, pero estaba muy cansada, así que no pude hacerlo. De cualquier forma, aquí está. Ojalá les guste.

Esa noche iban a encontrarse nuevamente y, según Kitty, ojalá, por última vez. Así que escogió sus mejores prendas para esa cena de negocios. Escogió un corto vestido azul que se le amoldaba perfectamente al cuerpo y unos zapatos de tacón negro. Además, aplicó un maquillaje sutil, en el cual sus labios resaltaban por su rosa natural. De hecho, su objetivo era mostrarse poderoso y autosuficiente, incluso, decidió ir sin su equipo de seguridad y tan solo llevar a su chófer, quien lo esperaría fuera del lugar.

Cuando estuvo finalmente listo, salió de su nuevo departamento y subió a su vehículo.

—Buenas noches, señor Kitty.

—Buenas noches. Recuerda que no debes perder tu arma de vista en ningún momento y que solo avisarás al equipo de seguridad si notas que la situación anda mal —le advirtió, ya que nunca está de más tomar precauciones.

—Sí, señor.

—Bueno. Vamos ya, que pronto serán las 9.

El viaje fue rápido, aunque se sintió como una eternidad, pues sería su última oportunidad de demostrarle a Agust que su imperio era indestructible. Desde hace tres días había estado planeando lo que diría y se aseguró de incrementar sus ganancias y su influencia lo máximo posible. La verdad era que no tuvo el valor de leer los informes de Agust las últimas semanas, así que no tenía idea de lo que le esperaba, aunque no dudaba en que la victoria final sería suya.

Cuando llegó al lugar, fue escoltado por un hombre que estaba vestido de negro hacia el comedor de aquella gran casa. Se ubicó en una de las sillas y le sirvieron un poco de whisky, el cual bebió delicadamente, mientras esperaba por Agust.

—Me alegra verte luego de tanto tiempo, amor —dijo el hombre que tanto odiaba.

—Mmm... —Posó un dedo sobre sus labios juguetonamente y dijo: —Que yo recuerde, la última vez que nos vimos, usted por poco y me asfixia.

—Fue tu culpa y lo sabes, me hiciste perder la paciencia. Sin embargo, igual te pido disculpas. —Luego se sentó.

—Disculpas no aceptadas —contestó Kitty con una bella sonrisa en el rostro, la cual tenía un brillo de burla y coquetería.

—Bueno. Espero que disfrutes la cena.  Luego de eso ya veremos los informes, ¿te parece?

—Sí.

Entonces los meseros llegaron con las entradas, unas ligeras ensaladas de espinacas con tomates cherries y queso feta. Así avanzó la velada, en la que Agust no apartó su mirada de Kitty, quien no se había borrado de su cabeza, pese de que hizo hasta lo imposible para convencerse de que en verdad no lo amaba, ya que se había resignado a que él nunca cambiaría y seguiría siendo cruel con sus sentimientos. Lamentablemente, mientras lo veía comer y charlaban sobre temas políticos y sobre el último drama que, curiosamente, ambos vieron. Finalmente, terminaron la cena con un pequeño cheesecake de sauco.

—Estuvo delicioso, gracias.

—Jimin.

Cuando Kitty escuchó su nombre salir de aquellos labios, sintió que algo malo ocurriría.

—¿Qué pasa?

—Quiero que sepas que, de verdad, me he enamorado de ti. Me vuelve loco tu forma de ser, me encanta tu versatilidad, tu inteligencia, tus pasos de baile, tu motivación, y que, sin importar a lo que lleguemos hoy, quiero que sepas que dudo de que salgas de mi corazón. Tu belleza es inigualable, tu carácter es intenso y tus decisiones, firmes. No sé ni qué más decirte para que me aceptes. Por otra parte, quiero que sepas que este tiempo he visto un lado tuyo que no creí que tuvieras. Luchaste, realmente, diste todo para que no te supere, te admiro mucho por eso. Eres alguien que merece más que una vida aburrida y encasillada, sé que esta locura te ha encantado tanto como a mí y que sientes algo por mí.

Palabras que asustaron al pelirrosa, realmente, no quería escuchar eso. Peligrosamente, su corazón se aceleró, tanto que pudo escuchar sus latidos. No quería admitirlo, pero esos meses tan excitantes y estresantes fueron de lo más divertido, y su extraña conexión con Agust le hacía sentir una corriente que encendía sus sentidos.

—Realmente, tenías que decirlo ahora.