Capitulo 4: Amor toxico

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Para cuando entré a la universidad, mis sueños de irme a vivir habían quedado en pausa indeterminada. Quería hacerlo, sí, pero en casa no había dinero suficiente y trabajando medio tiempo, me tardaría años antes de lograrlo. Por lo que mi forma de hacer más llevadera la convivencia con mi padre, había sido actuando una farsa.

Tenía novia.

A Ochako la conocí el último año de bachillerato y para nuestras familias, llevábamos un año de relación. A simple vista, únicamente yo me veía beneficiado con ese trato, sin embargo, ella provenía de un hogar asfixiante también. Sus padres católicos le restringían todo acercamiento a hombres y salidas nocturnas, pero estaba bien si era yo. Desde un primer momento les había caído en gracia. Un chico educado, atento y que mis manos nunca estaban peligrosamente cerca de su hija.

Si hubieran sabido que la razón era otra.

Era un trato justo para ambos. Solo debíamos pasar un par de horas en casa del otro y el resto de la semana podíamos respirar tranquilos, mientras dijéramos que estábamos con el otro. Yo solía quedarme en la biblioteca de la universidad leyendo libros de medicina o tonteando por ahí, mientras ella sí les sacaba provecho al tiempo. Se veía a escondidas con un profesor mucho mayor. El hombre tenía un buen cargo como maestro y como cirujano en una clínica. La llevaba a comer a lugares de ensueño y tenía un piso alquilado en donde se veían.

Cuando me mude con él, no voy a poder seguir con nuestro trato, Izuchan. –me confesó un día al borde de las lágrimas.

Había tomado una decisión que la alejaría de su familia para siempre y a mí, me dejaría como el traicionado. Sin embargo, estaba bien. Ella había conseguido su romance de cuentos de hadas; un hombre que llegaba a rescatarla de tanta opresión. 

Ese amor mágico que yo nunca viviría.

Porque, siendo sinceros, no solo tenía el limitante de ser hombre; sino que mi físico tampoco ayudaba. Era pequeño, de complexión delgada, mi cabello era un desastre y los años de bullying habían hecho meya de mi personalidad y autoestima.

A mis diecinueve años, solo me quedaba ver a mi amiga y envidiar su vida perfecta.

Todoroki Shouto también era parte de mi grupo de amigos. Cuando no estaba en la biblioteca o con Ochako, iba a su casa a matar el tiempo. Proveniente de una familia acomodada, podía darse el lujo de vivir en un departamento espacioso para él solo. Pero no, Shouto no va en este capítulo, sino alguien cercano.

Todoroki Touya.

Como olvidar el día que te conocí. Llegue a casa de tu hermano, apenas y estaba acomodándome en el sofá, cuando saliste del pasillo. Cabello azabache, ojos azul profundo. Tenías innumerables tatuajes en tonalidades purpuras y solo una toalla amarrada a tu cintura. El torso desnudo, húmedo, con el cabello que regaba gotas sobre el.

Durante la escuela, me había llamado la atención el físico de algunos chicos, pero ¡Dios! Tú eras el primero que logró hacer hervir mi sangre. Notaste mi mirada, sonreíste coqueto. Mordí mis mejillas por dentro y desvié los ojos.

Era tarde ya.

Me habías flechado con tu cuerpo bien trabajado.

Shouto comentó que eras su hermano mayor. Tenías veintiséis, vivías en Osaka, eras tatuador y estabas de visita por la ciudad. De hecho, ya te había visto en fotos, solo que en ellas tu cabello era albino. Me habló breve sobre tu mala relación con su padre, aunque entendía que todos tus hermanos estaban la misma condición. Sin embargo, tú eras el único que había tenido el valor de darle la contra e irte de casa, sin importar que eso implicara no contar con ningún soporte económico de su parte.

Entre espinas, tú [Finalizado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora