Capitulo 5: Esto no es amor

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Tardé cuatro años en darme cuenta que estaba metido en una relación abusiva. Aunque lo más difícil no fue percatarme de ello, sino, ser consciente de que la intensidad con la que amábamos, nos destrozaba. Tirar al tacho todas las ilusiones que hice en mi cabeza a su lado. Darme cuenta, que había desperdiciado cuatro años reviviendo algo, que ya llevaba tiempo descomponiéndose.

Aproveché cada centímetro de valor que reuní en ese instante y me fui. Dejé solo una nota de despedida pegada en el refrigerador. Me hubiera encantado tener una última conversación con Touya, pero, siendo sinceros,  el resultado hubiera sido caótico. Podía hacerme una idea de cómo habría reaccionado él y tenía certeza de cómo lo habría hecho yo.

Me hubiera quedado a su lado cuatro años más.

Viajé por tres horas hasta el otro lado de la ciudad, huyendo de su recuerdo. No llevé el teléfono que me tentara llamarlo, tampoco ningún obsequio suyo. Repetí una y otra vez en mi mente, que había tomado la mejor decisión. Rebobinaba todas nuestras peleas, los golpes, el dolor, en busca de hallar eso que liberara a mi corazón de él.

No podía.

Constantemente, surgía la necesidad imperiosa de ir a buscarlo, de pedirle disculpas por haberme ido y retomar la relación con promesas de cambiar ambos. Aunque me repitiera todo lo malo que habíamos vivido, mi cuerpo añoraba esa intensidad con la que vivía a su lado. 

Las noches eran interminables llorándole.

Fue por esa época en la que comencé a fumar, como paliativo a la ansiedad que su recuerdo me provocaba.

Me asenté en una habitación más pequeña de la que compartía con Touya. Trabajaba de día en un estudio de tatuajes y por las noches, en un bar concurrido por gente de dudosa reputación. La paga era buena y no necesitaba esconder mis tatuajes.

Hice de mi vida, una rutina perfecta que me permitiera continuar. No quería dejarme vencer por la tristeza que me azoraba en las horas de descanso.

La primera persona a la que tomé cariño en esa nueva etapa, fue a Toga. Era una chica rubia, coqueta, algo loca. Trabajaba de mesera en el bar y vivía para acosarme diciendo que le gustaba. Constantemente intentaba besarme, cuando lo lograba, gritaba emocionada haciéndome reír.

La pobre no tenía culpa de su comportamiento histriónico. Había crecido en un orfanato, a los dieciséis huyó de ahí, cansada de la violencia con la que los educaban. Empezó a trabajar en las calles como prostituta. El dueño de aquel bar, un mafioso conocido en los bajos fondos, la había "adoptado" y ahora su trabajo era de mesera e informante. Debía escuchar todo lo que las personas hablaran ahí dentro y dar un registro de lo que fuera sospechoso. En ocasiones, esa información requería llevarse a alguien a la cama. A ella no le molestaba, decía que la vida no le había tocado fácil y, en lugar de quejarse, le había encontrado el gusto en tener a los hombres bajo su merced.

Con esa carita tan bonita, serias un éxito con las cuarentonas y los vejetes. Tengo un par de clientes, si te interesa –intentaba convencerme cuando le pedía dinero prestado a fin de mes.

No criticaba la forma en cómo se ganaba la vida, pero yo no podría hacerlo. A pesar de que mi primera vez fue en medio de una orgía, consideraba el sexo como algo más íntimo. Un evento en el que, si no había amor, entonces no valía la pena.

Toga se reía a carcajadas de mi forma de pensar.

Lo que tú necesitas, es una buena cogida que borre las estupideces de tu cabeza.

Yo no respondía. Mi mentalidad no iba a cambiar. Si me acostaba con alguien, seria porque lo amara, y en ese entonces, no andaba pensando en volver a enamorarme. El tacto tibio de Touya aún estaba muy fresco en mí.

Entre espinas, tú [Finalizado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora