Capitulo 1

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1888

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1888

Mikhail Gurevich se sentó en el borde de su extenso jardín en Bishop Stortford, una extensa propiedad que había adquirido diez años antes cuando recién había llegado a Inglaterra después de ser exiliado de su amada Rusia. 

  Hombre de estatura alta y cuerpo atlético, cabello cobrizo oscuro, ojos marrones casi ámbar y semblante siempre estoico, pero eran sus ojos lo que más impresionaba a cualquiera que lo conocía, desprovistos de emoción o sentimientos, uno jamás podría saber qué pensaba o suponía, su semblante jamás cambiaba de la máscara de inexpresion que llevaba. 

  Suspiro cansino y se tomó las manos que colgaban de sus rodillas. Miro el ocaso impasible, nada lograba ablandar el corazón del ruso con corazón de hielo. La vida para él había perdido el encanto hacía muchos años, cuando había sido desprovisto de alma, familia, tierra y nacionalidad. Era una paria con marcas profundas, en su corazón y su cuerpo. Su piel dorada era la fiel muestra de su sufrimiento años atrás, cuando había sido arrestado por sus supuestos crímenes en Kremlin. Sus labios los había sellado prometiendose a sí mismo morir con sus secretos, nadie, ni siquiera los diligentes torturadores del zar habían logrado sacarle alguna información, jamás se probó nada por lo que se lo culpo y se lo desterró quitándole la mitad de su fortuna familiar. Mikhail Gurevich era el hijo ilegítimo del Gran duque Constantino Nikoláyevich, hermano del Zar Nicolás II, debido a eso había sido perdonada su vida. 

 De todos los crímenes que se lo culpaba, solo uno había cometido y moriría con ese secreto. 

 Su fiel sirviente Ilya lo observó con los codos apoyados en sus rodillas, las manos unidas y la mirada perdida. Imposible saber qué es lo que pensaba o deseaba su señor, hombre de pocas palabras. Y más desde el momento en que se habían instalado en Inglaterra, no solo había sido desterrado y amenazado, había perdido a toda su familia en el proceso teniendo prohibida hasta enviar o recibir una carta. El sirviente se acercó despacio y suspiro para darse valor, la tarea que tenía por delante era difícil, miro la carta que le había llegado y deseo poder quemarla para no tener que dársela jamás. La letra no la conocía, pero el emisario era conocido. Nada bueno podía venir de una carta proveniente de Rusia. 

— Mi señor. 

— Govorit. *( Habla) — Murmuró sin mirarlo. 

— Le llegó esta misiva. — Le dijo en ruso. 

 El hombre solo estiro la mano y el sirviente se la dio. Por primera vez en años Ilya vio una emoción en el rostro de su señor y no le gustó. 

— Svetlana. — Susurro sin inflexión en la voz. Dobló la carta y miró a su mayordomo. — Me pide ayuda. 

— Mi señor… — Se calló ipso tacto cuando la mano autoritaria se levantó. — Es peligroso. — Se arriesgó a decir y se ganó una mirada furiosa. 

— Al parecer quieren casarla sin su consentimiento. 

— No puede hacer nada mi señor. 

— Cuando me fui de Rusia mi hermana tenía catorce años. 

Entre Orquídeas y Secretos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora