Los mutilados de Buenaventura

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Inspirado en hechos reales

Oigo gritos de nuevo, al igual que ayer, y sé quién los produce; mi tía.

Hay una vieja leyenda en la ciudad que dicta lo siguiente: si una persona es asesinada, y su verdugo sigue suelto en las calles, hay una manera para que se arrepienta de sus actos y se entregue voluntariamente ante la ley. 

¿Cómo? No lo sé con exactitud. Se supone que es un viejo mito que proviene de los esclavos de África que se asentaron en esta ciudad siglos atrás. Un mito que pasó de generación en generación y que la gente terminó adoptando como verídico.

El procedimiento es sencillo: sólo tienes que atar los pies de la persona asesinada, y según el ritual, eso será suficiente para que su verdugo se entregue a la justicia; dicen que el sicario caerá en una suma depresión, que el arrepentimiento lo consumirá por dentro y los lúgubres susurros de la persona asesinada socavarán su ánimo hasta obligarlo a entregarse. 

El problema es que las personas en este lugar se lo tomaron muy en serio. Supongo que fue debido a la ignorancia provocada por la paupérrima educación que la mayoría recibían, o simplemente terminaron engañándose a sí mismos después de tantas generaciones. 

Ayer escuché los mismos gritos que escucho en este momento. Pero el epicentro de los alaridos provenía de unas casas más alejadas de la mía. Y aunque no los podía ver, sabía que eran ellos; los sicarios. 

Cuando dije que se lo habían tomado muy en serio, no mentía. Los asesinos en esta ciudad creen que aquel ritual es real. Así que, envés de usar métodos "normales" para sus atroces actos, usan uno ortodoxo practicado en esta zona.

La mutilación.

Se supone que, si el cadáver de una persona no tiene pies para ser atados, el ritual no surtirá efecto. Y eso es lo que hacen; mutilan a sus víctimas. Desmiembran cada una de sus partes, de pies a cabeza.

Los desgarradores guturales despiertan a todos en el vecindario. Las conocidas "casas de tortura" en donde se realizan estos procedimientos tienen varias sedes en la ciudad. Las personas no se atreven a llamar a la policía por miedo a las represalias.

Mi tía me advirtió que no lo hiciera.

Estaba indignada, no podía permitir que eso siguiera sucediendo. Así que lo hice; llamé a las autoridades. Les conté todos los detalles sobre lo que estaba aconteciendo en aquella casa de torturas. 

—¿Dónde está la niña? —escucho a un hombre decir.

—¡No está aquí! —responde mi tía. Está abajo, en el primer piso, y aún grita de dolor.

Los policías me preguntaron la dirección de mi residencia, pero no la revelé. Sin embargo, no pensé que pudieran interceptar mi hogar con tan sólo una llamada. 

¿Acaso no nos debían proteger? ¿Por qué le hacían ésto a su propia gente? ¿A las personas que juraron defender? La corrupción en esta ciudad había escalado a un punto inconmensurable.

Mi tía ha dejado de gritar, y algunas lágrimas empiezan a escurrirse por mis mejillas. Empiezo a elucubrar sobre mi vida y lo corta que ha sido. Quisiera haber terminado la escuela, haber conseguido un novio y casarme...

Algo perturba mis cavilaciones. Escucho pasos; suben las escaleras. La puerta de mi cuarto se abre y la silueta de un hombre se hace presente. Lo puedo ver caminando de un lado a otro desde el armario en el que me escondo.

Escalofríos surcan por mis huesos. Mi respiración se agita y gotas de sudor exhuman de mi cuerpo. No sólo estoy presa en el armario, también estoy presa en mi propio miedo.

El hombre tiene sangre en sus manos y un gran machete. El estrés por encontrar lo que busca es evidente. Revisa debajo de la cama, detrás de las cortinas y la puerta, pero no logra hallar nada.

Se rinde... o eso pienso. Pero justo cuando se dispone a retirarse, mira hacia el armario. Una sonrisa se plasma en su rostro, como si supiera lo que hay dentro.

Las palpitaciones de mi corazón se aceleran al ritmo de sus pasos acercándose. El hombre lame la sangre de su machete, la saborea y disfruta. Se regocija con aquel acto.

Sus piernas se detienen frente a mi posición. Lentamente quita el seguro del armario que mi tía había puesto. Una ráfaga de luz penetra los resquicios de la oscuridad en la que resido, inundando por completo el interior y revelando mi identidad. 

FIN.


Nota de autor: Hola c:

Siempre me han gustado los crepypastas y las historias de terror, pero nunca había escrito uno. Así que aquí lo tienen; ¿mi primer relato de terror? Supongo D:

Como leyeron al comienzo, la historia está inspirada en hechos reales. La ciudad de la que hablo es "Buenaventura", ubicada en Colombia. Y repito: está INSPIRADA, no basada en hechos reales.

Recuerdo que alguien me contó sobre aquel ritual para atrapar al asesino de una persona amarrándole los pies a la víctima. Y se supone que en Buenaventura lo practican. NO me consta, pero si buscan información en internet, pueden hallar casos de mutilaciones en esa zona. Y también es una de las ciudades más corruptas de Colombia. c:

Espero que les haya gustado. De hecho, tenía planeado escribir esta historia desde hace meses, pero no tenía la experiencia suficiente para escribirla. Ahora que he mejorado un poquito, pude hacerlo. 

¿Qué les pareció mi primera historia de "terror"? Sean honestos, no me importa si no les gusto c:

Aún no tengo más relatos de terror, pero si se me ocurre otro, ¿quisieran leerlo? Qué viva el mal :D

Muerte y destrucción, yay :D

Nos vemos, y gracias por leer. c:

Oneshots y MicrorrelatosOnde as histórias ganham vida. Descobre agora