Mi color favorito

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—¿Cuál es tu color favorito? —Recuerdo cuando me lo preguntó, en una de esas tantas conversaciones que tuvimos cuando éramos novios.

No lo sabía. La curiosidad por resolver aquella cuestión no había despertado en mí, al menos no hasta ahora. Supongo que nunca me había sentido identificado con ningún color en particular, pero algo cambió en esta fría noche mientras me acobijaba con los recuerdos que habíamos vivido juntos.

Sí, aquí, reposando en mi cama, comencé a elucubrar sobre aquella interrogante. Y lo descubrí; mi color favorito. Se hallaba justo ante mí. Pero la historia de cómo se manifestó había empezado hace un mes, cuando celebrábamos nuestro aniversario, poco antes de que me reemplazara por alguien más.

—Me encanta —le dije, observando la rosa que me había obsequiado como regalo por nuestro primer año juntos.

—Te amo —pronunció, a la par que se inclinaba hacia mí y me ofrecía un beso.

—Yo también —contesté mientras recibía sus labios en los míos.

Doce meses anegados en nuestro mundo perfecto; sin peleas, sin discusiones de ningún tipo y solo amor. Aún desbordábamos esa misma pasión por el otro en cada esquina; atravesábamos cualquier resquicio de nuestra alma para inundarlo con afecto.

¿Pero qué pasó en las últimas semanas? ¿Por qué se había desvanecido todo tan de repente? Como si alguien hubiera disparado a su corazón hasta desangrar la última gota que lo obligaba a quererme.

Semanas antes de aquel suceso, empezó la cuenta regresiva del martirio al que me vería sometido; había conocido una nueva persona. No me lo dijo en ese entonces, pero lo suponía. Comenzó a distanciarse lentamente de mí. Pensó que si lo hacía, me dolería menos la estocada final. Pero lo único que logró fue incrementar el daño.

—¿Hay alguien más? —le pregunté.

Solo quería la verdad, quería que fuera honesto. Siempre nos habíamos dicho todo antes, ¿por qué ahora era diferente?

—Ya te dije que no —contestó—. Y en serio me estás aburriendo con esas preguntas. Tal vez debería dejarte para ver si paras de molestarme de una vez por todas.

Me sentí culpable, pensé que era mi problema. Pensé que yo estaba siendo injusto al asumir que había otra persona en su vida. Y supongo que fue parte de su estrategia para fulminarme; hacer que el remordimiento me carcomiera las entrañas para tener una excusa con la que soltarse de mi voluntad.

—Perdón —pronuncié—. Simplemente no entiendo qué te pasa últimamente conmigo. ¿Por qué estás tan distante? Nunca lo habías sido antes... —Su mirada destilaba odio contra mí, estaba agotado de mis incesantes intentos por hablar del tema, pero algo me decía que escondía un ligero ápice de culpabilidad—. Solo quiero que seas honesto. Si algo te pasa, quiero estar ahí para apoyarte.

—No es nada —dijo, tratando de cambiar el tema—. ¿Y en serio eres tan egoísta? ¿En serio solo te preocupas porque ya no te trato como antes? ¿Es lo único que te importa? Simplemente tengo un mal día, no siempre voy a tener la mejor disposición para complacerte. ¿No puedes entender eso?

Supuse que sólo era eso, un mal día. Pero mi intuición me lo había advertido. Debí confiar en mis instintos, pero fui estúpido.

El tiempo transcurría y la situación solo empeoraba. Ya ni siquiera me mandaba mensajes para preguntarme cómo estaba. Parecía que el amor que me sentía —si es que alguna vez lo sintió— se lo hubiera tragado la tierra. Y no, no era egoísmo. No quería que me bombardeara con mensajes triviales acerca de lo que ocurría en mi vida. Solo quería que se preocupara por mí como yo lo hacía por él. Pero al parecer yo era el único que seguía demostrando algo de interés en que esto se mantuviera de pie.

"Eso de amar sin esperar nada a cambio, es bonito en los cuentos de hadas. Pero en la vida real, un amor maduro exige un delicado equilibrio entre dar y recibir, porque todo aquello que no es mutuo, resulta tóxico".

Recordé esa frase de un libro. Y era cierta, no éramos niños. Yo sabía el valor que tenía, y sabía que merecía mucho más de lo que estaba recibiendo.

Así que tuve que tomar una decisión.

Lo sopesé profundamente, y, aún si me quedaba sumido en la soledad con la zozobra de haberlo perdido, al final de la tormenta siempre venía la calma. Estaría mejor solo que mal acompañado. Tal vez no ahora, pero sí en el futuro. Continuar con esto solo extendería mi sufrimiento.

Ya no soportaba su indiferencia.

—Creo que esto ya no tiene sentido —le dije aquella noche, un día antes de encontrar mi color favorito—. Y quiero terminar lo que sea que tenemos.

Fue difícil, especialmente porque admitió que había alguien más en su vida sin mostrar rastro alguno de culpabilidad. Pero le agradecí por decirme la verdad, y por todos esos momentos de felicidad que me brindó, aun cuando él ni siquiera se inmutó en darle importancia a nuestro último adiós.

—Chao —Fue el último eco de su voz que retumbó en mis oídos.

Ni siquiera un abrazo, o un buena suerte, absolutamente nada. Supongo que pensó que con ser cruel lograría que yo lo dejara de amar; tal vez fue su forma de alejarse de mí. Pensó que era lo más inteligente. Estoy seguro que fue lo que su mente le obligó a hacer.

Pero ya no importaba.

Sí, estaba destrozado. Mi corazón latía tan fuerte que quería salirse de su órbita e ir tras la gravedad que ejercía él sobre mí. Pero mi mente mantenía la débil línea que separaba mis angustiosos anhelos de la cruda realidad con la que tendría que aprender a convivir.

Ahí, revolcándome en las sábanas de mi cama un día después, me encontraba aún con la penuria de su amor. Los grillos cantaban en la gélida noche y el viento resoplaba en cada rincón de mi cuarto, impactando en mi espalda y recordándome la soledad que roía mis sentidos; la quemazón que calcinaba mis adentros por no estar a su lado.

Mientras la penumbra cubría todo a su paso, y pequeñas partículas de luz lunar se colaban por las hendiduras de mi ventana, pude entrever el regalo que me hizo en nuestro aniversario; la flor casi ya marchita que yacía encima de mi escritorio.

Y entonces lo descubrí:

Cuando el rojo estaba casi negro y la rosa estaba casi muerta; ese era mi color favorito.

Fin


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Nota: 

Gracias a todos los que leyeron y votaron por este pequeño Oneshot. Lo aprecio mucho. Me inspiré en una frase que escuché en una canción. Esa de "Cuando el rojo está casi negro, y la rosa está casi muerta. Ese es mi color favorito". Si les gusto, lo pueden agregar en sus listas de lectura, lo apreciaría mucho c:

Y sí, supongo que es un poco triste y te provoca cortarte las venas... Pero pues no todo en el mundo es felicidad, bye v:

Pregunta: ¿Te sientes identificado con el personaje? ¿Alguna vez te reemplazaron por otra persona? Cuenta tu historia en los comentarios, desahógate. Terapia psicológica grupal, wiii v:


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