La Fiesta

120 36 175
                                    

Una mierda.

Eso era lo que las personas en la casa de Andrés observaban. Sus familiares, amigos y algunos conocidos la estaban pasando bien en la fiesta de su cumpleaños número veintitrés; pero un hedor desagradable interrumpió la diversión.

El origen de aquel repulsivo olor provenía de un corredor que conectaba con la cocina. Los invitados, al percatarse, se aglomeraron en el pasillo arrastrados por la curiosidad. Y entonces lo vieron...

Heces espantosas de color marrón yacían en aquel corredor. Nadie podía creer que una persona pudiera hacer algo así en una fiesta. ¿Cómo es que había mierda en el suelo? ¿Quién lo había hecho, cuándo y por qué?

Algunas personas comenzaron a reírse, pero otras no pudieron evitar retorcerse del asco. El hedor penetraba en sus narices y los incitaba a vomitar.

—Creo que alguien comió de más y no pudo aguantarse —comentó alguien entre risas.

Andrés había sido el primero en llegar a la escena. Sabía exactamente lo que había acontecido, pero trató de seguir la broma y desviar la atención de todos.

—Sí —dijo—, creo que no debimos comprar tanto alcohol. Tal vez alguien se emborrachó y no pudo controlarse —mintió.

—¿Te ayudo a limpiar? —preguntó Clara, su mejor amiga.

—Te lo agradecería —respondió Andrés.

La multitud se dispersó, volviendo a la sala de estar para seguir disfrutando de la fiesta. Aunque algunos no pudieron evitar irse, pues sentían náuseas y prefirieron dejar el lugar. Pero la noche era joven y la mayoría se había quedado.

—¿Quién pudo haberse cagado? —comentó ella, riéndose, mientras ayudaba a su mejor amigo a limpiar aquella abominación.

—No lo sé —dijo Andrés. 

Su mirada era seria, concentrada sólo en las heces que recogía con su escoba. 

—¿Estás bien? —Clara no pudo contener su pregunta. Sabía cuándo le pasaba algo.

—Sí... Es sólo que esto del cumpleaños me hace sentir más viejo... —murmuró Andrés, tratando de evadir los ojos de su amiga.

—Has estado muy raro últimamente —habló ella—, pero te entiendo; yo también me siento más vieja cuando cumplo años, es horrible.

Ambos sonrieron. Clara sostenía el recogedor mientras Andrés dirigía las heces con la escoba. Después de depositar los desechos orgánicos en el contenedor de basura, fregaron el piso para despejar los parches marrones que habían quedado.

—Por cierto, ¿en dónde está tu novio? —preguntó Clara.

—¿O-oscar? —pronunció, nervioso—. Debe estar en la cocina... Le dije que trajera más comida.

Clara lo miró extrañada, pero lo dejó pasar. Segundos después, un Oscar con comida salía de una de las puertas laterales de aquel corredor.

—¡Hablando del príncipe de Roma! —exclamó Clara al verlo salir con una bandeja de bocadillos medio vacía—. ¿Así que estabas atragantándote de comida? No les vas a dejar nada a los invitados.

—Perdón, es que están deliciosos —contestó.

—¿Te diste cuenta? —continuó Clara—. Alguien se cagó aquí. —Señaló el lugar que tuvo el desgraciado infortunio de correr con la mala suerte.

—Ah, sí, me di cuenta —rió—. Fue muy gracioso.

Andrés se retorció incómodo ante sus palabras.

Oneshots y MicrorrelatosWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu