V

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FREYA

Le dolía hasta el orgullo.

¿Cómo era posible que tuviera tan poco tino para caer, y ser amortiguada precisamente por la última persona que le apetecía ver?

Nunca estaría prepara para enfrentarle, pese a que no lo pareciera un par de noches atrás cuando hirió de manera literal su virilidad.

Algo de lo que se sentía gratamente orgullosa.

—Es solo una pesadilla. Esto no puede ser verdad —cerró los parpados apretándolos con fuerza. Diciendo lo anterior de manera repetitiva a forma de un mantra —. Seguramente sigo dormitando, y con suerte hasta la propuesta matrimonial que acabo de recibir es producto de mi mente endemoniada, que no deja de jugarme malas pasadas —posó su cabeza en el pecho de la persona que le había recibido, escuchando como los latidos del corazón del susodicho eran más acelerados de lo normal. Pareciendo real —. Aunque estar en el pecho de este hombre no lo cambiaría por nada —exclamó con un suspiro anhelante —. Tan fuerte, tan masculino, y huele divino —se abrazó más contra este, sin importar que le dolía todo el cuerpo —. En este momento la pesadilla se me convirtió en un sueño hecho realidad —una sonrisita de niña enamoradiza apareció en su rostro, pero, así como llegó se fue.

Porque como era de esperarse, nada podía resultarle de la forma que anhelaba.

El mundo siempre confabulándose en su contra.

—¿Esta cómoda Lady Allard? —esa ronca voz, sin contar con el carraspeo la sacó de su ensoñación, haciendo que levantara su rostro para enfocarle de nuevo, encontrándose con la cara de su peor pesadilla sucia por el polvo recogido, y las ramas secas encima de su rojizo cabello, al igual que sus ojos verdes enfocándole con diversión por las palabras dichas sin pensar.

¿Pero cuando ella pensaba?

Es que eso no era lo que le enervaba.

¿Por qué no se quedó callado?

¿Era mucho pedir?

—¿Dígame que no dije eso en voz alta? —preguntó mientras aun en el regazo de Archivald Steward, se tapaba el rostro con sus manos y lo metía en el cuello de este, para quizás olvidar lo dicho en segundos anteriores.

Y de paso aprovecharse, porque eso no se veía todos los días.

—Un caballero no tiene memoria —escuchó que exclamaba el aludido tras un rato en silencio, logrando que se removiera incomoda tensionándolo en sobremanera —. Lo más prudente es que cambiemos de postura, o esto se pondrá algo confuso —se alejó para volver a mirarlo, vislumbrando en sus ojos un brillo indescriptible, que formó una masa de confusión en su rostro.

Logrando que este desviara los ojos a la parte baja de sus cuerpos en donde prácticamente ella estaba a horcajadas poniendo claridad a su sugerencia, pues era evidente que con un movimiento demasiado fuerte provocaría que algo entre ellos se formase.

El rubor tiño al completo sus mejillas, pese a que pena no sentía.

En el pasado se vivía imaginando como seria, sin embargó, eso la tomó por sorpresa. Así que, como pudo se separó de su cuerpo con torpeza quedando arrodillada a su costado, consiguiendo que suspirara con alivio pasándose las manos por la cara, pero de una forma distinta a como ella la entendió, porque ese gesto hizo que se sintiera más pequeña de lo que realmente era.


Siempre fue de esa manera.

¿Porque era tan inalcanzable?

PROTEGIENDO EL CORAZÓN (LADY SINVERGÜENZA) © || Saga S.L || Amor real IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora