5. Momento de claridad

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—¿De verdad no quieres que te acompañe?

Polnareff suspiró, apretando con fuerza la correa de su bolso huyendo a la vez, de la mirada de Avdol. Los dedos de su mano izquierda se tensaron un poco con la acción, no obstante no quiso soltar su agarre por más doloroso que se sintiera. Por otro lado, eso lo distraía de pensar en el significado que esos ojos cafés parecían querer invitarlo a buscar.

—Estaré bien... —dijo— además ya es hora de que vuelva a casa, no puedo seguir viviendo a costa tuya.

Sonrió con cierta torpeza. Sintiendo algo extraño apretarse en lo profundo de su corazón al momento de formular esa mentira y articularla en su boca. Sabía muy bien cuáles serían las palabras que vendrían por parte del egipcio pero no estaba dispuesto a aceptar esa oferta por más atractiva que fuera.

—Vamos, ya te dije que no me molesta.

Su bienestar, o al menos lo que quedaba de este, no era algo que podía dejar en manos de terceros, no cuando su apego a la vida dependía de cuántas veces podía sentirse en paz consigo mismo durante el día. Tampoco podía confiárselo a alguien que lo veía como un desconocido, un posible amigo, o tal vez, una persona en quien proyectar todo interés amoroso sin tacto alguno.

Ni él ni Avdol merecían algo así, era demasiado cruel si lo pensaba y esos casi trece días juntos se lo había confirmado, destrozando lo poco y nada que le quedaba de esperanza. No estaba dispuesto a revivir traumas del pasado con tal de hacerlo recordar.

Una suave caricia en sus tensos dedos lo hizo soltar el agarre de su mochila. Moviéndolos al ritmo de la mano de Avdol en un vago intento por corresponder al gesto. Algo se encendió dentro suyo, algo parecido a la calma pero más dulce. Pensó en un principio que aquello era un sentimiento bastante tibio como para prestarle atención, pero de algún modo este no tardó en mostrarse tal y como era, tomando el control de sus pensamientos y poco después de sus acciones.

—Jean Pierre...

Retrocedió un par de pasos, chocando contra el marco de la puerta. Acorralándose sin remedio con el cuerpo del moreno acortando distancia. Por fin su mano dejó ir la mochila, entrelazándose con la que no dejaba de acariciarla, cerrando levemente los ojos para no ceder ante esa encantadora preocupación.

—Av...

Su mejilla derecha fue tomada con cariño, ronroneando mientras se apretaba contra los gruesos dedos que hacían camino en dirección a su oreja sin mucha prisa. El pulgar se quedó atrás unos instantes, delineando parte de los labios del francés cuidadosamente, haciendo que abriera la boca para suspirar.

—¿Está todo bien?

Un beso le impidió darle su respuesta clara. Su corazón se aceleró, olvidándose de que la puerta estaba abierta, que la gente transitaba por ese lugar de vez en cuando y de todo lo que sucedía alrededor suyo.

Repentinamente comenzó a verse preso de las dudas, viendo como su determinación comenzaba a flaquear. Forzó sus labios contra los de Avdol antes de que siquiera lograsen separarse, atrayendo más su cuerpo para hacer un poco más de tiempo y poder así responder a la gran pregunta que lo aquejaba.

¿De verdad irse era una buena idea?

—Si necesitas hablar llámame.

Desvió la mirada una vez más, temiendo que si hacían contacto visual terminaría arrepintiéndose. Volvió a aferrar su mano a la correa de su mochila, despidiéndose rápidamente mientras abandonaba la cabaña sin dejar de saborear el beso, convenciéndose a sí mismo de que aquel sería el último contacto entre ambos.

Here, looking at you -AvPol-Where stories live. Discover now